LA FIESTA DE LA CRUZ DE MAYO EN GRANADA Artículo: Milagros Soler Cervantes
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LOS ORÍGENES
Todas las culturas, desde la más remota antigüedad, han celebrado la llegada de la Primavera con rituales de consagración a los dioses de la Naturaleza. Para las sociedades agrícolas contar con el favor de estas divinidades tenía una importancia trascendental, ya que de las cosechas dependía gran parte de la subsistencia. Son muchos los historiadores y antropólogos que se han ocupado de averiguar el origen de las fiestas que han llegado hasta nuestros días y todavía celebramos. En Europa, casi todas explican sus raíces desde el mundo greco romano, que a su vez recoge cultos de religiones neolíticas o protohistóricas con elementos comunes en toda la geografía del Viejo Continente.
En Inglaterra, se vincula con la leyenda celta de Beltane o Fuego brillante; en Francia con la Reina de Mayo o Reina Maya, simbolizadas en jóvenes vírgenes. En Suecia se elegía al Conde de las Flores en el transcurso de una verbena popular, durante la última noche del mes de Abril. En Toscana (Italia) un personaje llamado Calendimaggio rememora los cultos al dios Apolo. En la Grecia clásica encontramos la leyenda de Attis (en lengua frigia, macho cabrío; también el hermoso), que bien podría servir de ejemplo como modelo de este tipo de soporte ideológico.
En Europa la Fiesta de la Cruz tiene orígenes paganos enraizados con el mundo greco-romano y celta
La leyenda de Attis, Agdistis y Cibeles refleja las variantes mas comunes en todas las fiestas mayas. Son celebraciones en las que la Naturaleza parece dislocar el sentido de dioses y mortales, haciendo que estos respondan a sus instintos amorosos o carnales, de manera irracional e incontrolada. En la antigua Roma, las fiestas de la Primavera se vinculaban a la diosa Flora. Las Floralias tenían lugar a finales de Abril y primero de Mayo. Parecidas a las Saturnales, la sexualidad y la fecundidad femenina se presentan relacionadas con el renacer de la vegetación, que tiene lugar en esa época del año.
Las fiestas de mayo se relacionaban con la sexualidad y la fecundidad femenina.
El Concilio de Nicea fue decisivo para consolidar la Cruz como emblema contra los paganos. Constantino y su madre Santa Elena propiciaron este pensamiento difundiendo la leyenda de la aparición milagrosa de la Cruz, que alentaba al emperador en su lucha contra los infieles, bajo la consigna In hoc signo vincis (Con este signo vencerás). Durante la Edad Media se convirtió en señera épica contra el Islam. Durante el Renacimiento, todavía quedaban vestigios de los cultos paganos greco-romanos en muchos países de Europa, como es el caso de Italia, Francia o España, que el periodo Barroco llegó casi a extinguir.
La Iglesia se esforzó por borrar todo vestigio pagano, condenando el desenfreno y lo que calificó de libertinaje de la la fiesta. En el caso de las cruces de Granada y Andalucía en general, la tradición se vincula a la antes citada Leyenda de Constantino y su madre, Santa Elena. Hemos podido comprobar, siguiendo la trayectoria de otras mitologías, que la fecundidad femenina y de la tierra, el árbol y la cruz se relacionan estrechamente. La cruz adopta la simbología comprendida en los ciclos de vida, muerte y renacimiento. En la Lex Romana Visigothorum sancionada por Recesvinto ( año 654 d.d.C.) y en el Leccionario de Silos (año 650 d.d.C.) se cita el dies Santae Crucis comparándola con las de mayor entidad del ciclo litúrgico en España. El símbolo pagano del árbol fue sustituido por el cristiano de la cruz, dando lugar a un sincretismo religioso cuyas celebraciones han perdurado hasta nuestros días.
En Granada la tradición ya la encontramos documentada en catecismos y liturgias mozárabes, dado que su culto estaba muy enraizado en la comarca. En la catedral de Guadix se conserva una reliquia de la Santa Cruz en la que murió Cristo. El aspecto moderno de la fiesta y sus años de máximo esplendor tenemos que buscarlo hacia los siglos XVIII y XIX, iniciando su declive a principios del siglo XX.
Nacimiento-Muerte-Resurrección es lo que se conmemora en el periodo litúrgico denominado Semana Santa, aunque de una forma más intensa y dramática. Como ya dijimos cuando hablábamos de los precedentes rituales de la Noche de Difuntos, durante la Semana Santa el gran totem ancestral representado por la Cruz, sostiene en sus brazos de madera, el cuerpo de Jesús, que representa la Vida. La cruz es la abstracción de los cuatro puntos cardinales y por lo tanto, del Universo en cuyo centro se sitúa el Crucificado.
En el caso de la Semana Santa, la celebración adopta carácter publico y colectivo, con marcado sentimiento luctuoso. Otra celebración religiosa de gran relieve en Granada es la festividad del Corpus Christi. En este caso, la Vida se interpreta desde la solemnidad, sin las connotaciones trágicas de la muerte ya que esta, finalmente, ha trascendido. Sin embargo, la Fiesta de la Cruz de Mayo, aunque también anuncia y celebra la llegada de la Primavera, como heredera de su pasado unido a divinidades como los amantes Attis y Cibeles, o las diosas Démeter, Ceres y Danae, se celebran desde un ánimo lúdico y jocoso, que en su origen se mantenía dentro del ámbito privado pero que finalmente se trasladaría al colectivo.
LA FIESTA
Seguramente, siguiendo la tradición intimista de los carmenes árabes, en Andalucía la fiesta de la Cruz de Mayo se celebraba antiguamente en el interior de las viviendas. En sus patios construían altares en los que se levantaban cruces adornadas con guirnaldas de flores. Junto a ellos se ponían como adorno objetos de prestigio. Aunque la intención era de honrar con las mayores riquezas el símbolo cristiano, no dejaba de ser una muestra de ostentación de riqueza, muy cuidada, por parte de sus dueños. So origen se pierde entre las brumas del tiempo, vinculándose su celebración a ritos ancestrales.
Piezas de cerámica, de cobre, mantones de Manila y todo aquello que implicara abundancia, era seleccionado para ser exhibido en esas ocasiones. Plantas, frutas, cereales y en definitiva todo lo relacionado con la vegetación típica de esa estación del año, también tenía en ella su espacio. En torno a la cruz se reunían amigos y familiares, organizando recitales de baile y coplillas , en las que todas tenían como motivo la exaltación de la Cruz y la Primavera.
Los patios andaluces, siguiendo las tradiciones del recogimiento religioso árabe, adornaban sus altares con objetos de prestigio.
La música era un elemento que no podía faltar en esta ocasiones. No era raro escuchar algunas cancioncillas populares con letras un tanto irónicas aludiendo a la relación de las parejas, o sencillamente, en tono desenfadado no exento de toques de humor. Incluso llegaban a establecerse rivalidades líricas entre los que las interpretaban, improvisando muchas veces la letra de las canciones. Era una especie de concurso trovero como los que tenían lugar entre los vecinos de las Alpujarras. En los barrios, las clases menos pudientes organizaban cruces colectivas en plazas y corralas, en las que los vecinos prestaban sus mejores ajuares para que sirvieran de adorno en los altares. Existía gran competición y rivalidad entre ellos, llegando en muchas ocasiones a enfrentamientos de tal violencia, que las autoridades tenían que llegar a intervenir.
Se rendía culto a la Cruz tanto en las grandes ciudades como en los pequeños pueblos y pedanías.
Portadas para conmemorar el Día de la Cruz del periódico El Ideal de Granada de los días 4 y 5 de mayo del año 1935.
Las cruces se montaban en la madrugada del día 2 de mayo; es decir, la víspera de la fiesta. Cuando estaban terminadas, se establecía la llamada vela de la cruz, en la que algunos devotos la custodiaban en oración, pero también vigilando los bienes comunales que en ella se habían depositado. A esas altas horas del amanecer ya se iniciaban los primeros paseos de los más curiosos para ver los resultados obtenidos por sus vecinos y rivales. Al día siguiente se celebraban misas al aire libre y en el interior de las iglesias. El resto de la jornada se dedicaba a honrar a la Cruz, con cantes y bailes, comidas y oraciones.
Algo que no podía faltar en ninguna cruz es un pero, pinchado con unas tijeras. Según la tradición, con eso se da a entender a los pretendían criticar la estética del altar que esa opinión o actitud se corta de raíz con unas buenas tijeras. También se coloca un plato, brasero de cobre o cualquier recipiente en el que los visitantes deben depositar unas monedas (chavicos) en aquellas cruces que han llamado más su atención. Era una especie de reconocimiento en forma de limosna, que luego era repartida entre los más necesitados.
Igualmente resulta interesante ver como los niños asumieron la fiesta. Fabricaban sus pequeñas cruces portátiles que paseaban por la ciudad, recogiendo monedas que en este caso terminaban siendo cambiadas por golosinas. Antiguamente era frecuente escuchar en patios y plazas, entre buenas tapas y manzanilla, letrillas como estas:
ENLACES RELACIONADOS
El día de la Cruz en Granada. Introducción etnológica Ensayo sobre fiestas populares de Los Pedroches El Chacarrá (II)Día de la Cruz en la Prensa Local
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