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 LOS PALACIOS DE CRISTAL 

Milagros Soler  Cervantes

 

 

 

 
 

 

Cuando una persona públicamente desacreditada se posiciona abiertamente contra nosotros nos regala con su gesto una aureola de prestigio. Si además lo hace desde el más abyecto anonimato, todas las dudas sobre su sentido moral y ético quedan despejadas. Su calificación es instantánea.

Cuando una persona estúpida inventa una mentira, precisamente por ser estúpida, la falacia acaba convirtiéndose en una caricatura cómica de su ira.
 
Cuando un persona mezquina trata de igualarse a una digna, ante la imposibilidad de su pretensión, tiene que hacer uso de la difamación y la mentira para reducir el modelo a su  estatura. O utilizar a alguien que le haga ese trabajo sucio.
 
Cuando un ser impresentable, con vileza en argumentos y formas, sale en defensa de alguien, si el defendido no renuncia a esa ayuda ni se manifiesta en contra de la misma, nos está permitiendo que lo identifiquemos moralmente con su defensor.

 

PALACIO DE CRISTAL - Parque del Retiro (Madrid)
Fuente: http://www.aireg.es/wp-content/uploads/2012/09/palacio-de-cristal-del-retiro-en-madrid.jpg

 

 

“Es fácil hablar claro, cuando no va a decirse toda la verdad”
Rabindranath Tagore

 


 

Suele ocurrir que en la proyección social de nuestras identidades, cuando el Ego es tan grande que oscurece nuestra capacidad de discernimiento, el empeño en persistir en nuestro error nos conduzca a un callejón sin salida. Eso, como consecuencia de no querer aceptar la evidencia de que nos hemos equivocado. Siempre me ha costado entender la mentalidad de esas personas que cuando se está debatiendo sobre algún tema, no son capaces de reconocer sus errores con un sencillo:

“Anda, pues es posible que sea verdad lo que dices".
 
Y continuar aprendiendo.
 
Me he planteado muchas veces las razones que pueden llevarles a esa persistencia necia en su error. Pero no termino de dar con las claves. Tal vez, porque como me dijera una buena amiga, pretender comprender las razones que llevan a un loco a creerse Napoleón es imposible para una persona en su sano juicio. Sin embargo, alguna aproximación a esa mentalidad es posible hacerla. Al menos, la Psicología se ha ocupado en dar respuesta a este tipo de patología mitómana.

 

 

PALACIO DE CRISTAL - Parque del Retiro (Madrid)

Fuente: http://fotos0.mundofotos.net/2009/07_05_2009

 

 

“Podremos engañar a los hombres, pero nunca a nuestra conciencia”
Cristina de Suecia
 

 

 
Las causas principales suelen ser la evasión de la propia realidad, la imperiosa necesidad de llamar la atención, el culto irracional al propio ego, la necesidad de ocultar un exacerbado complejo de inferioridad, una patológica concepción de magnificencia, que sitúa al individuo en la inefabilidad, por encima del bien y del mal.

Realmente es muy difícil entrar en la mente de quienes se creen Napoleón. Y tal vez un tanto imbécil por nuestra parte, dedicar tiempo a esa empresa. Regalarles un espejo puede ser una solución para que nos dejen en paz. No obstante, y apuntando una evidencia diré que hay mentiras peligrosas.

Que un ladrón nos reproche que seamos honrados, no debe preocuparnos. Hay otras mentiras, que por la evidencia de serlo, no deben preocuparnos. Pero una persona difamadora, haciendo bien su trabajo, puede en un momento dado, sembrar la duda en el grupo.

Aunque en un principio sus aseveraciones sean desestimadas por la falta de credibilidad asociada a las formas, la persistencia crea malestar. Da lugar a situaciones de tensión y lo que es peor: desconfianza entre los miembros del colectivo. También ¿por qué  no decirlo?, inseguridad. En algunos casos miedo, ya que por la elaboración de la intriga, el mentiroso puede llegar a ser creído.

Automáticamente buscamos la forma de protegernos, lo que da lugar a una tensión permanente. En muchos casos, también a que tengamos que perder nuestro tiempo buscando mecanismos que nos permitan la defensa, a través de la posibilidad de un ataque.

 

PALACIO DE CRISTAL - Parque del Retiro (Madrid)

Fuente: http://arquitecturamashistoria.blogspot.com.es/2010/06/el-palacio-de-cristal-en-madrid-

 

 

“La verdad queda sobre la mentira, como el aceite sobre el agua”
Miguel de Cervantes
 

 

 
El verdadero peligro de un elemento perverso contaminante no es su riesgo de contagio, sino la duda a la que da lugar al permitir pensar que tal vez no sea el único, ya que es tolerado y admitido en el seno del grupo en el que se proyecta sus perfidias.

 

Vemos, pues que, de forma incuestionable, resultan un elemento desestabilizador. De ahí la necesidad vital que debemos tener en aislar esos sujetos. Cuando veamos que se están vertiendo falacias sobre alguien que nos es próximo, no tenemos ningún argumento convincente para negar que su próxima víctima podamos ser nosotros.

Si en nuestro entorno permitimos la posibilidad de que ese tipo de personas permanezcan, no serán sus mentiras las que hagan el mayor daño, sino la duda ante la posibilidad de que puedan existir quienes, por semejanza, están tolerando ese comportamiento.
 
Si permitimos que en nuestra periferia coexistan personas de esa calaña, deberemos estar preparados para vivir en un permanente paseo por el filo de la navaja.  Es cuestión de tiempo que se produzca la diáspora de los honestos. Me pregunto entonces, y ante una presunta permanencia de ausencia en los más mínimos principios de verdad y ética

¿Quién va a aceptar de buen grado ser relacionado un grupo que permite en su seno ese tipo de elementos? ¿Quién va a querer permanecer en él? ¿Quien va a sentirse seguro opinando en un lugar en que, por expresar nuestros pensamientos, se utilice como contra-argumento el desprestigio personal, desde la difamación anónima y cobarde?

Pienso que la credibilidad de las personas, su prestigio, respeto y consideración dentro del grupo está condicionado por mantener un comportamiento que se asemeje en sus formas, a un palacio de cristal, en el que todo el que se acerque a él, pueda ver y disfrutar lo mejor que encierre su interior.

Es posible que murmurar, dar crédito a los rumores, dudar de nuestros semejantes, forme parte de la condición humana. Pero, incluso para los no creyentes, es una meta irrenunciable aspirar a comportarnos desde la idealización de lo divino.

 

 

PALACIO DE CRISTAL - Parque del Retiro (Madrid)

Fuente: http://fabenito.files.wordpress.com/2012/06/palacio-de-cristal6.jpg

 

 

“El que no teme a las verdades, nada tiene que temer de las mentiras”
Thomas Jefferson

 

 

 

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