LA BORRIQUILLA "INOCENTA"
Cuentecillo
para superar las crisis
Milagros Soler
Cervantes

Estaba yo inmersa en una de esas
crisis que te producen gentes que no merecen la pena cuando me llegó el correo
de un amigo, a forma de consuelo y moraleja, con una historia singular. Dicen
que circula por Internet...
Os la contaré como la recuerdo.

Pues érase una vez un
campesino descuidado e indolente que tenía una borriquilla.
Por cosas de la dejadez de su amo, un día el animal cayó en un pozo.
Aunque en un principio intentó sacarla de allí con la intención de poder seguir
utilizándola en su trabajo, después de ver lo inútil de su esfuerzo, pensó para
su capote:
—Últimamente no me obedecía. Además, es tonta. Seguramente estará herida, se habrá roto una
pata y no será como antes. Tendré que sacrificarla de todos modos, así que mejor
la dejo ahí.
Llamó entonces a varios jornaleros para que le ayudaran a echar tierra al pozo.
Al principio, el animal miraba hacia arriba, con extrañeza ante la conducta de
sus amigos
los humanos, para los que había estado trabajando hasta entonces.
—¡Que forma de ayudarme tan rara!, pensó Inocenta.
Así era como se llamaba la
ingenua équida.
Tardó mucho tiempo en aceptar y en darse cuenta de que lo que pretendían no era
ayudarla, sino todo lo contrario. Al
principio, el dolor y el desengaño no le permitieron reaccionar. Estaba atónita
ante tan cruel e inmoral espectáculo.
Luego intentó desesperadamente sacudirse la tierra que arrojaban sobre ella.
Era inútil. Sólo conseguía cansarse.
De pronto, rendida, triste y cabizbaja, detuvo su lucha. Pensaron los
enterradores que, por fin Inocenta había aceptado su destino.
Suspiraron tranquilos y siguieron con su pérfida labor.
Entonces vieron como la borriquilla se situaba junto a una de las paredes del pozo y cada
vez que caía un montón de tierra, se subía sobre él.
Desde le exterior, los humanos, con más rapidez y furia se empeñaban en tapar
el pozo para
terminar de una vez por todas con tan lamentable episodio. Pero Inocenta repetía una y otra
vez la misma operación.
Finalmente, cuando la tierra llegó a la superficie, miró de frente a los
amigos que le habían ayudado a salir y, trotando feliz por el camino, se alejó
definitivamente de ellos, contenta y consciente del peligro del que se había
librado.
El campesino lamentó la pérdida irreparable de aquella inteligente borriquilla,
diciéndose a sí mismo:
— Inocenta, que no tonta.
Aunque alguno de los admirados
espectadores le pidieron que se quedara y en el pueblo se siguió hablando
de su hazaña, nunca más volvieron a verla.


Sobreponerse a los problemas que nos
va planteando la vida, es la moraleja.
Avanzar, dejando atrás a los falsos
amigos que pretendan utilizarnos, es la consigna.
Por lo que entendía de suelos la
noble bruta, creo que era Arqueóloga.
A buenos entendedores...


Granada, Julio de 2005
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