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Federico García Lorca

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Fortes: "Denuncié a García Montero cuando usó el aparato ideológico de clase para mi aniquilamiento"

Para los curiosos, los estudiosos, los seguidores y los críticos, he aquí la entrevista completa con el profesor José Antonio Fortes en la que se basa este artículo

  • Elena Cabrera

José Antonio Fortes, pensando la literatura desde Granada.

¿Cuál es la asignatura que imparte en la Universidad de Granada y en qué consiste? 

 

Son dos asignaturas de licenciatura las que imparto en los últimos cursos, y además unos cursos de doctorado. Sociología de la literatura española, que organizo de acuerdo con los alumnos; propongo algunos núcleos de discusión en clase, siempre dentro del siglo XX, ya en su comienzo (la coyuntura de 1868), ya en su punto de primera quiebra (1900), ya en su proceso de ruptura (las coyunturas y situaciones de 1923, 1931/36, en la guerra de clases de 1936/39 y la prolongación de sus mecanismos de represión políticosocial durante la postguerra fascista hasta 1975). De hecho, ni la guerra de clases ni el dominio del fascismo constituyen asunto de discusión en esta asignatura, por cuanto los alumnos suelen estar también matriculados, o lo han estado en otro curso, en la segunda asignatura: La literatura española desde 1939 hasta hoy: dictadura, exilio, democracia, en donde nos ocupados en concreto de esos asuntos señalados. Por ello, en Sociología…, los debates llegan hasta la guerra de clases del 36/39, y damos un salto para encargar las investigaciones de campo que versan sobre la actualidad: los alumnos habrán de investigar la producción de la cultura de Estado o cultura subvencionada, con el año eje de 1982, cuando suben los socialdemócratas a usufructuar el gobierno de los aparatos de Estado.

En cuanto a la mecánica docente, necesariamente el alumno ha de intervenir, discutiendo todos los asuntos tratados, sobre la base de escritos y documentos, artículos, poemas, libros, etc. y discutiendo lo primero mis propias palabras, mis propios argumentos, mi propio discurso de profesor con el que iniciamos las sesiones de docencia. Por supuesto, no hay exámenes sino trabajos que se valoran en su participación o en el resultado de la investigación cumplimentada por grupos de alumnos.

El curso de doctorado se centra en las relaciones y las prácticas de los escritores e intelectuales en la guerra de clases del 36/39. Su título, Intelectuales y escritores en la guerra de España. Aquí hay aun más debate, a partir de escritos y documentos que yo propongo y que aporten por su parte los alumnos. También se invitan a profesores de otras universidades a que participen en el curso; estos años últimos han venido el profesor Julio Rodríguez Puértolas y César de Vicente.    

¿En qué puntos no coinciden sus opiniones con las de sus compañeros de departamento? 

No sabría responderte en profundidad. La mecánica departamental no permite la confrontación intelectual de cada una de nuestras posturas o metodologías de estudio y exposición pública de nuestra concepción de la literatura. Sabemos cada uno por dónde va o puede ir cada quien. Sabemos que hay profesores partidarios del idealismo, del empirocriticismo, del historicismo, e incluso del espontaneísmo e impresionismo. Y también partidarios de la sociología literaria, aquella que habla del texto y el contexto y en este no coloca ni siquiera las relaciones sociales sino la sociedad así dicha, en absoluto o genérica. También, partidarios de un marxismo no originario sino pasado por intermediarios o nuevos marxistas que van adecuando las concepciones de Marx a los nuevos tiempos modernos y postmodernos, de tal suerte que todo Marx se pierde en el proceso y queda vuelto del revés. Y también, los que se mantienen sujetos a una teoría que discursea sobre sí misma, en una especie de teoricismo obsesivo, que nunca se aplica ni siquiera como herramienta de trabajo sobre el supuesto objeto de estudio, la literatura, los escritores, los intelectuales, el proceso de producción histórica de la ideología literaria en España.

Entre estos teoricistas obsesivos incluyo los llamados althusserianos.

En cuanto a mi pensamiento, reivindico una lectura directa de los escritos de Marx y Engels, en donde encuentro los conceptos fundamentales para entender las necesidades de clase que cumple la ideología, centrándola en su sectorialidad literaria y su intervención en la lucha de clases. También en Althusser, estrictamente traducido y sin quitarle los objetivos clasistas de los aparatos ideológicos. Y por fin, Gramsci, radicalmente imprescindible si consideramos a los gestores y agentes ideológicos burgueses, los escritores e intelectuales. De sus conceptos concluyo en la concepción de la literatura como un arma ideológica para la lucha de clases, en la formación de los FICs, los Funcionarios Ideológicos de Clase, para comprender a todos aquellos gestores y agentes, sus funciones, sus lugares, sus posiciones y actitudes, sus prácticas, su prestigio, su gloria y fama, etc. 

¿Cómo son sus alumnos? ¿Cómo son sus clases de enseñanza marxista de la historia de la literatura? Cuando un alumno suyo escribe en un comentario de nuestra noticia que usted en sus clases llama a Lorca maricón y fascistas, ¿qué piensa?        

Mira: quien diga que yo en mis clases llamo a Lorca “maricón y fascista”, primero y principal, ese que lo dice no ha pisado nunca un aula donde yo imparta conocimiento de las relaciones de clase de los escritores e intelectuales. Además, no sabe lo que dice, ni qué ni a quiénes reproduce. Por otra parte, los alumnos con que me encuentro cada curso vienen de cualquier rincón de Europa, en una proporción del 75 por ciento mínimo con respecto a los indígenas españoles, y todos andan igual de desinformados, lo mismo de desinteresados; vamos, que no sé ni a qué vienen, como no sea a jornadas varias de turismo cultural europeo en Granada. Con ellos intento no teorizarles para nada, sino pasar a la práctica, al conocimiento práctico de la literatura, con lecturas y explicaciones a partir de los textos leídos. Les digo que utilicen manuales, para la localización de hechos y obras, de datos y autores. Y desde el primer día paso a hacerles razonar cuanto decimos, leemos y discutimos. No oculto mis principios marxistas, pero como tú comprenderás ¡inviable e imposible el proselitismo con el marxismo, con mis palabras y enseñanzas antidogmáticas, tan contrarias a cualquier teología, a cualquier sacralización y sus artículos de fe! Y a esos alumnos ¡cómo dogmatizarlos! Me limito a hacerles pensar: a pensar la literatura, a pensar la ideología; a que piensen por qué y para qué la literatura, los tecnicismos a que se limita su historia y su práctica, la concreta circulación y sacralización de poemas y obras, de creadores e iglesias adoratrices de tales creadores los autores y sus creaciones, eterna y universalmente (¡ahí es nada!) reproducidos por los siglos de los siglos de la humanidad hasta el infinito y más allá.

El juicio Fortes contra Montero

¿Demandó usted a Luis García Montero con el objeto de reparar su honor o con algún otro objetivo?

El moralismo lo considero una trampa, para no llamar a las cosas por su nombre. En la lucha de clases no hay, no cabe moralidad ninguna, y si me apuras sólo entiendo la moral en el trabajo intelectual; aunque, por supuesto, sé que las cuestiones morales invaden la vida. Sin embargo, no es este el caso, no recurrí al aparato judicial para reparar nada, sino para utilizar las armas legales que el sistema democrático parlamentario burgués pone a mi alcance en cuanto sujeto explotado que soy, que paga sus impuestos, que es declarado sujeto de derechos como la libertad, la justicia, etc. Y utilizar sus propias armas, para delimitar el abuso que de ellas hacía otro sujeto libre, democrático, moral, etc. que pervertía los propios principios de la democracia burguesa haciendo un uso ilegal de ellos al confundir la libertad de expresión con libertad de insulto e injurias, de falseamientos y manipulación de hechos y de personas, etc. Y aun así, recurro al último de los poderes burgueses sólo cuando el señor Luis García Montero pone en marcha la maquinaria de un aparato ideológico de clase dispuesto para sus fines, a saber, la destrucción o aniquilamiento de un contrincante, de un contrario, de un enemigo, es decir, el pensamiento y la práctica intelectual que yo personifico. Porque nunca tampoco hemos de caer en otra trampa paralela al moralismo, la trampa de reducir a cuestiones personales todo tipo de cuestiones o problemas que produce la vida, vivir día a día el sistema capitalista. Porque nunca se trata de asuntos personales, ni siquiera en este caso de asuntos académicos, sino que desde el primer momento público el enfrentamiento se dirimía en el campo de las ideas, en los lugares del pensamiento y sus posiciones de izquierdas, incluso descubriéndose abiertamente en sus dimensiones políticas, en su alcance social, sin tapujos. Porque se invocaba al fascismo, se me acusaba de practicar un marxismo de cuarta fila, para acabar solicitando del aparato universitario mi expulsión, la depuración del disidente o el desviacionista o sencillamente el perturbado y criminal. Se había abierto un auto de fe, un proceso inquisitorial cuya panoplia desarrollaba la implacable maquinaria de patologización y criminalización aplicada al proletariado militante y revolucionario desde la Primera Internacional.

Había que desnudar la cuestión que de hecho se estaba produciendo, y había que hacerlo donde se estaba produciendo, en medio y con los medios del sistema democrático burgués en su fase de legitimación del capitalismo de acumulación salvaje de ganancias globalizadas. Cuando además se trata de quitar las máscaras con las que hoy el amarillismo se disfraza para infiltrarse en las organizaciones de la izquierda.   

¿Cree que la sentencia ha restaurado algo o el discurso mayoritario de los medios de comunicación lo ha impedido? 

Si entramos al trapo e incluso lo decimos con el mismo lenguaje del sistema, la sentencia en firme establece lo que es y lo que no es, hasta aquí la legítima y legal libertad de expresión y sus manifestaciones, desde aquí el ilegal insulto y el “delito de injurias graves con publicidad”. Un poder de legalización/ilegalización que en estricto sólo tiene el aparato jurídico y que funciona en conjunción con los poderes de legitimación/ilegitimación con que se arrogan los aparatos ideológicos informativos, publicistas, culturales o también los literarios. Así que no hay disyuntiva, y aun menos exclusión, sino campos diferentes aunque conjuntos de funciones ideológicas necesarias para que vivamos la vida bajo el capitalismo como la vida misma.

Con respecto a los hechos concretos que nos ocupan, el caso García Montero, en una función pues, la sentencia firme dicta su veredicto inapelable de legalidad/ilegalidad, mientras que en las otras funciones todavía estamos dirimiendo los hechos, el enfrentamiento, este episodio más de la continua lucha de clases que vivimos y cuya legitimidad/ilegitimidad no estará nunca decidida ni cerrada sino que nos atañe decidir (dejar hacer o impedir) día a día. Y en estas estamos. 

Populismo y literatura

¿Cuándo ha habido conciencia de clase en el espíritu del pueblo español que se haya trasladado a la literatura? 

“Espíritu” y “pueblo” constituyen dos ideologismos claves y fuertes de la ideología burguesa. Entremos en el que entremos, nos perdemos, nos aniquilan nuestros enemigos. Incluso iniciarse si quiera por la orilla de las aguas pantanosas o las tierras movedizas del “espíritu” y sus ectoplasmas estaba condenado al fracaso desde su otra variante ideológica, el racionalismo y empirismo burgués; cuánto más nosotros, desde posiciones marxistas. No así tanto, si nos adentramos por los campos del “pueblo”; aquí, ya sí podemos utilizar una perífrasis, ya que así lo imponen los dueños del lenguaje, para poder comenzar a entendernos en medio de tales principios absolutos o nociones (que no conceptos), y hablar en consecuencia de “pueblo con conciencia de clase”, “pueblo revolucionario”, etc. Para la burguesía en España, la del siglo XIX, “pueblo” no era más que el conjunto de contribuyentes y por tanto sujetos políticos, es decir, “pueblo” no eran más que ellos, el tercer estado, los burgueses, con toda la parafernalia de hombres de leyes y hombres de letras dedicados a producir conciencia de clase y darla para uso y consumo del conjunto social burgués (y ahí habría que situar la sectorialidad llamada literaria, toda la historia de la literatura española). Hasta que, con la Primera Internacional, el cuarto estado comienza a dejar su existencia animalesca o animalizada y pasa a exigir reivindicaciones en sus condiciones de trabajo y de vida, esto es, comienza a tomar conciencia de clase obrera o trabajadora, que no tiene más que su fuerza de trabajo, frente a los burgueses o dueños del capital (dinero, fábricas, etc.). En este punto histórico y después de muchos muertos, la clase obrera se organiza en movimiento obrero, que de inmediato es dividido internamente desde las posiciones burguesas que, para completar su victoria de clase y entre otras trampas, comenzará a producir políticas y discursos populistas: así, la participación política o sufragio universal, la literatura obrerista, la literatura verbenera y sus ideologías, etc. ¿Cómo y cuándo encontrar no populismo y sus variantes, sino “literatura obrera con conciencia de clase proletaria”? Esa es la investigación, para no seguir reproduciendo la noción de “popular”. Que ya lo dijo Juan Ramón Jiménez, intelectual orgánico de la burguesía liberal republicana, no hay “arte popular” sino “tradición popular” del arte burgués.  

Si los clásicos temas lorquianos están tan desprovistos de conciencia de clase, ¿cómo ha sucedido que Lorca se venga vendiendo desde hace tanto tiempo como el gran poeta de la izquierda? 

Nunca ni para nada la escritura de ningún intelectual orgánico “está desprovista de conciencia de clase”. Antes al contrario, su trabajo consiste en producir ideología (de clase) que organice y dé coherencia a la propia clase, y le dé razones para dominar al resto de las clases sociales, a luchar contra ellas. La literatura es un arma (ideológica, claro) para intervenir en la lucha de clases, desde posiciones clasistas, frente a las clases enemigas, etc. ¡Y yo no he hecho el lenguaje, como para vernos obligados a repetir y repetir de continuo el concepto “de clase”!

Ahora bien, que desde el idealismo se desprovea a la literatura  de ¡¡“ideologías subyacentes”!!, o en el juego complementario se le pretenda proveer de ¡¡“ideologías aclasistas”!!, o en el colmo de los cinismos o amarillismos al trabajo clasista de un intelectual orgánico de la burguesía en bloque en funciones de poeta neopopulista, nuestro Federico García Lorca, se le quiera ver “de izquierdas”, eso, eso forma parte de los montajes reaccionarios e historicistas para seguir reproduciendo ideología burguesa incluso entre y por sus enemigos de clase. Desmontar este último servicio a su propia clase de origen y pertenencia por parte de Federico García Lorca constituye el objetivo primero de mis investigaciones literarias.

¿Qué ha sucedido para que cuele y se establezca, para que se imponga este amarillismo, Lorca como poeta de izquierdas? Es muy prolijo -lo razonaré en el libro que estoy ya escribiendo, para desmontar como te digo este servicio último del mito lorquiano-, pero a la vez ofrece situaciones y razones coyunturales que puedo enumerar, algunas al menos: en primer lugar, la victoria del fascismo en 1939 y la constitución de su dominio ideológico, donde algunos FICs orteguianos encuentran reconocimiento y acomodo -hechos y situaciones falseados con categorías tales a exilio interior, resistencia silenciosa, la dignidad de la disidencia, etc.- y su exaltación generacional e individual durante la postguerra en España.

En segundo lugar, la derrota del proletariado y su pensamiento revolucionario, es decir, no estalinista ni socialista.

Y desde ahí, en una cadena (de transmisión) que comienza en septiembre de 1936 y en medio de una política de producción de ideología frentepopulista de guerra -política dirigida por los estalinistas con los aparatos ideológicos de estado, desde el Ministerio de Instrucción Pública; por si quieres tener personalizaciones del asunto, ten el de nuestro Rafael Alberti y su radical ignorancia del pensamiento marxista, del marxismo como herramienta de conocimiento y de lucha; por si quieres tener el nombre de cualquier otro aparato ideológico, ten el de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, con el espectáculo de sus congresos y escritos-, siguiéndose por todos los derroteros perdidos de las ideologías del exilio republicano, hasta producir el proceso de mitificación, de culto a la personalidad e idiosincrasia lorquiana, Lorca, el ungido poeta, el único que era único, dotado como ninguno de gracia y duende ¡donde él estaba hacía Federico!; esto es, el proceso de su sacralización, que tiene como coyuntura de inflexión los años de la falsa transición política, 1975/82, cuando se monta su proyección definitiva a los altares, en medio de las ceremonias de la confusión ritualizadas y concelebradas por toda la caterva de la iglesia ortodoxa lorquiana, con sus sumos sacerdotes, fieles y feligreses, ritos y dogmas, principios de fe y teología, etc. Hasta hoy día, cuando el ascenso irresistible de todo ello, en perfecta armonía con la producción de intereses y beneficios en dinero y en plusvalías ideológicas -al servicio siempre de los intereses y objetivos históricos del capitalismo y sus poderes de clase- alcanza su máxima forma -esto es, su formalización política y de mercado-desnudamente como marca registrada: ¡Federico García Lorca, FGL / marca registrada!   

¿Podría explicarme cómo accede Lorca a la élite intelectual burguesa y cómo se alinea en el dominio ideológico orteguiano? 

Resulta de lo más evidente, y un caso más colectivo como otro cualquiera, si vemos los hechos en la propia historia de los intelectuales orgánicos de la burguesía interviniendo en la lucha de clases durante la modernidad republicana. Desde su origen se encuentra metido en los engranajes de los aparatos de formación y selección de las élites dirigentes; desde la escuela, la enseñanza secundaria, universitaria, los aparatos ideológicos centrales y centralizados (no periféricos) tanto geográficamente (en la capital del estado) como funcionalmente, ya en torno a políticos e ideólogos directores en jefe (Ortega y Gasset, De los Ríos...), ya en redes de relaciones familiaristas, ya en el amiguismo con personalidades del campo de las artes literarias y escénicas (Marquina, Rivas Cherif, Margarita Xirgu), ya en lugares de reconocimiento y encuentro organizados por la propia clase (Residencia de Estudiantes, periódicos, revistas y editoriales, liceos, clubs), ya a la sombra de los poderes políticos y sus prebendas, sus subvenciones, sus publicismos, etc. Todo lo cual y en sus relaciones constituye un dominio ideológico de clase burguesa en bloque; por más que, desde la historia oficial establecida (desde la victoria del fascismo, 1939/75), a todo el dominio en bloque se le aplique el nombre de la fracción hegemónica y se le llame orteguismo; y por más que, en el dominio orteguiano por tanto, también nosotros sólo encontremos intelectuales, escritores, poetas, artistas, etc., esto es, FICs, Funcionarios Ideológicos de Clase.

Así que el FICs (alias) Federico García Lorca no “accede”, sino que nace y está y no abandona nunca los aparatos y lugares intelectuales que en el dominio ideológico su propia clase tiene organizados para que sirva precisamente sus intereses y objetivos históricos de dominio y dominación de clase. Y como te digo, este servicio lo cumple mucho más eficazmente después de su asesinato político en los días de la contrarrevolución (que no guerra civil, que no hubo nunca en España, sino guerra de clases) en agosto de 1936.   

Lucha de clases y literatura

En un estado con gobierno del PSOE, es más fácil organizar un márketing que funcione bien para vender productos culturales bajo una etiqueta de izquierdismo; un valor añadido para vender mejor. A su juicio, ¿hay neopopulismo disfrazado de izquierdismo en nuestra literatura actual? 

Aunque el izquierdismo tiene muchos disfraces, sin duda el populismo es uno de sus más experimentados en la historia, por sus adecuaciones a las relaciones de producción, a los cambios en las condiciones de vida y de trabajo, a los cambios sociales, etc. Ha demostrado un alto grado de rendimiento y eficacia. Hoy sin embargo no es tampoco el neopopulismo (circunscrito en principio a las coyunturas de 1923 y 1931; en 1936 se transforma en frentepopulismo, luego en frentepopulismo de guerra, etc.) la máscara más rentable, por la que los poderes capitalistas de acumulación globalizada obtengan más beneficio en dinero y en ideología servil. En mi opinión, el izquierdismo se rentabiliza más si pone a la venta como primera mercancía al propio intelectual, que ocupa lugares mediáticos (en programas de televisión, contertulios, etc.), que gestiona y dogmatiza los “valores” que proclama como principios y valores “de izquierdas”, aunque necesariamente haya de encontrarlos en la vida misma, en la vida diaria en el capitalismo salvaje, en donde su “izquierdismo” le permite actuar a la vez de chamán y de chamarilero, porque no solo cataliza como normales y naturales de la vida misma los valores de capital, no sólo así los exalta en sus discursos (poemas, canciones, novelas), sino que además vigila la socialización -la normalización, la naturalización- de su funcionamiento ideológico social.

Ah, y ya sabes que, en el mercado de los bienes culturales, el más cotizado y completo catálogo de ofertas izquierdistas de disfraces se publicita sin alias ni tapujos, sino con nombre y apellidos, vamos, a cara descubierta, con letras capitales y letreros rutilantes de ¡postmodernidad y progresía!   

¿Hay un asedio al marxismo? ¿Hay un arrinconamiento de la historia social de la literatura española? 

No, asedio no, sino aniquilamiento. Puro y duro aniquilamiento.

Y en los destrozos, entre los escombros surgen por doquier marxistas de todo pelaje ¡incluso neomarxistas que no encuentran ni nombran la clase ni las clases en las postmodernas relaciones de producción, de explotación, de dominio político, o si quieres sociales o intelectuales! ¡Dónde va un ¿marxista? sin ni siquiera el concepto de clase como herramienta fundamental de conocimiento y trabajo, de transformación del mundo inmediato! Vamos, la releche. Y no te digo nada, si pretendes ver la materialización de la lucha de clases en cualquiera de las prácticas, de los discursos, de los lugares intelectuales, de las posiciones políticas o concretamente literarias, por responder a tu pregunta.

De tal manera que, por seguir igualmente el sentido de tu pregunta, en el mercado se oferta una suerte de sociología de la literatura que ella misma a sí misma se denomina “sociología recreativa”, fíjate tú, que no pasa de ser socialidealista y cuando mucho llega a empirocritista, a historicista, a descriptivista, en fin.

¡Qué lejos hoy de aquella Historia social de la literatura publicada por los profesores Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas e Iris Zavala! ¡Ojalá que podamos actualizarla, ponerla al día, más acá de 1975! Y dado como está el mercado, ya te digo, yo propondría que se titulara nuestra publicación, porque no podría ser más que un trabajo colectivo, Literatura y lucha de clases en España, años…  

¿Existe una lucha por el poder de la cultura en España? ¿Hay bandos? ¿En qué momento se encuentra? 

No considero que haya hoy, en ninguna parte del capitalismo de globalización, ninguna lucha por el poder de la cultura. En todo caso, en la territorialidad de España hay escarceos internos o escaramuzas entre fracciones, jugando a que se pelean para dar el espectáculo que vender, la mercancía de rivalidades, de libertades contrarias, de oposición, incluso de que hay izquierdas, vamos, el izquierdismo como mercancía. Pero no, que sólo hay un único y dominante pensamiento posmoderno y progre que pide para sí el papel de poli bueno y deja el papel de poli malo a su otra cara de la misma falsa moneda de curso legal, el reaccionarismo puro y duro. Una alternativa en el poder entre fracciones turnantes (y hay datos, hechos diarios de todo ello: en la dirección de los aparatos ideológicos de clase y de estado, en cualquiera de los lugares intelectuales del funcionariado y sus jerarquías, en los FICs), que son una y la misma, con una misma política, unos mismos objetivos e intereses de clase capitalista. Una alternancia, culminación de la política populista puesta en marcha a finales del siglo XIX.

Sólo que, en la actualidad del siglo XXI, después de tantas derrotas y fracasos, tantas traiciones y entreguismos, tanto genocidio político social, tantos suicidios de camaradas, después de tanta lucha, hay o se está produciendo un pensamiento de combate, de enfrentamiento, que no es peligroso todavía porque no está organizado, pero que existe, que se va constituyendo. Un pensamiento de combate, que no exclusivamente tiene sus raíces en las herramientas de transformación y en los conceptos marxistas, sino que utilizan armas anarquistas. Armas todas ellas para el frente ideológico de la lucha.  

¿Cómo puede un medio de comunicación de masas producir noticias de manera no mercantilista? ¿O no puede? 

No puede escapar a las leyes del mercado, pero sí puede ponerlas al descubierto, no medrar a su sombra, denunciarlas allí donde se produce ¡que es en todas partes! No puedes escapar al mercado, pero tampoco a la lucha de clases que genera. Por tanto, en las relaciones mercantilistas, hagamos como los anarquistas del XIX, pongámosles arenilla, piedras, para que disfuncione al menos y al fin se rompa. En la lucha de clases, intervengamos contra las prácticas burguesas económicas, políticas, sociales, familiaristas, sexistas, ideológicas, etc., al menos con nuestras armas intelectuales. He aquí entonces el modo práctico de producir noticias contra el mercantilismo, contra el capitalismo, contra las ideologías mercantilistas, capitalistas...

 

 

 

 

 

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