La Virgen, el Poder y la soberbia
Cuando en un colectivo se enfrentan dos puntos de vista absolutamente distintos y elegir una opción es condición sine qua non para la gobernabilidad del mismo, la responsabilidad de aquellos que ostentan el poder alcanza su máxima expresión. No siempre las autoridades, ya sean civiles, militares o religiosas, tiene el acierto de actuar con la sabiduría salomónica, capaz de conciliar intereses, resolviendo el conflicto de la manera más justa y generosa para todos. En el ejemplo de mala gestión de poder que expondremos a continuación, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Imaginemos una barriada marinera, olvidada por la Administración, en cualquier punto costero de nuestra ciudad de Almería. Imaginemos un pueblo, cuya identidad y cohesión están vinculadas a sus tradiciones religiosas. Imaginemos un párroco que tiene serias dificultades de comunicación con sus feligreses, mediatizadas o no por las influencias de su entorno. Bajo las circunstancias que sean. ¿Cual sería la reacción de la comunidad que regenta dicho párroco como máxima autoridad espiritual y religiosa, si prohibiera una de sus manifestaciones populares mas arraigadas y emblemáticas: la procesión en barco de la Virgen del Mar? ¿Que pensarían los ciudadanos, creyentes o no, ante el hecho de ocultar información sobre la restauración de la imagen (no debidamente consensuada, a pesar de ser un patrimonio colectivo), o silenciar la idea de prohibir un acto religioso de esa importancia ? Con apenas dos o tres días de antelación, conocieron los vecinos la decisión de cambiar el rostro de su patrona. Hasta horas antes de que la Virgen tuviera que salir a reunirse con sus pescadores, nadie sabía cual sería la decisión final del sacerdote que tenía que autorizarla. ¿Quien no interpretaría los acontecimientos como una manipulación maniquea de los hechos? ¿Como no creer que se pretendía con todo esto, evitar que estas actuaciones pudieran ser denunciadas en el Obispado? La lectura de estos sucesos adquiere nuevos matices cuando la excusa que se da como argumento para dicha prohibición (deterioro de la imagen de la Señora), sirve solamente para evitar UNA de las procesiones de esa semana de Homenaje: la de los marineros. Grupo de población más humilde de una barriada que adquiere su idiosincrasia por serlo de pescadores. Sin embargo, con la Virgen igualmente deteriorada y un viento de Poniente "que levantaba las piedras", como suelen decir por la región, se permitirá la llamada "procesión terrestre" por el Paseo Marítimo, en la que la participación "económica" de los parroquianos es mayor. El Poder tiene la obligación de escuchar, conceder y explicar sus decisiones a los ciudadanos a los que sirve. Otra cosa sería despotismo. No basta con refugiarse en dudosos argumentos de fondo conservador o progresista, en lo que a temas de religión se refiere, y desde ese posicionamiento, negar un derecho adquirido a lo largo de los años. Mucho menos sin contar con el beneplácito de autoridades de mayor instancia. No es lícito que una abierta y manifiesta animadversión personal a las procesiones, desde el ejercicio de la autoridad, se permita el capricho de erradicar, si más explicaciones, una tradición que cuenta con una existencia de siglos. No sirve escudarse en la presunta ignorancia y superstición de aquellos cristianos que interpretan la espiritualidad desde sus vivencias, y que han sido educados en esas formas de fe. Sus esfuerzo por sacar a la Virgen del Mar con los medios que tienen a su alcance, hablan por sí mismos. Humildes si se quiere, pero revestidos de un esfuerzo personal, emotivo y económico dignos de alabanza y que ponen con ello, en la corona de su Patrona, la joya mas preciada que puedan ofrecerle sus fieles. Nadie, absolutamente nadie (mucho menos, alguien ajeno e insensible a esta forma de vivir la religión), tiene derecho a quitarles lo que, por conformidad, tradición y consenso, se han dado los vecinos, desde el seno de la Iglesia, a sí mismos. Máxime, si además constituye un hecho cultural y espiritual, nacido del mas noble e ingenuo sentir de los creyentes. Podremos criticar muchos aspectos formales de la Religión. Podremos, desde un punto de vista racionalista y aconfesional, discutir el mismísimo sentido de la Religión. Pero defenderemos siempre los argumentos de Libertad de todos aquellos que quieran ejercer su derecho a practicar los ritos de su fe, como mejor entiendan que deben hacerlo. Ya sean judíos, cristianos o musulmanes.
Vecinos de Cabo de Gata, manifestándose delante de la iglesia, reivindicando sacar la procesión. Agosto, 2006
El caciquismo chamánico y el fundamentalismo intransigente ante el clamor popular no han sido nunca buenos consejeros para los guías espirituales. Ya sean sus protagonistas "ministros" de Jehová, Yavéh o Alá. Ya sean tradiciones de Israel, el Golfo Pérsico o del mismísimo Cabo de Gata. Afortunadamente, en el ejemplo que hemos expuesto hoy, los máximos responsables en la inflexión del problema, actuaron y decidieron desde le saber escuchar y el buen hacer, tal y como se esperaba de ellos Cuando esos altos dignatarios de la Iglesia, cumpliendo lo prometido públicamente en distintos medios de comunicación, uniéndose a los marineros y pescadores de Cabo de Gata. acudan a despedir a la Virgen en su viaje de restauración, con todos los honores que Esta se merece, empezarán a estar en orden todos los equilibrios rotos. Solo entonces, la hornacina que la Señora dejará temporalmente vacía se ocupará, hasta su regreso, por la esperanzada ilusión de todos aquellos que han luchado, desde lo mejor de sí mismos, para hacer posible el pequeño milagro: Que el próximo año, Nuestra Señora del Mar vuelva a ser mecida y acariciada por las mismas aguas que bendice. Para que pueda escuchar, desde su barca engalanada por la alegría y la fe de sus gentes, ese tributo de Vida que le rinde, solemne y emocionada, la profunda voz de la sirena del Faro.
Imagen de Nuestra Señora del Mar de Cabo de Gata Granada, 1 de Septiembre de 2006 |