Casi tres años ha
dedicado Pedro Garciarias a terminar una de sus series
pictóricas más poéticas y de mayor abstracción
espiritual. En su inspiración ha formado parte
importante la contribución de su esposa María José,
compañera inseparable y apoyo incondicional del artista
en los momentos más difíciles de su trayectoria. Ella se
encargaba de llenar los espacios de su estudio en Yegen
con aromas y colores de rosas cortadas en su jardín
alpujarreño.
Terminó la obra a comienzos del
otoño de 2012. Se concreta en dos frisos de 150 x 450
cm., cuatro de 150 x 40 cm., diez formatos cuadrados de
140 x 140 cm., seis de 110 x 110 cm., seis de 70 x 70
cm., treinta y cinco formatos verticales de 110 x 80 cm.
y cuarenta de 50 x 60 cm. También se incluye una serie
de sesenta dibujos en tinta china de 45 x 55 cm. y
pequeños formatos, quince de 20 x 20 y doce tondos
inscritos en cuadrados de 10 x 10 cm.
Como es tradicional en él, no
faltan sus característicos objetos poéticos: Una
caja de madera en rojo, con collage y acuarela; cinco
libros de artista, collage, acuarela y témpera;
partitura intervenida con collage y témpera del vals
Rosen aus dem Süden (Rosas del Sur) del músico
vienés Johann Strauss (hijo), compuesto en 1880, así
como una serie de fotografías de las rosas de su jardín
de Yegen. Se añaden doce haikus, recogidos en un
sólo papel de su colección Pliegos del Azul,
escritos durante el año 2012 y que, como acostumbra
Garciarias, suele enviar por Navidad a sus familiares y
amigos.
Partitura intervenida con collage y témpera del vals
Rosen aus dem Süden (Rosas del Sur), del músico
vienés Johann Strauss, hijo.
Dos de
los Libros de Artista y partitura de
Strauss pertenecientes a los objetos poéticos de
la serie Las Rosas.
Rosa en
llamas inspirada en el poema de Eliot y la rosa blanca
del cuadro de Rubens, Las Tres Gracias (Museo del
Prado).
PARA
VER EL HAIKU COMPLETO, PULSAR SOBRE LA IMAGEN.
Ante la dificultad de obtener
ayuda por parte de las autoridades de Cultura para
exponer su obra, Pedro se ha planteado la posibilidad de
mostrar sus cuadros en estudios abiertos, como ya se
viene haciendo en Madrid y Nueva York. La idea consiste
en abrir un estudio en días determinados, invitando a un
pequeño grupo de personas. Dadas las limitaciones de
tiempo y espacio y ante la imposibilidad de exhibir la
totalidad de la serie, ésta tendría que verse en
distintas fases. Este esfuerzo por parte del pintor nos
da indicios de la imperiosa necesidad que tiene Pedro
Garciarias en participar de su obra a todos aquellos a
los que va dirigida.
Durante el periodo que duró la
realización de esta serie monográfica dedicada a las
rosas, Pedro se rindió a la influencia literaria de
Eliot, Rilke y Mallarmé por una parte, y a Celan y el
poeta flamenco Gezelle por otra. Igualmente influyeron
en su ánimo creativo los españoles Juan Ramón Jiménez,
Acuyo, Brines, Carvajal y Soriano, así como los poetas
cubanos Martí, Lezama, y Dulce María Loynaz, ésta última
Premio Cervantes en el año 1992.
La música es parte esencial de
su obra y según declara el pintor, apareció sin
buscarla. La composición de Sofiya Gubaidúlina
titulada Homenaje T. S. Eliot basada en
sus versos de Four Quartets envolverá, entre
otras, las pinturas de esta colección. Nos dice Pedro
Garciarias sobre sus cuadros:
Las rosas evocan masas de
poderoso color rojo con contornos firmes y ligadas a un
dibujo en espiral. Alterno contraluces entre los blancos
del papel y el dibujo a grafito. El color se derrama
como una sinestesia: color y olor. Los trazos son
rápidos e instantáneos, sin retoques, como aconsejaban
los calígrafos chinos y japoneses.
Importante: el sentimiento de la curva, el movimiento
perpetuo del dibujo en la sacralidad de la forma que
descansa en la firme definición del contorno de la rosa.
Contorno, origen de todo dibujo, como nos decía Plinio
el Viejo, en su Libro XXXV de su Historia Natural. La
pincelada debería hacer sentir su volumen, tallos, peso
y nervaduras así como sus músculos, su respiración
vegetal y fluido de savia.
He tenido muy en cuenta a dos personas: Sir Cedric
Morris, el maestro antiacadémico de los años juveniles
de Freud, que defendía que lo que el artista SIENTE
sobre las apariencias importa más que lo que ve; y el
dibujo dictado por el sentimiento, puede usar la
distorsión para imprimir el cenit de la emotividad.
Y a María Zambrano, cuya
fórmula magistral para hacer arte, me la dio la
inolvidable Elsa Galle-Dehennin. Ella me dijo así:
–Pedro, para hacer
arte, si te fallaran la soledad, la independencia y la
sustantividad, será inútil cuanto hagas aunque tengas
todos los recursos.
Cuando vino a la Universidad
de Granada, en aquel febrero de 2008, también me dijo
esto:
–Abre
los ojos, abre el oído pero con todo el cuerpo, te baste
el suelo, ni más ni menos y como el amor inventa su
infinito, creo que citaba a Salinas, que tu corporeidad
parcial, leve y finita intente ir más allá de lo que
vives.
Termino con estas palabras,
si no me engaña el tiempo transcurrido hasta hoy, creo
que son de Machado, porque cito de memoria: Era un
rincón de olvido y sombra y rosas / frescas
y blancas entre lirios.
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