Poemas
Portada de la obra "Cumplida soledad"
Granada, 1976
ÍNDICE DE
POEMAS.
LA
LLUVIA EN EL INSOMNIO
PRIMERA PALABRA
Y 14
GINKGO BILOBA
AMARILLOS
SIN AMOR
SONETO A TRES VOCES
COMO LLUVIA
SOLEDAD
DESTINO
AMARILLOS
LA LLUVIA
EL AIRE DE UN RECUERDO
SONETOS EN AMARILLO
LA MÚSICA CALLADA
ABRE LA GRAN VENTANA
POR TU SILENCIO AZUL
CAMPANAS DE AMANECER
LA LLUVÍA EN EL INSOMNIO
A Antonio Carvajal
Llueves, la noche, llueves reclamando
mi atención, la mirada,
mi entrega a tu constante, entrañada,
pasión.
Llueves y llueves, lluvia de la noche,
lluvia que te proclamas vencedora
de la estrella más alta,
que pregonas, abates el silencio,
repitiendo tu nombre y tu destino
de palabra insaciable.
Llueves y llueves más,
cuelgas tus hilos
de un cielo recobrado
en tu sombra y acento.
Llueve tu acompasado ritmo sobre el tejado,
el árbol,
por las ramas,
la tierra,
en la carne,
en la ausencia.
Iluminas la noche y la oscureces.
Hablas y dices tu húmeda pregunta
al que insomne te espía.
Pero yo no respondo.
¿Qué me tiene
la frente dolorida, y sin espejos
donde encontrar el corredor que lleve
hasta el hondo lugar que se extiende en lo oscuro,
revelador de un sueño?
¿Por qué tu voz no es hoy
brillante azul,
liviana,
alegre, triste,
desvelada, mía?
¿Por qué no es puente, aroma
trayéndome el asombro de tus manos?
¿Por qué me dejas sola, con mis ojos
ciegos a la verdad que tú le siembras
a corazón sencillo,
al hombre que te escucha sintiéndose más tierra,
más árbol, más deseo,
más rama, más raíz
y
más humano?
Déjame de tu nombre la inquietud,
guardada en el temblor de tu insistencia.
Que mañana la encuentre,
cuando el sueño
haya borrado este desasimiento,
y amanezca yo en ti,
ya luz y llama.
PRIMERA
PALABRA
Primer día.
Primera palabra.
Atrás quedó el dolor, su mano alzada
que golpeó en el rostro del ensueño,
buscando las raíces, el germen de ilusiones
crecido en esta tierra dura y seca
de la carne cansada.
Pero sus dedos torpes no han podido
romper esta corteza improbable y rebelde,
su pujanza de espera.
Primer día.
Primera palabra.
La lucha empieza ahora
con un rubor de llama.
Detrás del dolor brilla
la rama verde y tallo.
Y 14
Tan lejos va el recuerdo, tan
lejana
la imagen –esta noche- del pasado,
tan parece mentira lo soñado
como la realidad de fiel mañana.
Esfumándose va, materia vana,
aquello que en mi mente está grabado,
y no sé si es real o imaginado
todo aquel mundo donde anduve ufana.
Instantes son de angustia, cuando veo
cómo se me deshace lo que un día
fuera luz y verdad resplandeciente.
Yo quisiera creer, y ya no creo.
Allí me miro. Y era. Allí vivía.
Hoy sólo sombras luchan en mi mente.
GINKGO BILOBA
[ÁRBOL MILENARIO]
Un árbol. Bien. Amarillo
de otoño. Y
esplendoroso
se abre al
cielo, codicioso
de más luz.
Grita su brillo
hacia el
jardín. Y sencillo,
libre, su
color derrama
frente al
azul. Como llama
crece, arde,
se ilumina
su sangre
antigua. Domina
todo el aire
rama a rama.
Todo el aire, rama a rama,
se enciende
por la amarilla
plenitud del
árbol. Brilla
lo que, sólo
azul, se inflama
de un fuego de
oro: oriflama.
No bandera.
Alegre fuente
de color:
Clava ascendente
su áureo
mástil hacia el cielo.
De tantos
siglos su anhelo
nos alcanza.
Luz de oriente.
Amarillo. Aún no imagina
el viento, la
desbandada
de sus hojas,
ya apagada
su claridad.
Se avecina
la tarde gris.
Ni adivina
su soledad,
esa tristeza
de sus ramas.
Fue certeza,
alegría –
¡otoño! - . Faro
de abierta
luz.
Desamparo
después.
¿Dónde tu belleza?
SIN AMOR
Van cayendo las hojas.
Otoño.
Su amarilla
distancia hace temblar las ramas
de primavera- ¿aquéllas?-
tan desnudas al viento
donde toda esperanza
creciera en flor de lluvia.
Entre el hoy y el ayer
se endurece el suspiro,
y se van deshojando palabras
incumplidas.
Queda el amor sin nombre,
llama azul
sin el fuego de lo irreal.
Mañana
atardecida en sombras,
cicatriz de crepúsculos.
Desde aquí se vislumbran
horas,
ráfagas,
cielos,
lunas,
risas,
colores,
voces,
aquel momento...
Y la mano no alcanza
a sorprender su forma,
luz brillante en el polvo,
inasible al deseo.
Y aquí
donde el amor termina,
donde es fin el principio,
la noche abre sus puertas
hacia el mar del espejo.
SONETO A TRES VOCES
Yo.- ¿Qué me suplicas, alma, que transida
tu voz se eleva en lumbres de impaciencia?
¿Cómo es la forma azul de la evidencia,
lago de ensueño, copia de mi vida?
O era la tuya voz estremecida,
cuerpo mío rendido a la conciencia,
exige con mis labios la presencia
de la imposible estrella prometida?
El alma. - Mi anhelo, de jardines trasplantados,
nostálgico las nubes solicita,
inventando su aroma por la altura.
El cuerpo- Mi deseo, ceñido a tu costado,
busca en la llama sombra a la hermosura
en ciencia de alternada margarita.
COMO LLUVIA
La noche me pregunta el porqué de la vida.
Yo sola ¿qué le digo? Me pregunta y pregunto
con la ausencia en las manos y en los ojos distancias.
Qué filo de amenazas me enrarece las horas,
frío, fino estilete horada la esperanza.
No hay luz donde amanece, pero siempre es de noche.
Dan las cuatro. El silencio revive las estrellas,
dentro de su misterio se oculta la respuesta
de esta informe inquietud que a los años persigue.
Dolor, inquietud, miedo, sombras, oscura noche,
os dejo como lluvia lo que el llanto no dice,
y firmo mi palabra con la sangre vencida.
SOLEDAD
Y era un silencio duro como piedra;
un silencio de siglos.
Era un silencio adusto, impenetrable;
un silencio sin venas.
Era un dolor de amor, hecho de largas
noches sin el amado.
Hecho de fieles manos que se tienden
estremecidas, solas.
Era una voz dormida entre las sombras,
unas lágrimas secas.
Febril temblor de labios, una loca
esperanza desierta.
[El alma desvelada]
DESTINO
Entre ti, soledad, me busco y muero,
en ti, mi soledad, mi vida sigo,
vencida por tus brazos voy contigo
y allí te aguardo donde ya no quiero.
Desde siempre en mi calle yo te espero,
y amante de mis noches te persigo,
si alguna vez, dolida, te maldigo,
desde tu ausencia, triste, desespero.
Me diste la esperanza de tenerte
en mi dolor. Guiada por tu mano
subí los escalones de la muerte.
Aquí donde a tu sombra soy crecida,
el tiempo, tuyo y mío, va cercano,
dejándome la sangre ya cumplida.
[Cumplida soledad]
AMARILLOS
I
Qué plenitud dorada hay en tu copa,
árbol, cuando te espero
en la mañana azul de cielo frío.
Cuántos agostos largos, y qué intensos
te han cubierto, doliente, de amarillos.
II
Toda la tarde se encendía
dorada y bella, porque Dios lo quiso.
Toda mi alma era un murmullo
de ocasos, impaciente de amarillo.
III
Serena de amarillos tengo el alma.
Yo no lo sé. ¿Serena?
Parece que entre el oro de sus ramas
algo verde me encienda.
Algo verde, impaciente, me socava.
Dios bendiga su brecha.
Por este hueco fértil de mis ansias
un cielo retrasado me desvela.
Ay, mi esperanza, amor, voz que no existe,
tú, mi siempre amarillo.
Hazte un sol de crepúsculos, ardiente:
ponte verde, amarillo.
[Arco en desenlace]
LA
LLUVIA
¿Cómo sería la lluvia
si no fuera de aroma,
de recuerdo,
de nube,
de color
y de llanto?
¿Cómo se oiría la lluvia,
si no brillara intensa,
pálida,
azul,
violeta,
relámpago,
arco iris
de olores y esperanzas?
¿Cómo daría la lluvia su olor,
su gris perfume,
si no fuera aquel ritmo,
aquella voz,
el canto,
eco lejano,
el viento,
una escala de ensueños?
¿Cómo sería la lluvia,
si no fuera su nombre?
EL AIRE DE UN RECUERDO
Como un aire suave que el verano
nos deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos, ausente, la primicia
de un otoño amarillo y más cercano.
Como un agua que llega hasta la mano,
sedienta de esperanza, y la delicia
de su frescura por la sangre inicia,
y calma el corazón. Así, lejano,
en brisas de nostalgias florecido,
el ala de un recuerdo, silencioso,
ha rozado mi alma, y, suavemente,
desde el umbral oscuro del olvido,
un sueño, de su noche, milagroso,
llega claro a mi sed con voz ausente
SONETOS EN AMARILLO
Mi voz quiero amarilla, quiero el
oro
maduro en un verano de desvelo.
Mi dolor amarillo, y junto al cielo
azul de soledades. Poro a poro
quiero mi sangre trigo, y no le
añoro
su más verde constancia, ni su
anhelo
al perenne ciprés, que voy de vuelo
y en amarillo sauce ya me doro
Aguardo en mí esa luz enternecida
y en las últimas hojas, dulcemente,
con un temblor de llama detenida
Ay, que por este instante, tan
ganado
a golpes de más vida, ciegamente
me rindo al amarillo traspaso
LA
MÚSICA CALLADA
Se quedó el mundo mudo, sin aroma.
Solo en su inmensidad,
desposeído, sin dolor. Callado.
Como sonido mudo,
roto arpegio,
apoyándose, huyendo, desangrándose. Inerme.
Sin un ritmo, en sigilo de palabras y voces.
Solo.
Solo quedó el color –arco iris, promesa-.
Oculta sintonía
abre la gran ventana de la
noche,
por un mar infinito de
preguntas.
Deja que el gran silencio, la
presencia
de mundos donde late la agonía
se haga sol en la sima de lo
oscuro.
Clava tu mano, apoya tu cuidado
con el clamor despierto por tu
grito.
Si el dolor se hace carne en tu
garganta,
si no sabes dónde está el fin,
una voz jubilosa como llama
que alumbre las tinieblas;
si no sabes cuál será el día,
en que descubras la verdad,
si un húmedo temblor hiere tus
ojos,
y
te cubre -gris tierra- la
mirada;
abre la gran ventana de la
noche,
No dejes que el llanto te
alucine las pupilas.
POR TU SILENCIO
AZUL
Tu, luna, si me
hablaras,
si debajo de tu
corazón frío
tuvieras, libre,
un alma.
Si dentro de tu
silencio azul
palpitaran
palabras
encendidas,
a mi vencida
sangre
despertando.
Si tus pasos
dejaran una
senda
y un marcado
camino
para escapar al
mundo de lo
incierto.
Ay, luna, si
llegaras,
luz de errante
desvelo,
hasta mi casa.
Si abrieras los
balcones de la
noche,
y entre escalas
de aromas
tus manos me
tendieras.
Si olvidando tu
ciega
indiferencia,
llenaras a mis
ojos de esos
verdes
paisajes, donde
tienes
escondido el
secreto de tu
llama.
Ay, luna,
siempre luna,
por tu ventura
inmóvil,
inútilmente luna
de mi llanto.
Si tú me oyeras,
luna!
CAMPANAS DE AMANECER
Campanas de amanecer, en Granada
atravesando el silencio
que reunieron en mi alma.
Campanas de amanecer, en Granada
no dan como el de las doce
sonido de sol colmada
que un lamento triste y grave
su voz de metal desgrana.
Campanas de amanecer, en Granada
blanco y verde es su teclado
jazmines en la enramada
van tocando y fluye tímida
una vegetal escala.
Campanas de amanecer, en Granada
llegáis a mi corazón
y con desvelo de aldaba
me golpeáis los sentidos.
Campanas de amanecer, en
Granada,
Granada.
Abanico creado por
Pedro Garciarias para la exposición en homenaje a Elena M. Vivaldi.
FIRMAS DE ELENA
MARTÍN VIVALDI
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