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Elena Martín Vivaldi

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Biografía.

 

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ELENA MARTÍN VIVALDI (1907 - 1997)

 

 

 

Nació el 8 de Febrero de 1907 en Granada (España). Su familia pertenecía a la burguesía universitaria y progresista de la capital. Fue su madre Elena Vivaldi Romero, de ascendencia italiana, y su padre el afamado catedrático de Ginecología D. José Martín Barrales y primer alcalde republicano de la ciudad; posteriormente ocuparía el cargo de Presidente de la Diputación de Granada. Pasó la infancia con sus cuatro hermanos y sus padres en la casa que con anterioridad había pertenecido a Francisco de Ayala. Situada en la antigua calle Canales, poseía un cuidado jardín que su antiguo propietario describiría en el libro "El jardín de las delicias. Siempre se sintió apoyada por su padre, que le animó en todo momento a continuar con sus estudios, conociendo el talante inquieto e inteligente de la niña. 

 

Inició su andadura escolar en el Colegio "Riquelme" y sus primeros estudios de bachillerato en el conocido instituto granadino "Padre Suárez", al que asistía sólo para realizar los exámenes, ya que en ese momento sólo había alumnos masculinos. Posteriormente se diplomó en Magisterio y continuó licenciándose en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada (1931-1938), siendo una de las primeras mujeres universitarias en la provincia. Su breve experiencia como profesora la deja reflejada en "Un día cualquiera". Al fallecer su padre (1939) y terminar la Guerra Civil española presentó oposiciones para optar a una plaza en el Cuerpo de Bibliotecas, Archivos y Museos (1942). Conseguido el puesto de trabajo como archivera, tuvo que desplazarse a Huelva donde tomó posesión de su plaza.

 

También fue profesora de latín en el Instituto de Enseñanza Media de Osuna (Sevilla, 1939-1942). Luego se trasladó a Sevilla, donde prestó sus servicios en el Archivo de Indias y finalmente consolidó su destino en la Universidad de Granada, donde impartió clases como profesora adjunta de la asignatura de Latín. Hasta ese momento, su precariedad económica llegó al extremo de apenas tener dinero para mantenerse. Cuenta Gil Graviotto en un ensayo que hace sobre Elena que, en cierta ocasión, se emocionó con la alegría de una niña cuando su hermano Victoriano le regaló un pan blanco comprado de estraperlo en la granadina Plaza de la Trinidad.

 

En el año 1945 salen a la luz sus primeros poemas poética, bajo el título "Escalera de luna", editada por "Vientos del Sur". Su especial sensibilidad para interpretar el entorno, la independencia económica obtenida al consolidar un puesto de trabajo  y el hecho de estar permanentemente rodeada de libros la convirtió en una de las personas de referencia en el entorno intelectual de la capital. Su obra se publicaba en revistas literarias y se leían y comentaban en los ateneos. Su primera publicación se recogió bajo el título "Escalera de la luna" (1945).

 

En el año 1948 Elena regresa definitivamente a Granada, encontrando trabajo en las bibliotecas de las facultades de Medicina y Farmacia. En ésta última obtendrá el título de Directora que mantendrá hasta su jubilación en el año 1977. Durante los años cincuenta participó de las inquietudes del grupo "Versos al aíre libre", en cuyas tertulias participaban los poetas Miguel Ruiz del Castillo, Rafael Guillén, J. G. Ladrón de Guevara, Juan Gutiérrez Padial, Julio Alfredo Egea, Trina Mercader, María de los Reyes y José Carlos Gallardo, entre otros.

 

 

Elena fotografiada con poetas del grupo "Versos al aíre libre" en Sevilla (1965)

 

De izquierda a derecha: José Guevara, Trina Mercader, Elena martín Vivaldi,Mª de los Reyes,Julio Alfredo y Rafael Guillen.

Fuente: http://www.julioalfredoegea.com/galeria1.htm

 

Será en estos años cuando escribe uno de sus libros más trascendentes: "El alma desvelada" (1953). Para muchos investigadores, Elena constituye el enlace entre los planteamientos estéticos de la Generación de 27 y la tradición poética heredada de grandes poetas andaluces como Juan Ramón Jiménez o Gustavo Adolfo Bécquer. Buscando su propia vía de expresión, se apoya en estos clásicos, estableciendo su personal distancia e independencia de tendencias como las que siguieron, el también poeta granadino Federico García Lorca o el gaditano Rafael Alberti. Soledad, desengaño y despecho son los sentimientos que destacan en sus versos, resultado de la situación personal que protagonizaba entonces. 

 

Dotada de cierto atractivo en su juventud como puede verse en las fotos de esa época de su vida, su carácter rompedor e independiente no facilitó la relación con sus pretendientes. Prometida con un muchacho de nombre José Martínez, el hecho de que éste decidiera casarse con otra mujer la marcaría para siempre. El desengaño amoroso se verá reflejado en los versos que escribiera, con melancolía y desgarro, en "El alma desvelada". Manuel Maldonado, que ilustrará la primera edición, deja reflejado el estado de ánimo de la "poeta" en su dibujo-retrato con el que se inicia la obra. En ella podemos leer:

 

Tú puedes unir todas tus caricias

y formar una cadena sola

que rodee y acaricie el cuello que es de ella...

puedes reírte y decir "pobre Elena".

 

Su lenguaje, directo y lírico, cotidiano y sublimen, la convierten en una  poetisa de marcada personalidad, desvinculada de las corrientes al uso utilizadas entre sus contemporáneos. Pionera en abrir caminos en el ámbito intelectual de su tiempo, dominados por perfiles masculinos, en sus escritos se refleja su soledad existencial, su amor por la naturaleza y la capacidad de crear sus propios espacios metafísicos. Podemos recorrerlos con ella a través de la lectura de  "Cumplida Soledad" (1958), soledad que describe como impuesta desde el exterior y que solamente se puede asumir y aceptar. En "Arco de desenlace" (1963) la Naturaleza irrumpe de forma casi panteísta, con exaltaciones a la lluvia, los árboles, el amarillo como color simbólico del amor y la vitalidad... 

 

Ficha de identidad de Elena para la Facultad de Filosofía y Letras de la  Universidad de Granada

 

 

En "Materia de esperanza" (1968) muchos han querido ver la transmutación de su ausencia de maternidad en la pasión por la poesía, auténtica "materia de esperanza" ante una soledad impuesta y a la vez, elegida. No concebimos el sentimiento de frustración en una mujer de la entidad de Elena, tal y como se ha venido expresando en algunas de sus biografías. En "Durante este tiempo" (1971) volverá a hacer uso de su personal neo-romanticismo, al que será fiel durante toda su trayectoria poética.

 

 

Escultura realizada por José A. Castro Moreno a Elena M. Vivaldi

Situada en la Avenida de la Constitución, Bulevar de Granadinos Ilustres (Granada)

 

El tema existencial de la muerte, la exaltación de la naturaleza, la consolidación de su soledad aceptada y el amor universal serán la principal materia con la que construya su libro "Durante el tiempo", obra de la que la autora se sentía especialmente orgullosa. De alguna manera, supone una ruptura con todo lo que había hecho hasta entonces. En esta controlada renovación de su arte tuvieron mucho que ver sus tertulias en el Café Suizo, la nueva editorial catalana "El Bardo" dirigida entonces por José Batlló. Con "Nocturnos" (1981), un título con reminiscencias románticas,  demuestra su absoluto conocimiento sobre las tendencias que estaban en uso por los poetas jóvenes en los años ochenta.

 

La tristeza, que no el pesimismo, se vincula al romanticismo cuando, en sus primeros tiempos,  escribe bajo la influencia de Gustavo Adolfo Bécquer o Juan Ramón Jiménez. Durante la década de los años setenta del siglo XX alcanza su madurez artística. En el año 1985 se publica su obra completa con el título "Tiempo a la orilla. 1942 - 1984". Son dos volúmenes que compilan toda la obra de la autora escrita hasta ese momento con varias composiciones inéditas. "Desengaños del amor fingido" se publica como obra independiente por una editorial malagueña en el año 1986, pero ya habían sido editados en "Antología poética en honor a Soto de Rojas" por la Universidad de Granada en 1984. Después del año 1985 sólo aparecerán unos cuantos poemas, pudiendo afirmarse que tras "Desengaños del amor fingido" la obra potencial de Elena quedaba prácticamente concluida. En 1990 en "Con sólo esta palabra" rinde homenaje a su paisano Federico García Lorca. En prosa escribirá "Los idiomas del silencio", en el año 2005. Dos años después fallecerá en Granada, ciudad que la vio nacer.  

 

"El Jardín amarillo". Cuadro emblemático de la exposición "El Jardín amarillo" de Pedro Garciarias, dedicada a Elena Martín Vivald

Cuadro emblemático de Pedro Garciarias para la exposición en homenaje a Elena. Granada, 20007

 

Su afán por explorar todos los rincones del alma humana y su dominio de la métrica la hacen referencia inexcusable de las generaciones que le sucedieron.  Femenina, inteligente, culta, liberal, equilibrada y con carácter. Así la definía su sobrina María Elena Martín Vivaldi con motivo de la conmemoración del centenario de su nacimiento. También se unirá a este homenaje el pintor cubano afincado en Granada, Pedro Garciarias en su exposición "El jardín amarillo".

 

Con el paso de los años su salud empezó a resentirse, sufriendo fuertes dolores de espalda producidos por el progresivo encorvamiento de su columna vertebral. Sin embargo, conservó intacta su lucidez mental hasta el mismo momento de su muerte, que se produjo a la la ciudad de Granada, a la edad de noventa y un años.

 

De estilo refinado y elegante, en toda su obra se observa un destacado amor a la naturaleza, en la que seguramente se refugiaba en sus momentos de acompañadas soledades. Según ella misma declaró, encontró muchas veces la inspiración en un ginkgo biloba que podía contemplar desde su despacho de la Facultad de Derecho. Seguramente a él esté dedicado el poema: B

Un árbol. Bien. Amarillo
de otoño. Y esplendoroso
se abre al cielo, codicioso
de más luz. Grita su brillo
hacia el jardín. Y sencillo,
libre, su color derrama
frente al azul. Como llama
crece, arde, se ilumina
su sangre antigua. Domina
todo el aire rama a rama.

Todo el aire, rama a rama,
se enciende por la amarilla
plenitud del árbol. Brilla
lo que, sólo azul, se inflama
de un fuego de oro: oriflama.
No bandera. Alegre fuente
de color: Clava ascendente
su áureo mástil hacia el cielo.
De tantos siglos su anhelo
nos alcanza. Luz de oriente.

Amarillo. Aún no imagina
el viento, la desbandada
de sus hojas, ya apagada
su claridad. Se avecina
la tarde gris. Ni adivina
su soledad, esa tristeza
de sus ramas.

                                          Fue certeza,
alegría – ¡otoño! - . Faro
de abierta luz.

                                        Desamparo
después. ¿Dónde tu belleza?

En sus escritos adquieren protagonismo jardines y mares, identidades espirituales y colores llenos de luz y vitalidad. Soledades, desengaños, ilusiones...Se relacionó intensamente con distintos movimientos de poetas andaluces, participando en reuniones y certámenes literarios, tanto con aquellos con los que compartiera las experiencias de posguerra  como con las jóvenes generaciones que iniciaban su andadura.

 

Nota manuscrita de Elena M. Vivaldi  expresando su admiración por Federico García Lorca

 

Escultura realizada por José A. Castro Moreno a Federico García Lorca

Situada en la Avenida de la Constitución, Bulevar de Granadinos Ilustres (Granada)

 

A lo largo de su vida recibió el reconocimiento a su obra a través de diversos premios. Fue nombrada Hija Predilecta de Granada (1988) y recibió la Medalla de la Real Academia de Bellas Artes. También recibió galardones de la Facultad de Filosofía y Letras en la que cursó sus estudios y la de Farmacia, en la que trabajó como bibliotecaria. En su ciudad natal tiene placas conmemorativas y monumentos. El más popular es una escultura realizada por José A. Castro Moreno en la Avenida de la Constitución y que fue donada por la entidad financiera Caja Granada.  Allí, en el bulevar conocido como el de los "Granadinos Ilustres", próxima a su paisano Federico García Lorca, sentada en un banco sostiene entre sus manos un libro de poesías cuyas hojas sostienen un manojito de rosas.

 

 

Escultura realizada por José A. Castro Moreno a Elena M. Vivaldi

Situada en la Avenida de la Constitución, Bulevar de Granadinos Ilustres (Granada)

 

Sus obras han sido reeditadas y compiladas bajo distintos títulos, encargándose de ello renombrados escritores como los poetas granadinos Antonio Carvajal  o Luís García Montero. Aunque la obra de Elena Martín Vivaldi ha trascendido y entrado a formar parte de la literatura universal es poco conocida en la ciudad que le vio nacer. Vinculada con la tradición melancólica romántica de la poesía andaluza, admiradora de Machado, Juan Ramón Jiménez y Bécquer, sus poemas adquieren identidad propia por su forma de unir lo sublimen a lo cotidiano, la vida y la poesía. Lectora insaciable de la literatura del Siglo de Oro español, admiradora de Lope, Garcilaso y San Juan de la Cruz, pero también a los que fueron sus contemporáneos: Vicente Alexandre, Salinas, Alberti, Lorca, Miguel Hernández o Jorge Guillén.

 

 

Detalle de la escultura realizada por José A. Castro Moreno a Elena M. Vivaldi

Situada en la Avenida de la Constitución, Bulevar de Granadinos Ilustres (Granada)

 

Muchos investigadores ven en las composiciones de Elena ciertos tonos de tristeza atribuidos a la ausencia del amor y la maternidad, pero exentos de pesimismo y siempre dotados de serenísima esperanza. De brillante inteligencia y notable erudición, en el tiempo que vivió, su soledad era una condición anunciada, tal vez sacrificada en aras de la libertad personal y su independencia a ultranza. Vivió, como ella misma declaraba, por y para la poesía. Ni siquiera en su entorno familiar fue totalmente entendida, interpretando como "rarezas" la personal forma que tenía de vivir lo cotidiano. Tanto los que se identificaron con su  obra y pensamiento como aquellos que nunca llegaron a comprenderla, la admiraron y aceptaron como una mujer extraordinaria que dejó una huella imperecedera tanto entre los que los conocieron personalmente o a través de sus escritos.

 

Su singladura literaria se inicia en 1930, por lo que cronológicamente habría que situarla con los poetas de la Generación del 36. Sin embargo, al publicarse su primer libro en 1945 y estar relacionada con el grupo "Versos al aire libre", son muchos los que opinan que debería englobarse en entre los autores de los años cincuenta. Para otros, su obra se integra perfectamente en la Generación del 27. La realidad es que la poesía de Elena Martín Vivaldi se ha mantenido al margen de las modas, con un marcado carácter independiente y participando de un mundo interior propio poblado de sentimientos de soledad y amor a la naturaleza. Hace un particular recorrido en la descripción de lo sublime y lo cotidiano haciendo uso de los estilos que se imbrica, tanto en los estilos clásicos como en los de la que fuera su vanguardia.

 

A pesar la grandeza de su legado, ni Granada ni Andalucía han sabido dar el merecido reconocimiento que Elena Martín Vivaldi se merece.

 

 

 

Elena Martín Vivaldi tiene su estatua en el Bulevar de Granadinos Ilustres, situado en la Avenida de la Constitución de Granada.  Son muchos los transeúntes  que quieren ser fotografiados junto a ella. Este gesto es un merecido homenaje a una poeta, casi desconocida por sus paisanos, a la que todavía no han sabido dar el lugar que por mérito propio se merece.

 

 

Su obra literaria.

 

Portada de las primeras ediciones de algunas de sus obras.

Fuente: Librería Praga

 

 

Poemarios:

  • Escalera de luna. Granada: Vientos del Sur, 1945
  • El alma desvelada. Madrid: Ínsula, 1953
  • Cumplida soledad. Granada: Veleta al Sur, 1958
  • Arco en desenlace. Granada: Veleta al Sur, 1963
  • Materia de esperanza. Granada: Albaycín, 1968
  • Diario incompleto de abril. Málaga: Ángel Caffarena, 1971
  • Durante este tiempo. Barcelona: El Bardo, 1972
  • Nocturnos. Granada: Don Quijote, 1981
  • Y era su nombre mar. Málaga: Jazmín, cuadernos de poesía, 1981
  • Tiempo a la orilla (Obra reunida), 2 vols. Granada: Silene, 1985
  • Desengaños de amor fingido. Málaga: Ángel Caffarena, 1986
  • Poemas inéditos. Granada: Academia de Buenas Letras de Granada.

Antologías:

  • Cumplida soledad (1954-1976). Granada: Silene, 1976 (a cargo de Alejandro Amusco)
  • Primeros poemas (1942-1944). Málaga: Ángel Caffarena, 1977 (a cargo de Fidel Villar Ribot)
  • Los árboles presento. Granada: Universidad de Granada, 1977 (a cargo de Fidel Villar Ribot)
  • Las ventanas iluminadas. Madrid: Hiperión, 1977 (a cargo de Luis García Montero y Rafael Juárez)
  • Distinta noche. Granada: Extramuros, 1999 (a cargo de Antonio Carvajal)
  • Como lluvia. Córdoba: Cajasur, 2000 (a cargo de Antonio Carvajal)
  • En plenitud de asombro. Granada: Silene, 2002 (a cargo de José Gutiérrez)
  • Honda es la herida (antología general). Granada: Universidad de Granada, 2003 (a cargo de Eva Morón Olivares)
  • Sonetos. Granada: Ayuntamiento de Granada, 2004
  • Martín Vivaldi, Elena (1985). Tiempo a la Orilla (1942-1984) I. Granada: Silene. ISBN 84-505-0981-5.

  • Martín Vivaldi, Elena (2003). Honda es la herida (antología general). Granada: Universidad de Granada. ISBN 84-338-2977-7.

  • Junta de Andalucía (?). «Elena Martín Vivaldi (1907-1998)». Consultado el 2010.Ciudad de Mujeres (2005). «Elena Martín Vivaldi». Consultado el 2010.

  • Entre Ríos. Revista de Artes y letras nº 3, otoño- invierno, 2006 (Monográfico dedicado a Elena Martín Vivaldi con diversos estudios, documentos inéditos y una selección de poemas). Asociación Minerva de Artes y Letras (Granada)

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Detalle de la escultura realizada por José A. Castro Moreno a Elena M. Vivaldi

Situada en la Avenida de la Constitución, Bulevar de Granadinos Ilustres (Granada)

 

 

Poemas

 

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Portada de la obra "Cumplida soledad"

Granada, 1976

ÍNDICE DE POEMAS.

 

LA LLUVIA EN EL INSOMNIO

PRIMERA PALABRA

Y 14

GINKGO BILOBA
AMARILLOS
SIN AMOR
SONETO A TRES VOCES
COMO LLUVIA
SOLEDAD
DESTINO

AMARILLOS

LA LLUVIA

EL AIRE DE UN RECUERDO

SONETOS EN AMARILLO

LA MÚSICA CALLADA

ABRE LA GRAN VENTANA

POR TU SILENCIO AZUL

CAMPANAS DE AMANECER

 

LA LLUVÍA EN EL INSOMNIO

A Antonio Carvajal

Llueves, la noche, llueves reclamando
mi atención, la mirada,
mi entrega a tu constante, entrañada,
                                                                      pasión.
Llueves y llueves, lluvia de la noche,
lluvia que te proclamas vencedora
de la estrella más alta,
que pregonas, abates el silencio,
repitiendo tu nombre y tu destino
de palabra insaciable.
Llueves y llueves más,
cuelgas tus hilos
de un cielo recobrado
                                        en tu sombra y acento.
Llueve tu acompasado ritmo sobre el tejado,
                                                                  el árbol,
por las ramas,
                          la tierra,
en la carne,
                      en la ausencia.
Iluminas la noche y la oscureces.
Hablas y dices tu húmeda pregunta
al que insomne te espía.
Pero yo no respondo.
                                        ¿Qué me tiene
la frente dolorida, y sin espejos
donde encontrar el corredor que lleve
hasta el hondo lugar que se extiende en lo oscuro,
revelador de un sueño?
¿Por qué tu voz no es hoy
brillante azul,
                        liviana,
                                    alegre, triste,
                                                            desvelada, mía?

¿Por qué no es puente, aroma
trayéndome el asombro de tus manos?

¿Por qué me dejas sola, con mis ojos
ciegos a la verdad que tú le siembras
a corazón sencillo,
al hombre que te escucha sintiéndose más tierra,
más árbol, más deseo,
                                           más rama, más raíz
                                                                                y más humano?
Déjame de tu nombre la inquietud,
guardada en el temblor de tu insistencia.
Que mañana la encuentre,
cuando el sueño
haya borrado este desasimiento,
y amanezca yo en ti,
                                                                          ya luz y llama.

 

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PRIMERA PALABRA

 

Primer día.
                              Primera palabra.
Atrás quedó el dolor, su mano alzada
que golpeó en el rostro del ensueño,
buscando las raíces, el germen de ilusiones
crecido en esta tierra dura y seca
de la carne cansada.
Pero sus dedos torpes no han podido
romper esta corteza improbable y rebelde,
su pujanza de espera.
 

Primer día.
Primera palabra.
La lucha empieza ahora
con un rubor de llama.

Detrás del dolor brilla
la rama verde y tallo.

 

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Y 14


Tan lejos va el recuerdo, tan lejana
la imagen –esta noche- del pasado,
tan parece mentira lo soñado
como la realidad de fiel mañana.

Esfumándose va, materia vana,
aquello que en mi mente está grabado,
y no sé si es real o imaginado
todo aquel mundo donde anduve ufana.

Instantes son de angustia, cuando veo
cómo se me deshace lo que un día
fuera luz y verdad resplandeciente.

Yo quisiera creer, y ya no creo.
Allí me miro. Y era. Allí vivía.
Hoy sólo sombras luchan en mi mente.

 

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GINKGO BILOBA
[ÁRBOL MILENARIO]

Un árbol. Bien. Amarillo
de otoño. Y esplendoroso
se abre al cielo, codicioso
de más luz. Grita su brillo
hacia el jardín. Y sencillo,
libre, su color derrama
frente al azul. Como llama
crece, arde, se ilumina
su sangre antigua. Domina
todo el aire rama a rama.

Todo el aire, rama a rama,
se enciende por la amarilla
plenitud del árbol. Brilla
lo que, sólo azul, se inflama
de un fuego de oro: oriflama.
No bandera. Alegre fuente
de color: Clava ascendente
su áureo mástil hacia el cielo.
De tantos siglos su anhelo
nos alcanza. Luz de oriente.

Amarillo. Aún no imagina
el viento, la desbandada
de sus hojas, ya apagada
su claridad. Se avecina
la tarde gris. Ni adivina
su soledad, esa tristeza
de sus ramas.

                                          Fue certeza,
alegría – ¡otoño! - . Faro
de abierta luz.

                                        Desamparo
después. ¿Dónde tu belleza?

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SIN AMOR

Van cayendo las hojas.
Otoño.
Su amarilla
distancia hace temblar las ramas
de primavera- ¿aquéllas?-
tan desnudas al viento
donde toda esperanza
creciera en flor de lluvia.
Entre el hoy y el ayer
se endurece el suspiro,
y se van deshojando palabras
incumplidas.
Queda el amor sin nombre,
llama azul
sin el fuego de lo irreal.
Mañana
atardecida en sombras,
cicatriz de crepúsculos.
Desde aquí se vislumbran
horas,
ráfagas,
cielos,
lunas,
risas,
colores,
voces,
aquel momento...
Y la mano no alcanza
a sorprender su forma,
luz brillante en el polvo,
inasible al deseo.

Y aquí
donde el amor termina,
donde es fin el principio,
la noche abre sus puertas
hacia el mar del espejo.

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SONETO A TRES VOCES

Yo.- ¿Qué me suplicas, alma, que transida
tu voz se eleva en lumbres de impaciencia?
¿Cómo es la forma azul de la evidencia,
lago de ensueño, copia de mi vida?

O era la tuya voz estremecida,
cuerpo mío rendido a la conciencia,
exige con mis labios la presencia
de la imposible estrella prometida?

El alma. - Mi anhelo, de jardines trasplantados,
nostálgico las nubes solicita,
inventando su aroma por la altura.

El cuerpo- Mi deseo, ceñido a tu costado,
busca en la llama sombra a la hermosura
en ciencia de alternada margarita.

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COMO LLUVIA

La noche me pregunta el porqué de la vida.
Yo sola ¿qué le digo? Me pregunta y pregunto
con la ausencia en las manos y en los ojos distancias.

Qué filo de amenazas me enrarece las horas,
frío, fino estilete horada la esperanza.
No hay luz donde amanece, pero siempre es de noche.

Dan las cuatro. El silencio revive las estrellas,
dentro de su misterio se oculta la respuesta
de esta informe inquietud que a los años persigue.

Dolor, inquietud, miedo, sombras, oscura noche,
os dejo como lluvia lo que el llanto no dice,
y firmo mi palabra con la sangre vencida.

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SOLEDAD

Y era un silencio duro como piedra;
un silencio de siglos.
Era un silencio adusto, impenetrable;
un silencio sin venas.
Era un dolor de amor, hecho de largas
noches sin el amado.
Hecho de fieles manos que se tienden
estremecidas, solas.
Era una voz dormida entre las sombras,
unas lágrimas secas.
Febril temblor de labios, una loca
esperanza desierta.

[El alma desvelada]

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DESTINO
 

Entre ti, soledad, me busco y muero,
en ti, mi soledad, mi vida sigo,
vencida por tus brazos voy contigo
y allí te aguardo donde ya no quiero.

Desde siempre en mi calle yo te espero,
y amante de mis noches te persigo,
si alguna vez, dolida, te maldigo,
desde tu ausencia, triste, desespero.

Me diste la esperanza de tenerte
en mi dolor. Guiada por tu mano
subí los escalones de la muerte.

Aquí donde a tu sombra soy crecida,
el tiempo, tuyo y mío, va cercano,
dejándome la sangre ya cumplida.


[Cumplida soledad]

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AMARILLOS

I
Qué plenitud dorada hay en tu copa,
árbol, cuando te espero
en la mañana azul de cielo frío.
Cuántos agostos largos, y qué intensos
te han cubierto, doliente, de amarillos.

II
Toda la tarde se encendía
dorada y bella, porque Dios lo quiso.
Toda mi alma era un murmullo
de ocasos, impaciente de amarillo.

III
Serena de amarillos tengo el alma.
Yo no lo sé. ¿Serena?
Parece que entre el oro de sus ramas
algo verde me encienda.
Algo verde, impaciente, me socava.
Dios bendiga su brecha.
Por este hueco fértil de mis ansias
un cielo retrasado me desvela.
Ay, mi esperanza, amor, voz que no existe,
tú, mi siempre amarillo.
Hazte un sol de crepúsculos, ardiente:
ponte verde, amarillo.

[Arco en desenlace]

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LA LLUVIA

¿Cómo sería la lluvia
si no fuera de aroma,
de recuerdo,
de nube,
de color
y de llanto?
¿Cómo se oiría la lluvia,
si no brillara intensa,
pálida,
azul,
violeta,
relámpago,
arco iris
de olores y esperanzas?
¿Cómo daría la lluvia su olor,
su gris perfume,
si no fuera aquel ritmo,
aquella voz,
el canto,
eco lejano,
el viento,
una escala de ensueños?
¿Cómo sería la lluvia,
si no fuera su nombre?

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EL AIRE DE UN RECUERDO
 

Como un aire suave que el verano
nos deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos, ausente, la primicia
de un otoño amarillo y más cercano.

Como un agua que llega hasta la mano,
sedienta de esperanza, y la delicia
de su frescura por la sangre inicia,
y calma el corazón. Así, lejano,

en brisas de nostalgias florecido,
el ala de un recuerdo, silencioso,
ha rozado mi alma, y, suavemente,

desde el umbral oscuro del olvido,
un sueño, de su noche, milagroso,
llega claro a mi sed con voz ausente

 

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SONETOS EN AMARILLO

Mi voz quiero amarilla, quiero el oro
maduro en un verano de desvelo.
Mi dolor amarillo, y junto al cielo
azul de soledades. Poro a poro

quiero mi sangre trigo, y no le añoro
su más verde constancia, ni su anhelo
al perenne ciprés, que voy de vuelo
y en amarillo sauce ya me doro

Aguardo en mí esa luz enternecida
y en las últimas hojas, dulcemente,
con un temblor de llama detenida

Ay, que por este instante, tan ganado
a golpes de más vida, ciegamente
me rindo al amarillo traspaso

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LA MÚSICA CALLADA

Se quedó el mundo mudo, sin aroma.
Solo en su inmensidad,
desposeído, sin dolor. Callado.
Como sonido mudo,
roto arpegio,
apoyándose, huyendo, desangrándose. Inerme.
Sin un ritmo, en sigilo de palabras y voces.
Solo.
Solo quedó el color –arco iris, promesa-.
Oculta sintonía
 

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ABRE LA GRAN VENTANA

Si de un llanto final tienes deseo,

abre la gran ventana de la noche,

contempla las estrellas,

húmedas en su lecho,

navegantes

por un mar infinito de preguntas.

Deja que el gran silencio, la presencia

de mundos donde late la agonía

se haga sol en la sima de lo oscuro.

Clava tu mano, apoya tu cuidado

en un rayo de sombra,

enciende tu mirada

con el clamor despierto por tu grito.

Si el dolor se hace carne en tu garganta,

si no sabes dónde está el fin,

ni escuchas

una voz jubilosa como llama

que alumbre las tinieblas;

si no sabes cuál será el día,

ni el tiempo

en que descubras la verdad,

si no entiendes,

no esperas,

si un húmedo temblor hiere tus ojos,

y te cubre -gris tierra- la mirada;

si todo es ya pasado

sin horas ni futuro,

abre la gran ventana de la noche,

confúndete en su límite.

No dejes que el llanto te alucine las pupilas.

 

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POR TU SILENCIO AZUL

Tu, luna, si me hablaras,
si debajo de tu corazón frío
tuvieras, libre, un alma.

Si dentro de tu silencio azul
palpitaran palabras encendidas,
a mi vencida sangre despertando.

Si tus pasos dejaran una senda
y un marcado camino
para escapar al mundo de lo incierto.

Ay, luna, si llegaras,
luz de errante desvelo,
hasta mi casa.

Si abrieras los balcones de la noche,
y entre escalas de aromas
tus manos me tendieras.

Si olvidando tu ciega indiferencia,
llenaras a mis ojos de esos verdes
paisajes, donde tienes
escondido el secreto de tu llama.

Ay, luna, siempre luna,
por tu ventura inmóvil,
inútilmente luna de mi llanto.

Si tú me oyeras, luna!

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CAMPANAS DE AMANECER

 

Campanas de amanecer, en Granada
atravesando el silencio
que reunieron en mi alma.


Campanas de amanecer, en Granada
no dan como el de las doce
sonido de sol colmada
que un lamento triste y grave
su voz de metal desgrana.


Campanas de amanecer, en Granada
blanco y verde es su teclado
jazmines en la enramada
van tocando y fluye tímida
una vegetal escala.


Campanas de amanecer, en Granada
llegáis a mi corazón
y con desvelo de aldaba
me golpeáis los sentidos.
Campanas de amanecer, en Granada,
Granada.

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Abanico creado por Pedro Garciarias para la exposición en homenaje a Elena M. Vivaldi.

 

 

 

FIRMAS DE ELENA MARTÍN VIVALDI

 

 

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ELENA MARTÍN VIVALDI. LA SOLEDAD EDIFICADA

 

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Luis Garcia Montero

 

por Luis García Montero
Ínsula nº 730, Octubre 2007

 

 

Cuando publicó su primer libro, Escalera de luna (1945), Elena Martín Vivaldi tenía 38 años y toda una vida de poeta por delante. Su vida de mujer se había despedido ya del guión elaborado por las normas sociales de la época. La revista Espadaña dio noticia de la aparición del libro, y no dudó en demostrar una vez más su despego de la moda garcilasista, criticando la abundancia de décimas y sonetos, el decorado de jacarandas y de rosas, y la perfección fría de las composiciones. El desasosegado existencialismo de Espadaña llevaba razón al anotar el formalismo limitado del libro. Pero entre los octosílabos y los endecasílabos de Escalera de luna asomaba ya la palabra de una poeta con voz real y mundo propio. En el "Soneto de la oscura morada", Elena pedía "buscadme en el dolor". La estrecha y segura senda de la vida se le había convertido en encrucijada. Sin estridencias, sin gritos, con la contención de la sinceridad y de los secretos, sus poemas iban a crecer en ese dolor, lejos del tremendismo afectado que caracterizó a algunos autores de Espadaña.

 

Sus poemas crecieron en la medida en que ella misma tuvo que buscar una identidad. Pese a recibir el apoyo de una familia liberal y a ser una mujer universitaria, de personalidad muy fuerte, las fronteras de la condición femenina eran estrechas y estaban bien perfiladas a principios del siglo XX, en una ciudad provinciana como Granada. Vivir como mujer significaba enamorarse, casarse, definirse en la compañía del otro y alcanzar la plenitud en el optimismo biológico de la maternidad. Un desengaño amoroso, y la falta de interés en reconstruir su futuro de acuerdo con los papeles fijados por los usos sociales, apartaron a Elena del guión que la mano de la historia había escrito para ella. Como suele ocurrir, debió encargarse entonces de escribir su propia vida, y lo hizo en forma de poemas descarnados, tan sinceros como serenos, sin piedad consigo misma y sin deseos de compasión ajena. Lo primero que tuvo que buscarse fue una identidad, porque su maniquí de mujer encaminada al matrimonio estaba desvestido para siempre. El primer gran libro de Elena , El alma desvelada (1953), da testimonio de esta búsqueda de identidad. En uno de los poemas de amor y desamor más conmovedores de la posguerra, "Presencia en soledad", confiesa la raíz biográfica de su vacío:

 

"Tú puedes decir que no, y esconderte,

 tapiar todas las puertas,

suprimir las rendijas por donde intente, pálido,

filtrarse el sol desnudo de mi vida.

Tu puedes huir del fondo de mi sueño

y evadirte de la sincera magia del recuerdo imborrable,

mientras todas las manos se tienden al vacío".

 

Una palabra serena, imaginativa, envolvente, en la estirpe de la poesía amorosa de Pedro Salinas, busca el revés del no y del sí, funde los sentimientos y la realidad, desborda al amante que ha sido capaz de negar por tres veces la memoria de una alianza y consolida, como ausencia, la verdad del amor. Esto supone aceptar que la intimidad se convierte en un abismo, en un hueco que debe llenarse con miradas alegóricas sobre la realidad y con ejercicios de sinceridad interior. Supone también la búsqueda de una identidad, que la poeta teje con los hilos de la soledad y la tristeza. No es que busque una identidad con tristeza y en soledad, sino que hace de la soledad y la tristeza una identidad, la condición propia del ser que se ha quedado vacío, al margen de los papeles previstos para su existencia. Sobrevivir, resistir, hacerse de nuevo, implica nacer del vacío, quedarse a solas con una misma. Queda siempre la alternativa de engañarse, de aceptar consuelos falsos. Pero la apuesta lírica por una sinceridad descarnada exige asumir la identidad de la tristeza. Elena no habla de un dolor trágico, de una agonía universal, de un desgarro cósmico. Se trata de una herida a la altura de un ser humano con nombre propio, de una mujer que ha sentido el abismo en su biografía. El poema titulado precisamente "Identidad" lo confirma:

 

"Mi tristeza vive en mí,

y yo muero en mi tristeza.

Las dos tenemos la misma

desesperanza. Mi sangre

corre en sus venas ocultas;

y yo siento sobre mí

el peso de su evidencia.

Las dos vamos preguntando

una por otra. Las manos

tocan los cielos perdidos

de nuestra doble constancia".

 

La causa y el correlato de esta tristeza es la soledad, protagonista de los libros mejores de Elena Martín Vivaldi: El alma desvelada , Cumplida soledad (1958), Arco en desenlace (1963), Durante este tiempo (1972) y Nocturnos (1981). La interpelación del mundo exterior, con ecos de realidad histórica, brota con evidencia en Durante este tiempo. Pero la soledad individual sigue dominando el corazón de los versos solidarios. "Las ventanas iluminadas", otro de los poemas más conocidos de Elena Martín Vivaldi, recoge la solidaria soledad de los que no pueden dormir, el diálogo silencioso e intuido de las horas arrinconadas del insomnio, los desvelos particulares de los que recuerdan, o temen, o sufren, alejados del sueño reparador. La luz en la ventana no sólo descubre una soledad, sino que teje, "de una ventana a otra iluminada", una red de pensamientos desconocidos, enigmas, desvaríos, "huéspedes convergentes de tantas soledades". Igual que un poema, la noche iluminada sugiere un territorio de soledades juntas.

 

La presencia en lejanía, o la amistad sin tacto, de los solitarios refuerza otra de las claves de la poesía íntima de Elena Martín Vivaldi: la interpelación en intimidad del mundo exterior. Sus versos se construyen en un diálogo personal con las calles, las plazas, los árboles, el mar, la luna, el paso de las estaciones, las obras de los poetas preferidos. Las alusiones al exterior forman parte de la alegoría creativa con la que Elena intenta edificar la identidad de su tristeza. Para entender esta red alegórica y paisajística, conviene tener muy claro que las anécdotas biográficas son sólo un punto de partida y están llamadas a adquirir una significación mucho más ambiciosa. La poesía habla siempre de algo más, porque un árbol es un árbol más la creación del sentido que disponga el poema. El hueco de la identidad, provocado por el desengaño amoroso, deja muy pronto de depender de una relación fallida concreta y acaba ampliando su radio de acción. Olvidado ya el gran amor, los versos de Elena Martín Vivaldi hablan de un amor inolvidable para aludir a la carencia, a la insatisfacción, a todo aquello que nos invita a la inquietud y que se niega a reposar en una identidad satisfecha de sí misma. El libro Materia de esperanza (1968) habla, desde luego, del hijo que no se tuvo y que según los papeles prefijados para la condición femenina es indispensable a la hora de presentar una existencia en plenitud. Pero desde ahí la poesía levanta el vuelo, o se sumerge hacia el fondo del mar, para hablar del deseo, de la voluntad creativa, de la pulsión de la propia escritura. La identidad triste, solitaria y poética de Elena Martín Vivaldi señala también hacia la fertilidad costosa de los que buscan una palabra, la primera palabra, la verdadera palabra que nos salvará del vacío y fundará la realidad:

 

 "Hay tantas realidades escondidas,

ocultas por la niebla de las horas sin tiempo.

Hay una, dos palabras, millones de palabras

que esperan la sorpresa de unos labios".

 

La búsqueda de esta palabra domina los libros de Elena y parece inseparable de la edificación de su identidad. Sus versos convierten a la sinceridad más implacable en un recurso estilístico que conmueve y transforma a los poemas en ámbitos de secretos confesados, en el dominio de un ejercicio de sabiduría dispuesto a reconocer el insomnio, la melancolía, la insatisfacción, la soledad de una existencia "elenamente triste". Lo único que se mantiene en medio de la sinceridad desolada, pudorosa, que no admite sobrecargas retóricas, es el deseo de contar, de sobrevivir en la búsqueda de las palabras, de responder a la interpelación del mundo con un entramado alegórico en el que la lluvia, la luna, los tilos, los amarillos ambiguos de la flor y del otoño, los meses del año, pasan a formar parte de su biografía transformada en escritura. La identidad poética de Elena Martín Vivaldi se edifica cuando la anécdota deja paso a la elaboración de un mundo lírico. Ya no se trata de un amor, sino del amor. Ya no se trata de un hijo, sino del mes de abril condenado a engañarnos. Esa es la razón "de su largo comercio con la luna", que Elena confiesa citando a Jorge Luis Borges. También es la razón de que la lectura de los paisaje se confunda con la lectura de Juan Ramón Jiménez, de Pedro Salinas, o de Virginia Woolf en el poema "Otro domingo":

 

"Pero ya es noche. Escribo

-y estoy sola- y el mundo

gime. Existen calles, tráfico,

enamorados, gentes,

las ciudades".

 

Fumaba mucho, y el humo convertía la mesa en la que estaba en un reservado. Era amable con los visitantes, pero guardaba la independencia de su vida y sus recuerdos detrás de una sonrisa. Los poetas de Granada han admirado con sinceridad la poesía de Elena Martín Vivaldi, tal vez porque la edificación de su identidad triste y lírica se llevó a cabo con pudor, sin el tremendismo que afectó a muchos de los versos aplaudidos por la revista Espadaña . La publicación de El alma desvelada en Ínsula, de Durante este tiempo en El Bardo y de la antología Las ventanas iluminadas en Hiperión, posibilitaron un conocimiento justo de la poesía de Elena más allá de las fronteras provincianas. Pero la sociedad literaria es olvidadiza, y hoy su obra está lejos de recibir la consideración que se merece. Por eso acierta Ínsula en la oportunidad de dedicarle unas páginas de homenaje con motivo del centenario de su nacimiento.

 

 

Ver el artículo en su contexto original.

http://www.revistasculturales.com/articulos/37/insula/796/2/elena-martin-vivaldi-la-soledad-edificada.html

 

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DE CÓMO CONOCÍ A ELENA MARTÍN VIVALDI

 

 

 

Conocí su obra -un retazo de su obra- mucho antes que a ella. Eran los primeros años de la década cincuenta y yo, con mi recién estrenado título de bachiller en el bolsillo, acababa de salir de mi internado de Almería, en donde había malvivido los siete años más terribles de mi existencia. Recuerdo que, a poco de comenzar mi vida de hombre libre, uno de aquellos días, cayó en mis manos una revista literaria -¿“Caracola”, ¿“Norma”?, “Molino de Papel”?, imposible es saberlo ahora-, y en sus páginas, entre otros muchos, poco antes del final, había un poema de una pluma para mí completamente desconocida, pero de una belleza, tan melancólica y sobrecogedora, que jamás lo podría olvidar. Su título era “Las cuatro esquinas”; su autora, Elena Martín Vivaldi. Comenzaba así:

Jugaremos a las cuatro esquinas…

Luego, tras una breve introducción, venía, contado a manera de juego, todo el drama de soledad y aflicción que amargaba el corazón de la autora:

¿Hay lumbre, Esperanza?

Casa del Amor.

(Ya mis pasos corren)

¿Hay lumbre, El Amor?

 

Casa del Olvido.

(Despacio me acerco)

¿Hay lumbre, El Olvido?

Casa del Dolor.

Desde ese momento quedaron para siempre grabados en mi mente aquel entristecido poema y el nombre de su autora. ¿Quién sería aquella mujer -me preguntaba- y qué aspecto tendría? Antes de que llegara a conocerla el azar me acercó un poco más a ella. Otro buen día, al abrir el periódico -¿”Ideal”? ¿“Patria”?, poco importa ahora-, me encontré con un artículo sobre Elena Martín Vivaldi -aquel nombre ya no se me olvidaba-, y la razón era que, tras sus dos primeros libros, el periódico anunciaba la inminente aparición de un tercero: “El alma desvelada”. Precisamente el poema “Las cuatro esquinas”, que yo había leído unos meses antes, era un anticipo de este libro. Pero lo mejor de todo el artículo era el dibujo que lo ilustraba. Lo firmaba un tal Manuel Maldonado. Otro nombre que ya no olvidaría. En aquel entonces yo no podía adivinar que, unos años después, se convertiría en un gran amigo mío. Aquel dibujo, de líneas escuetas y delicadas, ofrecía la imagen de una mujer frágil y sensitiva, de aspecto soñador y un tanto enfermizo. Quizás lo más interesante de todo él fueran los ojos: unos ojos que, sin necesidad de pupilas, miraban -miraban hacia adentro-, que también tenían la misma melancólica y etérea aflicción del poema que había leído unos meses antes. Recorté dibujo y texto, los guardé y después, en alguno de los muchos viajes de mi vida, se perdieron.

 

Hasta que al fin llegó el día que nos conocimos. Quiero decir el día que yo la conocí, pues ella, con tres libros publicados y empezando a ser famosa -su nombre ya venía en el Valbuena- y, rodeada de poetas de renombre, es casi imposible que reparara en aquel joven de aspecto atolondrado, que a buena distancia seguía todas sus palabras y movimientos. Incluso el humo de sus sucesivos cigarrillos. La Elena real que tenía delante, la que fumaba, hablaba y leía, se parecía bastante a la del dibujo que yo había recortado. Y en los dos casos lo primero que llamaba la atención era la fragilidad y exquisitez de su figura. ¡Qué poco cuerpo para tanta alma! No habló mucho aquel día Elena en la tertulia del desaparecido Café Granada. Ella siempre fue parca en palabras: sólo las precisas para expresar sus ideas, ni una más ni una menos, pero en lo poco que habló y leyó, dejó traslucir su carácter sincero y su dolorido lirismo. ¿De dónde le venía aquella irremediable melancolía, aquella inconsolable tristeza, una tristeza que ella ya había definido en uno de sus poemas, el titulado Elenamente triste, que iba más allá de las personas y las cosas? Alguien me dijo que en su juventud había tenido un gran amor seguido de una acongojada ruptura.

 

Aún pasó algún tiempo. Yo seguía viendo a Elena, ya en el Centro Artístico, ya en la Casa de América o en el Café Granada, pero apenas si teníamos ocasión de hablar. ¿Qué pensaría ella, ya en plena madurez, de aquel joven despistado y tímido que admiraba hasta lo indecible el intimismo de su pluma y su inconfundible lirismo? Elena seguía escribiendo, siempre escribiendo. A diferencia de otros poetas y poetisas que, en cuestión de veinte o treinta poemas, ya han dicho cuanto tenían que decir, Elena jamás agotaba su repertorio. Así que, después de esos tres primeros libros, publicó un cuarto: “Cumplida soledad”. Lo leí y releí desde la primera página a la última y después escribí un pequeño comentario que después se publicó en las páginas del periódico “Patria”. Elena quedó encantada con mi crítica. Esto me acercó bastante a ella, que era además extraordinariamente asequible. Aún a riesgo de contradecir sus palabras -entre un hombre y una mujer no puede existir la amistad- me atrevería afirmar que, desde entonces hasta el día que se nos fue para siempre, fuimos dos buenos amigos. Dos buenos y apreciados amigos.

 

Francisco Gil Craviotto

 

 

Ver el artículo en su contexto original.

http://blogs.ideal.es/la-mano-quemada/2009/01/23/como-conoci-elena-martin-vivaldi/

 

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PRESENCIA DE UNA PALABRA DESVELADA

 

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"El Jardín amarillo". Cuadro emblemático de la exposición "El Jardín amarillo" de Pedro Garciarias, dedicada a Elena Martín Vivald

Cuadro del pintor cubano Pedro Garciarias. Realizado para la exposición en homenaje a Elena Martín Vivaldi. Granada,

 

 

Artículo de Fidel Villar Ribot.

 

Publicado en www.ideal.es/jaen

Enlace para ver el artículo en su contexto original:

http://www.ideal.es/jaen/prensa/20070109/vivir/presencia-palabra-desvelada_20070109.html

 

 

Los libros que aparecieron desde 1985 hasta fechas cercanas al fallecimiento de Elena Martín Vivaldi son una fuente inagotable de inspiración. En el artículo de ayer se llegaba hasta la publicación de la por entonces Poesía Completa de Elena en 1985.

Aquí se continúa con los libros que aparecieron después hasta fechas cercanas a su fallecimiento.

DESENGAÑOS DE AMOR FINGIDO - 1986

 

Éste conjunto de siete sonetos resulta ser un homenaje de la granadina Elena Martín Vivaldi al granadino Pedro Soto de Rojas (1584-1658), una de las mayores cumbres poéticas de la literatura barroca española aunque sólo fuera por su libro 'Paraíso cerrado para muchos, Jardín abierto para pocos'.
El librito fue publicado en Málaga por Ángel Caffarena en 1986 como número 2 de los 'Nuevos Cuadernos de María Cristina' -su colofón advierte que se acabó de imprimir el día 22 de enero-, contándose con dos ilustraciones de la poeta malagueña María Victoria Atencia.
En principio, se trata de un ejercicio literario -en el inicio, lectora atentísima- planteado desde las pautas impuestas por lo más característico de la poesía barroca, incluyendo brillantes juegos de intertextualidad. Pues, como dice Elena, «el poeta al escribir puede dar a sus palabras, por la magia de la poesía y también de la técnica, una sensación casi real de lo fingido. Y quizá hasta consiga convencer al lector de que estos sentimientos, allí expresados, son auténticos y verdaderos».
Además del evidente barroquismo desplegado a través del lenguaje, la voz de Elena esculpe su sentido en el rigor del soneto por medio de una dicción que transparenta lo más plenamente característico de su poesía.

JARDÍN QUE FUE - 1987

Es una suerte de cántico poético planteado en dos partes, recordando musicalmente a lo que podría ser considerado como un tema con variaciones: el tema, un poema extenso, y las variaciones, cuatro acercamientos que aclaran, especificando imágenes, las apreciaciones anteriores.
En realidad, el poema surge motivado directamente por la lectura del libro 'El patio' (1984) del poeta malagueño Salvador López Becerra. En él se describía el conjunto de sensaciones que ha despertado la experiencia de la soledad en la casa familiar después del fallecimiento del padre. Y así, conceptualmente se pasa del patio al jardín como espacio único en donde hallarse a sí mismo. Pero ese jardín acaba siendo la propia poesía: aquello que tan sólo gracias a la palabra se rescata del dolor y del olvido.
Y pues de una elegía funeral surgido, el poema de Elena es como un requiem que, en última instancia, nunca quisiera ser la postrera palabra dedicada.

CON SÓLO ESTA PALABRA - 1990

Según dice el colofón de este librito, se terminó de imprimir el día 15 de marzo de 1990, siendo el número 1 de la colección 'Soto de Roma' que, bajo la dirección de Juan de Loxa, realizó la Casa-Museo Federico García Lorca de Fuente Vaqueros.
Se trata de la reunión de todos los poemas que Elena le dedicó a Federico. Y están los hasta entonces publicados y cuatro inéditos.
El autor del 'Diván del Tamarit' fue siempre un poeta muy cercano a Elena y admiraba sobre todo su fabuloso poder adjetivador y la fuerza de las metáforas conseguidas.
Para Elena, Federico era todo un símbolo de lo granadino y eran frecuentes en ella las referencias a los textos más locales, sobre todo los de los primeros libros poéticos, aquellas 'canciones' que Elena se sabía de memoria y que ella solía utilizar según hicieran referencia a las estaciones del año.
El último de los poemas inéditos es el más elenamente lorquiano:

Y me quedé sin esperanza.

Y hubo una luz en mi ventana ( )

Entre mis brazos se ha quedado

muerto el amor y deslunado'.


LA REALIDAD SOÑADA - 1993

Es el resultado final de un trabajo gozosamente compartido por Elena y el pintor José Manuel Darro. Se trata de una carpeta de grabados que hizo la Estación Central Ediciones para la Galería MmásM en Madrid en el año 1993. Los poemas de Elena están traducidos al japonés por Keiichira Eto. Y es que la obra consiste en 7 haikus más los respectivos grabados al aguafuerte.
El haiku es un tipo de estrofa tradicional japonesa que reúne, bajo una combinación cabalística -con el eco de un sincretismo filosófico extraído del budismo zen, del confucianismo y del taoísmo-, versos de cinco y de siete sílabas (5-7-5). Se consagró como forma estrófica a partir del poeta Matsuo Bashoo (siglo XVI) .
En mis conversaciones con Elena yo siempre le recalqué el sentido de lo que se denomina 'Satori' o iluminación, ya que el haiku debe penetrar en el ser de las cosas, descubriendo de paso la irrealidad del Yo. Y así mismo la referencia constante a una 'kigo' o estación del año. Ni que decir tiene que muchas de nuestras conversaciones derivaban casi de inmediato en temas de la Naturaleza, por la que ambos nos sentíamos tan atraídos.
Pues bien, Elena realizó siete haikus magistrales como éste:

Cicatriz de los cielos

Rayo de luna

Sangre azul de la luna.

LEJANÍAS - 1996

Es un pliego de poesía que se publicó en 1996 en Motril como número 6 de los 'Cuadernillos Torre de la Vela', al cuidado de Carmen Ocaña y siendo ilustrado con un dibujo de Julián Morón.
Son sólo cuatro poemas, pero dotados de esa intensidad reveladora a la que siempre nos acostumbró Elena con sus poemas nuevos. El protagonismo de los poemas corre a cargo de la noche. Un ámbito donde, para salvar el terror de la oscuridad que induce a la desolada soledad, la poeta escoge a la Luna como cómplice de sus sensaciones. Y dado que ella es testigo de su voz, la poesía adelgaza sus palabras hasta encontrar el espejo esencial en el que reflejarse. Por eso, las cosas cobran la lejanía precisa de las pérdidas que estremecen de verdad. Tales pérdidas no son sino las sombras que ni siquiera iluminan las despedidas.
Estos poemas son una suerte de eco de 'Nocturnos' -e incluso de las entrañables lunas de 'Durante este tiempo'-, lo que viene a corroborar la elección de ese espacio vital que en Elena ejemplifica a la perfección el calendario emocional de su poesía.

DISTINTA NOCHE - 1999

El libro se publicó en 1999 como número 3 de la 'Colección Literaria Extramuros', al cuidado de José Espada como recopilador y contando con unos bellísimos dibujos a plumilla de Marite Martín Vivaldi.
Se trata de un volumen en exceso heterogéneo. Aunque no se puede olvidar que apareció poco después de que la voz nueva de Elena se extinguiera para siempre. Por eso, el carácter póstumo tal vez exima al libro de cualquier crítica que no sea la de reconocerlo como un homenaje.
O sea, con ser una colectánea de tan variopinta temática, despista al lector. Y es que Elena no era ni mujer ni poeta de dispersiones. Su atención fue la de una permanente minuciosidad, lo que le permitía luego concebir el verbo poético como una revelada evidencia. La complejidad pues de los materiales reunidos -temas diversos, circunstancias dispares, momentos distantes, etc.- supera a todas luces la posible justificación del interés por hallar en un solo volumen lo que el tiempo y la intención proyectaron de otra manera diferente. Es un libro necesario pero que hubiera requerido imperiosamente otro tipo de edición más esclarecedora.

LOS IDIOMAS DEL SILENCIO - 2005

Este pequeño libro viene a completar la faceta literaria de Elena con la recopilación de sus trabajos en prosa. El volumen fue publicado por la Universidad de Granada en 2005 en edición preparada por Manuel Martínez Gómez.
Por la obvia escasez de materiales que se pueden aportar, apenas si nos ofrece datos útiles o pistas reveladoras para hacer algo más allá que vislumbrar levísimos apuntes literarios. Por eso se podría afirmar que la prosa es en Elena una ocupación casi coyuntural, fruto sólo de sus intereses y de sus preocupaciones momentáneas.
De igual modo que ella fue siempre una excelente lectora de obras narrativas -¿cómo olvidar las frecuentes conversaciones con ella sobre Marguerite Yourcenar, Virginia Woolf, Marguerite Dumas o su querida 'Bonjour tristesse' de Françoise Sagan?-, ella nunca encontró en la prosa una manera de expresión ni que le agradara ni que la identificara plenamente.
A pesar de ello, sí que resultan de un enorme interés las poéticas incluidas, porque nos dan la visión particular de su forma tanto de concebir la poesía como de comprender la función que ha de cumplir la palabra.


LAS ANTOLOGÍAS DE ELENA

CUMPLIDA SOLEDAD - 1976

Es una propuesta de lectura del libro homónimo realizada por el poeta sevillano Alejandro Amusco y que se editó en 1976 como número 5 de la colección 'Silene', contando con las ilustraciones de un dibujo de José Díaz Pardo para la portada y un grabado de Julio Espadafor para la sección que reúne 'Nocturnos'.
Nos revela a una poeta de una voz consolidada y particularmente específica: «Dada la coherente personalidad poética de Elena Martín Vivaldi, la unidad y perfecta homogeneidad no se quiebra en ningún momento». Dice Alejandro Amusco que «la obra lírica de Elena Martín Vivaldi no sólo escapa a toda tentativa de absoluta cosificación sino que, además, se nos ofrece como claro exponente de la impenetrabilidad interpretativa del misterio poético ( ). La poesía de Elena Martín Vivaldi tiene el tono exacto de la verdad, no ya porque sea sincera consigo misma, sino porque logra expresarse de una forma verdadera».

LOS ÁRBOLES PRESENTO - 1977

Una de las muchas virtudes que ofrece la poesía completa de Elena es la posibilidad de elaborar antologías temáticas, resultando libros de una coherencia estética y humana de grandísimo valor.
Y una de ellas es ésta que hice yo en 1976, siendo publicado por la Universidad de Granada y contando con prólogo de Antonio Gallego Morell.
La idea del libro surgió con motivo de uno de los muchos desastres urbanísticos que se perpetran en Granada con destructora puntualidad. En aquel caso fue la tala completa de los viejos árboles de la Avenida de Calvo Sotelo, que suscitó muchas protestas ciudadanas.
Cuando fui con el proyecto a Antonio Gallego Morell -a la sazón, rector de nuestra Universidad-, él lo acogió como suyo, proponiéndome incluso si se podía contar con unas palabras previas redactadas por él.
¿Cuántas complicidades! Y tomado de un verso de Garcilaso, seleccioné los poemas que Elena había escrito dedicados a los árboles. Y, por si fuera poco, nuestro amigo Julio Espadafor realizó cuatro excelentes ceras que ilustraron aquella hermosísima edición.

PAISAJES - 1989

Es un cuaderno que incluyó en su colección 'Tediria' el Instituto de Bachillerato Sierra Bermeja de Málaga, en 1989. Las ilustraciones fueron firmadas por el pintor Jorge Lindell.
El paisaje resulta ser siempre un elemento característico en la poesía de Elena. Pero su paisaje más que campo es estado de ánimo. Porque Elena era incapaz de andar en medio de la naturaleza. Ella era muy urbana y sus vegetales eran los que habitaban en los jardines de la ciudad.
Por eso cuando se habla de paisaje en su poesía hay que entender mejor un sentimiento que un escenario.
Nos encontramos con una antología temática. Y es que aquí se reunieron sólo poemas de paisajes. Con la brillantez de siempre y la riqueza lírica que la hace tan peculiar.
Por propio deseo de Elena, al frente de esta antología se puso una Poética. Entre lo que ahí confiesa, nos encontramos: «El poeta, yo por lo menos, escribe cuando puede, cuando un 'algo', una determinada sensación o impresión le sugieren esas primeras palabras que luego, unas veces como al dictado, otras, con más o menos esfuerzo, se resuelven en el poema. Pero hay que esperar. El poema es siempre el resultado de una constante y anhelante espera».

LAS VENTANAS ILUMINADAS - 1997

Se trata de una antología que realizaron los poetas Rafael Juárez y Luis García Montero para la madrileña Editorial Hiperión -en coedición con la Diputación Provincial- en 1997.
El volumen se abre con una interesante entrevista en la que se desvelan algunos datos personales: «A mí me hubiese gustado escribir novelas, pero he escrito poesía por necesidad. La poesía es lo que yo he sentido, mi forma de hablar y de pensar, lo que ha llenado muchas soledades en mi vida ( ). La poesía para mí lo ha sido todo, cuando no escribo me siento vacía».
Al estar recogidos poemas de todas las épocas, se nos viene a demostrar una vez más la enorme calidad literaria de nuestra poeta desde el principio hasta el final. Como si fuera una presencia de la palabra desvelada, esa que ahora nos invita a ser más nosotros a través de ella.


Siendo así el deseo expreso que desde IDEAL a todos se ofrece: que este año 2007, granadino lector, sea 'elenamente tuyo' en cada rincón de la ciudad compartida para cuanto «el corazón mande»

 

 

 

 

 

 

 

ENLACES CON OTROS ARTÍCULOS EN PERIÓDICOS Y REVISTAS

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http://www.granadahoy.com/article/granada/1017694/martin/vivaldi/sentada/sol.html

 

http://www.ideal.es/granada/20080221/cultura/homenaje-revista-entrerios-poesia-20080221.html

 

http://www.ideal.es/jaen/prensa/20070109/vivir/presencia-palabra-desvelada_20070109.html

 

http://www.ideal.es/granada/20080809/provincia/lanjaron-dedica-fuentes-elena-20080809.html

 

http://www.laopiniondegranada.es/cultura/2011/07/29/publican-antologia-poetica-elena-martin-vivaldi/256785.html

 

 

 

VIDEOS

 

 

http://www.youtube.com/watch?v=i7y1V0SYBDc

 

http://www.youtube.com/watch?v=HD2f1puroAY

 

http://www.youtube.com/watch?v=sWrBXi7rlNc

 

http://www.youtube.com/watch?v=kNFOUi1DDfc

 

 

FONDO DE DOCUMENTOS DE ELENA M. VIVALDI EN LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

 

http://www.ugr.es/~archivo/cuadroelena.htm

 

 

 

 

 

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