
Un día, ante la necesidad de reflexionar sobre los acontecimientos,
detenemos nuestra bitácora sin que eso parezca que vaya a cambiar su
rutina.
Observamos que un hecho intruso se ha acomodado en ella. Permanece
agazapado, manifestándose discretamente y de forma esporádica. Cada vez
con más frecuencia.
De manera imperceptible va ocupando nuestro tiempo y restándole espacio
a otras cosas, a otras gentes. Haciéndose primero importante. Luego,
necesario. Finalmente, imprescindible.
Sin darnos cuenta nos vemos trasladados de la que era nuestra Realidad,
a otra realidad que nos es ajena. Con la que no teníamos nada que ver ni
nos sentíamos identificados al principio y a la que hemos llegado por
casualidad. De la que ya nos hemos hecho dependientes.
Realidad en la que, a pesar de lo muy estimulante que resulta el vértigo
de lo iniciático, a pesar de lo excitante que resultan las nuevas
experiencias, no nos sentimos a gusto. No acabamos de encontrar nuestra
identidad. No acabamos en encontrar en ella, nuestro Sitio.
Y entonces decidimos quedarnos por sus gentes.
Pero quienes creíamos que eran, ya no son.
Ni tal vez nunca fueron.
Y entonces decidimos quedarnos por lo que dábamos.
Pero descubrimos que lo que dábamos no importa.
Ni siquiera persiste en la memoria.
Y entonces decidimos quedarnos por lo que recibimos.
Pero lo que recibimos no nos satisface.
Porque quienes nos lo dan, ya son "Otros".
Descubrimos que hemos estado soñando entelequias, escribiendo en el
aire, detenidos en un tiempo que ha sido, apenas, un divertimento en el
tiempo de Nadie.
Comprobamos que no existen volúmenes, ni sonidos, ni aromas. Ni manos
que estrechar, ni miradas que griten, ni voces que susurren.
Un día, después de reflexionar sobre los acontecimientos, decides que
tienes que volver, sin haber aún llegado. Que tienes que irte, aun
deseando quedarte.
Porque descubres que tú no eres "Otra".
Porque el espejo de los Otros no devuelve tu imagen.
Porque no hay complicidad, ni ecos de sonrisas.
Porque descubres, sin más,
que es el Sitio de Otros.
M*
__________________________________
**********************************
Cuando en los que confías te vuelven la espalda.
Cuando comprendes que los afectos son parte de un juego.
Cuando te das cuenta que tus palabras empiezan a resultar molestas por
lo que pudieran tener de voz de la conciencia en aquellos que la tienen
dormida.
Cuando el silencio y el cinismo son la respuesta.
Cuando los que quieres a tu lado no te quieren al suyo…
Entonces no queda más alternativa que reconocer nuestro fracaso. Que,
seguramente, es más el fracaso de otros.
A los que me han ayudado a llegar hasta aquí, a los que me han
comprendido, les mando un abrazo.
Siento que me han derrotado los afectos. Y a ese enemigo me he rendido
siempre.
Contra ellos no sé, ni quiero luchar.
Pero no puedo seguir sin ellos: No soy tan fuerte.
Que me disculpen los que se sientan defraudados. Yo diré honradamente
que no se si podré perdonar a los que me han herido.
Un abrazo otra vez. Y un hasta siempre.
P*

|