LAS SALINAS DE CABO DE GATA (ALMERÍA) Artículo: Milagros Soler Cervantes ©
HISTORIA DE LAS SALINAS DE CABO DE GATA (ALMERÍA) Artículo: Milagros Soler Cervantes ©
Salinas de Cabo de Gata (1916)
La sal se asocia con la esterilidad y la vida, con dioses y diablos, con un estado de gracia o de infortunio. En el lenguaje popular encontramos numerosas referencias que nos indican la importancia que tiene en nuestro devenir cotidiano. Conocemos refranes como “Aceite, vino y sal, mercadería real”, “Para que no vuelva más, niégale el pan y la sal”, “Derramar el vino, buen destino; derramar la sal, mala señal”. También hay frases cuyo contenido simbólico está relacionado con el uso de la sal. En Inglaterra, por ejemplo, la expresión “Estar debajo de la sal” significa ser de condición humilde. Esto se debe a que, por su escasez, en la Edad Media sólo tenían acceso a ella los más privilegiados. Cuando la nobleza se reunía para celebrar un ágape, los más poderosos se colocaban en la mesa en un puesto de preferencia. El resto de los comensales ocupaban asientos de más bajo escalafón. El salero, una lujosa pieza de orfebrería, se situaba en el centro de la mesa y sólo tenían derecho a usarlo la más alta aristocracia. En Rusia, derramarla anuncia un escándalo en la familia; cuando una mujer echa mucha sal en la comida indica que está enamorada o pronto se enamorará. La pérdida de la sal en las familias campesinas, siendo ésta escasa y cara, podía anunciar igualmente un desastre económico. De alguna manera, estas supersticiones eran una forma de poner atención en su uso para evitar el despilfarro.
Vemos como la sal es un producto de máxima trascendencia en la vida de todas las civilizaciones. Por sus propiedades para la conservación de los alimentos ha sido considerada como uno de los bienes de intercambio más valorados a lo largo de la historia. Su obtención y comercialización a través del tiempo se ha sometido a distintas fórmulas de explotación y control por parte de los sectores económicos que ejercían el poder. Aunque la extracción de la sal necesita de grupos de población con capacidad para realizar trabajos colectivos organizados que puedan mantener la regularidad productiva, su explotación incipiente se remonta a la época de los cazadores-recolectores del Paleolítico. Hacia el año 2000 a.d.C. en Olduvay (Tanzania) y Turkana (Kenia), se tiene conocimiento del uso de la sal, documentándose como el Homo Erectus la buscaba para que sirviera de complemento a su alimentación. Usaban la técnica de evaporación de los acuíferos existentes en el territorio (Leakey y Roe, 1994). En ese tiempo en la provincia de Ch´ing Chon (China) también era explotada para el consumo humano. Su empleo durante el Neolítico parece demostrado (Weller, 1996) así como en la Edad de los Metales. La utilización de la sal para mantener en buen estado los productos permitía la acumulación de un excedente de caza y pesca susceptible de ser intercambiado por otras mercancías necesarias para la comunidad.
El origen de la palabra "sal" imbrica sus raíces en lenguas indoeuropeas, siendo adoptada por los pueblos latinos para designar un producto gris que se presentaba en sus mercados con aspecto enturbiado. Eso era debido a que se vendía o intercambiaba en forma de roca o sin refinar. Es tal su importancia para el hombre, que ha sido empleada en rituales religiosos (para ahuyentar los malos espíritus o propiciar estados de gracia), como símbolo de hospitalidad (ofreciendo el pan y la sal a los invitados) y también como recurso terapéutico (aplicado a las heridas, contra el hipotiroidismo, etc.). Aparece en las crónicas del comercio de la China milenaria hacia el año 2000 a. d. C., en la Biblia y en la literatura de todas las culturas. Algunos animales, de forma intuitiva, suelen lamer las rocas de sal, tan necesaria para su organismo. Es bien sabido que la palabra "salario" se debe al hecho de que a los soldados romanos les pagaban sus jornales con determinadas cantidades de sal. Para algunas poblaciones tuvo tanta importancia su comercio, que fueron designadas con topónimos que aludían a este hecho. Tal es el caso de la ciudad alemana de Salzburgo.
Junto al aceite y las grasas animales, era elemento fundamental en la elaboración de recetas culinarias. Pero, sin duda, la generalización de su uso está en función de sus propiedades para la conservación de alimentos, principalmente la carne y el pescado. Se conocen importantes vías de comercio en toda Europa: Route du Sel (Francia), Alte Salzstraße (Alemania), Vía Salaria (antigua Roma). Sus cualidades como herbicida o como anticongelante natural para combatir las heladas también era conocido por nuestros antepasados. Se obtenía principalmente a través de las rocas de cloruro sódico en las minas o por la evaporización de las aguas saladas.
Aún sabedores de estos beneficios, en tiempos primitivos parece que la posibilidad de extracción de sal no fue determinante en la elección de los asentamientos. La recolección, la caza y la agricultura eran fundamentales para la supervivencia del grupo, y esos eran los factores que señalaban la idoneidad del territorio. Para muchos investigadores, las poblaciones ganaderas del interior serían las primeras en rentabilizar la explotación de la sal y perfeccionar sus técnicas de uso. La conservación del excedente de carne sería el principal incentivo.
En algunas regiones de Mesopotamia la sal se produciría de forma espontánea por evaporación en algunos acuíferos. No obstante, la obtenida de aguas marinas necesita de recursos tecnológicos de cierta elaboración y un coste mínimo para su mantenimiento. En época fenicia y romana este tipo de industria ya había alcanzado un importante desarrollo, como demuestra la existencia de muchas factorías especializadas en salazones. Establecer las primeras cronologías de algunas de ellas resulta problemático, dado que fueron reutilizadas constantemente, con la consiguiente destrucción de los restos de las que les precedieron. Las salinas llegarán a incorporarse a los recursos económicos tradicionales, especialmente en las sociedades agrícolas sedentarias. Son salinas con carácter permanente, explotadas de forma estacional que se basan en la insolación de las aguas, dando lugar a la salmuera y a la cristalización (Malpica, ----). Las más importantes parecen relacionarse con poblaciones situadas cerca de la costa, vinculadas a la producción de conservas y próximas a puntos de intercambios comerciales de cierta relevancia.
HISTORIA DE LAS SALINAS DE CABO DE GATA
Las salinas de Cabo de Gata se formaron durante el periodo Cuaternario por la colmatación de una llanura localizada entre las estribaciones de la Sierra de Gata y el mar Mediterráneo. La entrada de las aguas por gravedad y la fuerza de los vientos de Poniente, dieron lugar a una albufera que progresivamente se fue convirtiendo en uno de los humedales más importantes de Andalucía occidental. Con aproximadamente 400 hectáreas, se extienden paralelas a la línea de costa, separadas de la playa por una barrera de dunas y unidas a la cadena montañosa por declives pedregosos procedentes del complejo de formación volcánica más importante de la Península Ibérica. Desde la capital (Almería) hasta la Sierra de Gata se diferencian dos áreas que son conocidas en la comarca como Rasa Grande y Rasa Chica. Las salinas están localizadas en la Rasa Grande, en los terrenos próximos al faro, dónde también era explotada una almadraba con el nombre de Ancón de Cabo de Gata (Almadraba de Monteleva), y en la que sus últimos treinta y ocho empleados calaron artes por última vez en el año 1963.
Dibujo describiendo la forma de calar artes en una almadraba y pintura sobre capturas de atún en almadraba.
En las fuentes clásicas, concretamente en la Ora Marítima del poeta latino R. F. Avieno se citan las costas de Almería como lugar dominado por los fenicios, debido a su interés comercial. Podemos leer:
Hacia donde esta región se aparta de las olas, se yergue el monte Siluro (Sierra Nevada) con su alta cumbre. A continuación sobresale una peña enorme (Punta Sabinal, donde comienza el Golfo de Almería), que se adentra en la profundidad de la mar. Una pineda, en otros tiempos frondosa, le dio nombre en griego; y el litoral se abaja hasta el santuario de Venus y el cabo de Venus (Cabo de Gata). Asimismo en esta costa se alzaron antaño numerosas ciudades y abundantes grupos de fenicios controlaron antes estos lugares. En cambio, ahora, este territorio, ya solitario, despliega simples arenales inhóspitos y las campiñas, privadas de labriegos, se echan a perder y son un erial.
A partir del cabo recóndito de Venus puede contemplarse Herma (Isla de Alborán) en lontananza, en territorio libio, que antes he citado. La costa se extiende aquí de nuevo, desprovista ahora de pobladores, en realidad, puros terrenos abandonados. Antiguamente también aquí se alzaron a la vista muchísimas ciudades y numerosos pueblos frecuentaron estos lugares. Después, el puerto Namnacio se arquea desde la profunda llanura marina, próximo a la ciudadela de los masienos y al fondo de esta ensenada se alza con sus altas murallas la ciudad Masiena (Cartagena).
Los restos arqueológicos parecen demostrar que la importancia para los antiguos colonizadores de estas costas residía en la abundancia de su pesca y las posibilidades de manufacturar las capturas en el mismo lugar en el que éstas se conseguían. El origen de las explotaciones más antiguas puede que se remontara al tiempo de las colonizaciones griegas en el Mediterráneo, aunque los primeros restos arqueológicos datan de época fenicia. El término Charidemo puede ser de origen semita, viniendo a significar promontorio de las ágatas. La producción de la sal era fundamental para el mantenimiento de las factorías que las transformaban en productos conservados. Fenicios, cartagineses y romanos dejaron testimonio de su paso por las tierras almerienses y de la explotación que hicieron de sus recursos naturales. Juan Antonio Muñoz Muñoz nos deja una descripción de estas tierras de Cabo de Gata:
Forman parte de una zona hundida e inundable sin salida al mar, que los naturales llaman Rasa, diferenciando la Rasa Chica que se extiende por los llanos de Pujaire y los Huertos de la Rasa Grande que corresponde a las Salinas. Esta zona de relleno es heredera de una albufera que se ha ido rellenando con aluviones de la Sierra y las arenas que transportan los fuertes vientos de levante. Con lluvias de menos de doscientos litros al año, con la insolación más alta de Europa y un enclave tan propicio, no es de extrañar que desde la más remota antigüedad hayan existido en la zona explotaciones salineras para uso doméstico, ganadero y de salazones.
En cuanto a su historia, sabemos que los romanos preparaban salazones en varios puntos de nuestra Bahía, como lo demuestran los restos de la factoría de Torregarcía y que comerciaban con la sal ibérica. Tan fundamental es para la vida este mineral, que en el mundo romano con la sal se pagaban los honorarios, derivando de aquí la palabra "salario".
("La sal y la Vida". Rev. Paraíso Natural, nº 4.(Almería) Págs.16-17),
Importantes espacios salineros había también en la zona de El Ejido y Roquetas de Mar (Almería), situados en la costa que se extiende a los pies de la Sierra de Gádor, cuyo origen hay que buscarlo en las marismas que existían en época fenicia. Como hemos visto, en las cartas de navegación griegas y romanas se mencionan enclaves estratégicos por su relevancia económica, como Punta Sabinar y Punta Entinas. Las Salinas de San Rafael (Roquetas de Mar) estaban junto a la ciudad romana de Turaniana. Fueron estudiadas por Lorenzo Cara Barrionuevo que nos informa de cómo formaron parte de una ruta que enlazaba con el Itinerario Antonino. Esta ruta se introducía hacia las tierras del interior desde Adra, llegando hasta Malaca (Málaga) y Cástulo, ciudad próxima a Linares (Jaén). Con la llegada de los árabes muchas de estas salinas siguieron funcionando, como vemos en algunos yacimientos datados en el siglo XI, que eran explotados por los romanos. Señala este investigador lugares como Villaricos, Torregarcía, Ribera de la Algaida, entre otros.
De formación cuaternaria, las salinas que fueron explotadas desde época prehistórica se mencionan una vez más durante el Medievo. En el siglo XI, en el reinado de Almotacín, la sal que producían era empleada para consumo local. En el siglo XVI, de las siete salineras que había en la costa de Almería, el 25 % de la sal obtenida procedían de las de Cabo de Gata, que era vendida a las factorías próximas y usada para la alimentación del ganado trashumante que en invierno acudía a los pastos de las sierras de Granada y Jaén.
Durante la Edad Media, y concretamente en el Reino de Granada (que comprendía territorios de las actuales provincias de Granada y Almería), al contrario de lo que sucedía en otros puntos de la península ibérica, la explotación salinera parece ser que estuvo en manos privadas, sin que el estado ejerciera un control directo sobre ellas. No obstante, eran propiedad de la familia real y la nobleza. Se tienen noticias en tierras del interior de productoras como La Malaha, Bácor (Guadix-Baza) y Loja (Fuente Camacho) en Granada, que pueden datarse en el periodo nazarí (s. XIII- XV); en la costa encontramos salinas también en Motril, próximas a la desembocadura del río Guadalfeo. La madre de Boabdil, Fátima al-Horra, poseyó una de estas explotaciones que vendió al “secretario real, capitán de artillería, alcaide y gran propietario en Salobreña, Francisco Rodríguez de Madrid. Francisco Rodríguez era marido Doña Beatriz Galindo, profesora de latín de la reina Isabel I de Castilla, lo que influiría en esta adjudicación (Malpica, 1981). Hay abundante información escrita de la época sobre pleitos y contratos de propiedad de estos negocios. Es conocido el caso del granadino Abul Qasim el Muley que, tras la reconquista, reclamó para su hijo Mohamed el beneficio de unas salineras que pertenecían a su familia y que habían sido arrendadas a un converso llamado Gaspar de Sevilla, comprometido a defenderlas de ataques de los piratas berberiscos. Tras la Reconquista las salinas siguieron en activo, empleándose en ella principalmente a trabajadores moriscos. Durante la Edad Media en España, el monopolio de la sal pertenecía a la Corona y eran propiedad de la misma.
Tras la conquista de Granada, los Reyes Católicos intentaron implantar el modelo castellano-aragonés en al-Andalus, ejerciendo control sobre el negocio salinero. Orientaron su política hacia un progresivo monopolio de la producción y el comercio de la sal, como ya se venía haciendo desde tiempos de Alfonso XI. En el año 1426 sabemos que el rey de Granada otorgó a un tal Francesc d’Àries el derecho de explotación y venta de la sal obtenida en sus dominios. Por algunos documentos conocemos que la del Reino de Granada se vendía en las comarcas de Baza y Guadix, siendo extraída en muchos casos por los moriscos, como sucedía en la desaparecida población de Tarval. Las salinas mencionadas del reino nazarí parece que sólo abastecían el consumo local, sin llegar a extraerse grandes cantidades. Para que la recolecta fuera mayor hubiera sido necesario invertir en infraestructuras más complejas, y en ese caso, se prefería realizar tal gasto en mejoras para la agricultura. Necesitaría además, de trabajadores dedicados a tareas de conservación y mantenimiento de las obras así como una red de comercio para su distribución.
En ese momento, los mercados estaban dominados por países extranjeros como Francia e Italia a través de los genoveses. Se tienen noticias de que productos agrícolas como la uva de las comarcas próximas eran intercambiados por la sal obtenida en Motril. Sólo Cádiz exportaba sal a gran escala a las industrias de salazones, siendo limitada la producción local en el resto de Andalucía. Las salinas, se integraban en el marco de la producción local campesina, asumiendo otras mercancías el protagonismo comercial. Tal era el caso de la seda, los frutos secos y el azúcar. (Malpica, 198¿?). Por el contrario, otras salinas generaban grandes cantidades de sal, como las de La Mata y Torrevieja. En el siglo XV contribuyeron a financiar el viaje de Cristóbal Colón por la aportación económica de su arrendatario en aquel momento, Luís de Santángel, banquero del rey Fernando V de Aragón.
Algunos historiadores suponen que las salinas de Cabo de Gata pudieron pertenecer a un monopolio del reino de Castilla y ser arrendadas parcialmente a moriscos y árabes sometidos. De hecho, en España durante la Edad Media la corona tenía el monopolio de la sal y regulaba su precio en el mercado bajo la organización administrativa llamada Estanco. En Andalucía y Murcia las salinas eran propiedad de ciudades, autoridades eclesiásticas, aristócratas y particulares. La corona se limitaba a cobrar alcabala cuando la sal era vendida. Las grandes producciones andaluzas en el Atlántico, en manos de señores locales, impidió que éstas fueran integradas en el estanco del Estado. Tanto en Andalucía como en Ibiza la sal era flete de retorno en la ruta de comercio entre Italia y Flandes, sin que se mencione la sal castellana hasta el siglo XV. Posiblemente la salinera más importante estaba en el Puerto de Santa María, propiedad de los condes de Medinaceli. Su pretensión de subir el precio de la sal provocó la protesta de pescadores y comerciantes, teniéndose que forzar el acuerdo. Otras casas nobiliarias y de grandes señores dominaban el panorama económico del negocio de la sal en Andalucía. (Miguel Ángel Laredo Quesada, ___)
Torreón de San Miguel en Cabo de Gata.
Las Salinas de Cabo de Gata a mediados del siglo XX. Controladas por oligarquías, las salinas eran custodiadas por las fuerzas estatales del orden.
En el reino de Granada existían salinas terrestres y marítimas. Entre las terrestres destacaron las de Loja, Montejicar, Bácor y La Malaha. Las marítimas más destacadas eran las de Motril, Dalías, Vícar, Roquetas y las de Cabo de Gata. Las de la Malaha y Dalías eran las más productivas y pasaron a ser posesión de la corona y el consumo de su sal fue impuesto obligatoriamente a la población musulmana. La de Loja se cedió a su concejo. Las de Motril se vendieron a Francisco de Madrid para abastecer el comercio local. Esta sal entró en competencia con la procedente del Atlántico, algo mas cara pero de mejor calidad y preferida para la elaboración de anchoas y otras conservas de pescado. Los nuevos repobladores llegados tras la conquista intentarán mantener el estatus del libre mercado en esta región. Desde época fenicia las costas del Reino Nazarí de Granada tuvieron estaciones salineras y factorías de salazón a distancias cuyo recorrido entre ellas podía hacerse a pie en menos de una jornada. Las más conocidas en la costa eran las de Cabo de Gata, Roquetas de Mar, Motril y Almuñecar.
En tiempos de Felipe II se decretan leyes que regulan la explotación y venta de la sal a través de la Real Renta de Salinas. La producción empieza a ser considerable, conociéndose por su renombre las de Roquetas de Mar y las de Guardias Viejas. En las crónicas del siglo XV las guarniciones militares de San Miguel de Cabo de Gata y de las de Vela Blanca tenían como parte de su misión la protección de estas instalaciones y de sus trabajadores. Las reiteradas incursiones de los corsarios berberiscos y los ataques de los rebeldes moriscos hicieron que esta zona del litoral fuera conocida con el nombre de Costa Pirata. La expulsión de los moriscos decretada por Felipe III (1609) supuso un gran retroceso en la explotación salinera, iniciándose un proceso de decadencia que se prolongará hasta el siglo XVIII. Será en este periodo cuando las líneas de costa se dotan de nuevas fortificaciones para evitar ataques de piratas y contrabandistas. En el siglo XIX serán adquiridas por el Estado, volviendo a caer en manos de particulares en el 1872.
En el año 1633 la Corona era la dueña absoluta del monopolio de la sal. Regulaba el comercio y fijaba el precio, obligando a su adquisición en los distintos alfolíes a través de las llamadas "rentas de la sal" (gravámenes en los impuestos) o los "acopios", cantidad determinada que forzosamente tenían que comprar las administraciones locales. Esta fórmula, principal fuente de riqueza del Tesoro, era muy impopular, sobre todo entre las clases más desfavorecidas, lo que propiciaría su contrabando. Durante el siglo XVI las manufacturas de la pesca de las almadrabas, cuyo privilegio de explotación estaba también en manos de la nobleza, necesitaban de grandes producciones de sal. Conseguirían cierta estabilidad en el siglo XVIII, en parte debido a contundentes actuaciones y protección como la del Duque de Medina.
Cinta transportadora ( Año 2010).
En el año 1869 la Junta Provisional del Gobierno surgida tras la Revolución de 1868 promulga la Ley de Minas por la que se privatizan las salinas del Estado, sometiéndolas a subasta y liberalizando el precio y la venta de la sal. En 1877 un Real Decreto establece las bases para el arrendamiento de las salinas. Fueron adquiridas por personajes de la nobleza, grupos eclesiásticos y grandes hacendados que especulaban con su comercio llegando a conseguir grandes fortunas. Fue notable el caso del Ministro de Hacienda, José de Salamanca y Majol (Marqués de Salamanca) por cuya iniciativa surgió el famoso barrio de Madrid, de cómo a mediados del siglo XIX ganó más de 90 millones de reales en cinco años, resultante de su arrendamiento al Estado. A pesar de acumular esas ingentes cantidades de dinero, moriría en la más absoluta ruina.
En 1872 las salinas de Cabo de Gata, que habían sido propiedad del Estado, pasaron a manos particulares. Diez años después fueron compradas por una sociedad francesa con sede en París creando la empresa "Salinas de Cabo de Gata". Aunque realizó mejoras en las infraestructuras y procuró que la producción fuera continuada, el negocio no resultó rentable, acumulando unas perdidas de más de un millón de francos. ("Salinas de Almería: Historia, estado actual y mejoras de que son susceptibles estas salinas" Informe del ingeniero de minas Antonio Melían y Castellanos. 15 de abril de 1909). Además de una mala gestión de los recursos salineros, entre las causas de este desastre económico hay que mencionar como durante dos años y debido a una persistente gota fría, las salinas se inundaron. Se perdió una valiosa cosecha de sal y se estropearon las reservas existentes. Posteriormente, el retraso por la limpieza de los balsones fue definitivo para su ruina. Puestas de nuevo en venta, las compró Doña Isabel Oliver y de Cueto bajo cuya dirección, y con un nuevo plan de inversiones en sus deterioradas instalaciones, empezaron a resultar rentables.
Los herederos de Isabel Oliver y de Cueto, la familia Acosta, fundó la empresa "Salinas de Almería" (1904), también conocida como "Salinera de Acosta", que integraba las de Cabo de Gata y las de Cerrillos en Roquetas de Mar. Se buscaron soluciones para evitar en el futuro nuevas inundaciones construyéndose un muro en la región de Pujaire para aislar la Rasa Chica de la Rasa Grande (1907). Se abrieron nuevos balsones y mejores caminos de acceso que facilitaran el trasporte de la sal a los embarcaderos. Muros perimetrales aislaron los cristalizadores del resto de las salinas. Se repobló de plantas autóctonas de distintas especies la zona para evitar el avance de todo aquello que pudiera contribuir al deterioro en la calidad de la sal.
Restos de estructuras de la época de máximo esplendor económico de las salinas. Edifico de antiguas oficinas.
Los motores facilitaban la entrada del agua en las balsas salineras a través de esclusas.
Bajo la dirección de Don Antonio Acosta Rodríguez se inicia una remodelación del complejo salinero, cuyo aspecto se asemeja al que ha llegado hasta nuestros días. En el año 1904 se comienza la construcción del poblado, que se terminará en 1907. Se levantó sobre un solar en el que existía un almacén de sal del siglo XVIII. Constaba de una vivienda residencial para los propietarios, casas para los trabajadores y edificios para las oficinas. Finalmente se levantó una iglesia para el culto (1907).
En el barrio concebido para que vivieran las familias de los salineros se alojaban tanto los que estaban contratados con carácter permanente así como aquellos temporeros necesarios en los momentos de máxima productividad. En la iglesia se incluyó un cementerio que contaba con una morgue en la que podrían realizarse autopsias. Ni ésta ni el cementerio llegaron a utilizarse. Se destinó un local para dar cabida a una precaria escuela para los hijos de los empleados. También hubo edificios administrativos in situ (oficinas) y nuevos canales de alimentación para las balsas, que aprovechaban la subida natural del nivel del mar para llenarse con los vientos de poniente. En unos acantilados próximos (Cerro de la Testa) se abrió una nueva entrada de agua y nuevas balsas, lo que permitió aumentar la producción a unas 90.000 toneladas anuales incluidas las obtenidas en las instalaciones de Roquetas de Mar. Con esta nueva fórmula pudo prescindirse de la máquina de vapor que era necesaria para alimentar el antiguo canal. A mediados del siglo XX se plantea la obtención de otros productos como sulfatos, bromuros y cloruros. En estas fechas se llega a producir más de 30.000 toneladas anuales que se venden directamente a Islandia para la conservación del bacalao.
Casas de los trabajadores del poblado salinero con la iglesia de la barriada.
Las viviendas respondían al patrón de casas sociales "ventana-puerta-ventana" de la Almería industrial.
Patio posterior de la iglesia, con la morgue y el cementerio. Nunca llegaron a usarse.
Nichos adosados al muro y barcas abandonadas en el patio de la iglesia.
Antigua barca para el transporte de la sal desaparecida a principios del siglo XXI. Foto: Juanjo Plaza
Cuando las salinas de Roquetas de Mar (1900) y las de Cabo de Gata fueron administradas por la familia Acosta, asumió su dirección Don Antonio Acosta Rodríguez, de la comarca de los Vélez. En 1904 y bajo su iniciativa, se constituye la sociedad anónima "Salinas de Almería" también conocida como "Salinas Acosta", a las que pertenecieron las de Cabo de Gata. En 1906 invierten más de un millón de pesetas para realizar mejoras en las de Roquetas de Mar. Las reformas estaban vinculadas a un plan más amplio que pretendía dejar a un lado las pequeñas empresas artesanales que todavía empleaban en la extracción recursos rudimentarios. Construyen un embarcadero en la Rada del Jabón (1906), dotado con vías de ferrocarril, con la idea de que enlazara con una estación de trenes que estaría situada en Roquetas, a diez kilómetros del yacimiento. Para este proyecto llegaron a realizarse las expropiaciones y los trabajos de explanación de la zona.
A principios del siglo XX se produce un intento generalizado por parte de varias grandes empresas para monopolizar el comercio de la sal en la Península. Entre ellas se encontraba "Salinera Española". En el año 1919 este consorcio era dueño de salinas en las islas Baleares (Ibiza) y tenía arrendadas las de Torrevieja (Alicante). Pretendió que se le prorrogara dicho arrendamiento, al mismo tiempo que adquiere la propiedad de algunas salinas en la Bahía de Cádiz y también las de San Pedro del Pinatar. Ante esta férrea ofensiva por el control del mercado, las pequeñas salineras se unen para contrarrestar los posibles efectos. Se organizan en otra agrupación bajo la denominación "Unión Salinera de España, S. A." (U.S.E.S.A. -1925) en la que se integran desde el primer momento las de Roquetas de Mar y las de Cabo de Gata. Al frente de ella estaba la familia Acosta. A pesar del intento de "Salinera Española" por hacerse con ellas, no conseguirá su control. Otra sociedad de la competencia pudo evitarlo pagando una importante cantidad de dinero para mantener su independencia.
Barca de vela para el transporte de la sal, en espera de ser reparada en los astilleros.
Muelle del embarcadero. Las tolvas descargan la sal en una barca para transportarla a su punto de destino.
A partir del año 1961, la Unión Salinera de España, S. A. renueva las instalaciones llegando a una producción de 30.000 toneladas. Durante los años veinte el agua entraba en los canales impulsada por molinos de viento. Poco después se construyen túneles de absorción que eran alimentados por una máquina de vapor, pero tampoco resolvieron los problemas de abastecimiento, ya que se producían constantes obstrucciones de arena provocados por los temporales de poniente. Se tenían que realizar "limpias" con demasiada frecuencia, por lo que se aborda la realización de un nuevo canal de aproximadamente cinco kilómetros de longitud. Se hace en una zona de acantilados que aprovechaba la fuerza del oleaje para recoger en agua en balsas con esclusas de regulación. Cuando la fuerza del mar no resultaba efectiva, unos motores primero de viento y luego eléctricos, impulsaban el agua. El lugar de ubicación es conocido con el nombre de "Los Motores".
El agua llena las balsas que bajan hasta charcones llamados evaporizadores, donde pierden un tercio de humedad. La última fase se produce en los cristalizadores donde por cada litro de agua se producen 250 gr. de sal. Finalmente es recolectada y trasportada hasta su lugar de almacenamiento, donde es amontonada en montañas al aire libre. Desde allí se lleva al puerto de Almería, desde donde es distribuida a diferentes mercados, principalmente a Islandia para la salazón del bacalao. En invierno se limpian los balsones y los cristalizadores preparándolos para la siguiente recolecta. En tiempos de máxima productividad la sal era depositada en vagonetas que se desplazaban sobre vías y que eran impulsadas por los mismos trabajadores o por animales de tiro. Estos raíles eran desmontables, y se instalaban en los lugares que eran necesarios para realizar las cargas.
La sal era llevada por muleros hacia los puntos de venta y consumo, pero también era embarcada en lanchones que a su vez la llevaban a barcos de vela-vapor atracados frente a las salinas o anclados en la bahía. Las barcas transportadoras eran fabricadas en astilleros que existían en la propia salinera. También contaba con un gran muelle que se adentraba en el mar, dotado de grandes tolvas que vertían la sal en lanchas con capacidad de hasta 15 toneladas. Llamaba la atención el aspecto interior de estas barcas por el color negro de su fondo, debido a la capa de alquitrán con el que se recubría para evitar la corrosión de la madera. Familias enteras se empleaban en estas tareas, sin descartar para el trabajo a mujeres y niños. Un gran contingente de trabajadores y trabajadoras eran contratados, tanto con carácter fijo como temporal. La fábrica de sal movilizaba a muchas personas y creaba riqueza en la zona. Carreteros, muleros, forjadores, carpinteros... Los pescadores tradicionales simultaneaban sus salidas a la mar con el trabajo en las salinas.
Las faenas de recolección se realizaban en los meses de junio, julio y agosto en condiciones especialmente duras. Las altas temperaturas, la humedad y el constante esfuerzo físico que suponía empujar las vagonetas con su correspondiente carga y descarga, unido a jornales que apenas permitían una subsistencia digna, hacía que el trabajo en esas tareas resultara extremo. Aún así, les proporcionaba cierta estabilidad en sus expectativas económicas. En muchas ocasiones, sobre todo a finales del siglo XIX y principios del XX, no siempre la paga se traducía en poder adquisitivo real, ya que parte de la misma podía ser abonada en especies. Por ejemplo, se tienen noticias de que a los niños les daban para el consumo familiar y a los más afortunados, unos pocos reales. A la más mínima protesta o queja, eran despedidos o, sencillamente, no volvían a ser contratados. Cuando la familia Acosta invirtió un importante capital en la modernización de las instalaciones, incorporó algunas viviendas sociales para sus trabajadores haciéndolos así más dependientes de su empresa. Incluso pensó en el adoctrinamiento religioso construyendo la emblemática iglesia que hoy pertenece al Obispado de Almería.
Las salinas de Cabo de Gata son las últimas de Almería en activo de entre todas aquellas que en su día existieron en El Égido (Guardias Viejas y Cerrillos), en Roqueras de Mar (Salinas de San Rafael) y en Pulpí (Terreros), hoy desaparecidas. La calidad de su sal, por su alto contenido en yodo resulta idónea para su empleo en la industria cárnica. Integradas desde 1925 en la Unión Salinera de España que adquirió en 1989 el grupo belga Solvay y que en 1996 pasaron a ser propiedad de la empresa Salins du Midi et de l´Est.
ENLACES Y BIBLIOGRAFÍA
LOS FENICIOS EN ANDALUCÍA OCCIDENTAL DIEZ AÑOS DE INVESTIGACIÓN (1980 - 1990) María Belén - Universidad de Sevilla
EVOLUCIÓN DEL POBLAMIENTO FENICIO EN LA COSTA MEDITERRÁNEA ANDALUZA Salvador Bravo Jiménez
LA EXPLOTACIÓN DE LA SAL EN EL MARCO DE LA ECONOMÍA DEL REINO NAZARÍ Antonio Malpica Cuello - Universidad de Granada
LAS CUEVAS DE LA RESERVA (ROQUETAS) Y OTRAS FACTORÍAS PESQUERAS DE ÉPOCA ROMANA EN LA PROVINCIA DE ALMERÍA Lorenzo Cara Barrionuevo Jorge Cara Rodríguez Juana María Rodríguez López
LA RENTA DE LA SAL EN LA CORONA DE CASTILLA (S. XIII -XVI) Miguel Ángel Laredo Quesada - Universidad Complutense de Madrid
ESTUDIO ARQUEOLÓGICO DEL ENTORNO DE LAS SALINAS DE LA MALAHA (GRANADA)Ana Ruiz Jiménez - Arqueóloga.Dirigido por Antonio Malpica Cuello - Universidad de Granada
APORTACIÓN AL ESTUDIO CON ARTES MENORES EN LA COSTA ALMERIENSE; CABO DE GATA.José Márquez Úbeda.
LOCALIZACIÓN INTRAURBANA DE LAS COMUNIDADES DE PESCADORES.EL CASO DE LA CIUDAD DE ALMERÍADiego Compán Vázquez
© Artículo - Milagros Soler - Culturandalucia.com
01.01.2010 |