Por lo que su nombre tiene de significativo, el edificio conocido con el nombre Viviendas Antiguo Granero podemos interpretarlo como un ejemplo de los proyectos urbanísticos más representativo entre los acometidos en Almería a principios del siglo XIX . La llamada Almería vieja, localizada en torno a la catedral, había sido hasta entonces el lugar elegido por las clases altas para ubicar sus viviendas. La pujanza económica que protagonizó la burguesía almeriense en esos años les llevó a buscar nuevos espacios en la ciudad, que pudieron finalmente consolidarse con la desamortización de los bienes eclesiásticos decretada en 1835. También contribuyó, de forma decisiva, el derribo en el año 1855 de las antiguas murallas árabes.

Roto el modelo de ciudad conventual y consolidada la expansión hacia el levante en torno al Paseo del Príncipe, se acomete la reforma del casco antiguo para adecuar su estructura medieval a las nuevas concepciones arquitectónicas octogonales, semejantes a las que se estaban proyectando en el Ensanche. El resultado fue la demolición de importantes edificios históricos sin conseguir con eso la ordenación viaria pretendida.

Próximos a las casas de los ricos hacendados o formando parte de ellas, se habían construido alhóndigas y almacenes para guardar las mercancías con las que realizaban sus transacciones comerciales. Ya desde tiempos árabes, Almeriyya había sido puerto importante en el comercio del trigo. En época nazarí se comerciaba con él a través de contactos con las costas africanas y mediterráneas. Durante el siglo XIX y principios del XX llegaba desde lugares como Rusia y se redistribuía desde Almería. La influencia de este producto el la vida cotidiana de los almerienses ha quedado reflejada en sus tradiciones gastronómicas, como podemos constatar en su típica "olla de trigo".

Estas construcciones de almacenaje cayeron en desuso por la emigración de sus propietarios a otros puntos de la ciudad y la crisis de este cereal provocada por la guerra de Crimea entre Francia e Inglaterra contra los Romanov. Se planteó entonces la readaptación de esos locales abandonados en otro tipo de edificios que sirvieran para resolver las nuevas demandas de una población que llegó a duplicarse en su número. Contamos con ejemplos como el de la familia del político y comerciante almeriense Antonio Hernández Bustos. El pilar más importante de su fortuna era el comercio de trigo y cebada rusos.

Según nos informa Antonio José López Cruces, este burgués poseía una lujosa vivienda en el barrio de la Almedina, situada en la calle Reina. Junto a ella edificó numerosos almacenes próximos a la calle Arráez y la Placeta Muñoz, a la espalda de la Catedral. Estos locales fueron administrados y remodelados en algunos casos por el Ayuntamiento, que encargó a sus arquitectos la adaptación de los mismos. Convertidos en viviendas o dependencias administrativas, en ocasiones también sirvieron de casa-cuartel, como en este caso para el cuerpo de carabineros.

El proyecto de remodelación del antiguo granero fue asignado a Trinidad Cuartara Cassinello. El arquitecto municipal lo habilitó para dar cabida a varias viviendas, modificando su aspecto exterior y cambiando sus espacios interiores. El edificio de tres plantas fue dotado de balcones y ventanas en cada uno de sus niveles. La fachada se distribuye en tres zonas horizontales y tres verticales.

En el eje longitudinal central coloca la puerta de acceso a la que superpone dos balcones con bocel, siendo el del primer piso adintelado como la entrada y el del segundo terminado en arco de medio punto. A cada uno de sus lados se abren seis vanos correspondientes a dos ventanas en la planta baja, dos balcones en la primera y otros dos balcones en la segunda. De los quince huecos de luz, todos son dintelados con bocel y cartela central, excepto los del nivel superior que se terminan con arco de medio punto.

Desde la entrada se accede a un pequeño recibidor que presenta una portada con tres arcos de medio punto sustentados por columnas de base cuadrangular y decoración en yesería. Desde el arco central parte una escalera imperial, de peldaños con proyectura redondeada que combina tramos de giro elíptico con otros en ángulo. Los techos de sus calabazadas son de láminas de madera y su barandilla de hierro forjado.

Los cerramientos en ventanas y balcones se hacen con enrejados de hierro y puertas de madera con doble hoja y acristalamiento. Las puertas de las viviendas, terminadas en arco de medio punto, incorporan elementos de cristal. El techo se adorna con artesonado en madera con vigas en paralelo. Testigo excepcional de la historia del urbanismo almeriense, su estado de conservación actual presenta un estado lamentable de deterioro que nadie parece estar interesado en detener.

10.03.10