Diego de Silva Velázquez (1599-1660)
Recopilación de la colección
"Pinacoteca Universal, Multimedia",
Diego Rodríguez de Silva Velázquez nace en Sevilla y es bautizado en la iglesia de San Pedro el 6 de junio de 1599. Su padrino fue Pablo de Ojeda, quizá pintor de imaginería. Sus padres, Juan Rodríguez de Silva y Jerónima Velázquez, eran los dos sevillanos y pertenecían a familias distinguidas con algunos recursos económicos y tradición de nobleza.
Velázquez y Pacheco
El 17 y 27 de septiembre de 1611, Juan Rodríguez, padre de Velázquez, conviene con Pacheco las condiciones en que éste ha de tener al entonces niño como aprendiz y, en cierto modo, como servidor, aunque el plazo arrancaba, como ya se ha dicho, desde primero de diciembre del año anterior. En dicho documento, se obliga a Pacheco a enseñar a Diego su arte, a darle casa, comida, bebida, vestido, calzado y asistencia médica en las enfermedades cuya duración no excediera de quince días. Pero ya desde el 14 de marzo de 1617, Velázquez está liberado del aprendizaje de taller y con estudio propio. Obtiene, además, "carta de examen", aprobación otorgada "por las obras que hizo con sus manos ante los dichos alcaldes e razones suficientes que dio a todas las preguntas que le hicieron", según se dice en los Documentos para la historia del Arte en Andalucía.
Esta carta le autorizaba a pintar en templos y lugares públicos, además de tener taller con discípulos. Contaba entonces Velázquez con dieciocho años. Pero el contacto de Velázquez con Pacheco permanecería de por vida: "después de cinco años de educación y enseñanza, casé con mi hija, movido de su virtud, limpieza y buenas partes y de las esperanzas de su natural y grande ingenio", escribía Pacheco en su libro. Y así fue: el 23 de abril de 1618, en la iglesia de San Miguel, Velázquez se casó con Juana de Miranda o Juana de Pacheco. De esta unión nacieron dos hijas. La primera, bautizada el 18 de mayo de 1619, se llamaba Francisca, y se casaría, en 1634 con el pintor Juan Bautista Martínez del Mazo. La segunda, Ignacia, fue bautizada el 29 de enero de 1621, murió niña.
Su primer intento en Madrid
Empezaba Velázquez
a tener cierta fama en Sevilla. Prueba de ello es que el 1 de febrero de
1920 recibe como discípulo a Diego de Melgar, pintor del que apenas se sabe
nada. Y llegaba un momento en que la bella ciudad andaluza se le quedaba un
poco pequeña.
Había que marchar a Madrid, explotando una ocasión única. En marzo de 1621 había muerto Felipe III, y un nuevo rey que aún no contaba con dieciséis años, Felipe IV, estaba en el trono. Habían desaparecido los castellanos que rodeaban la cámara real, y los andaluces ocupaban sus lugares. Era el momento, porque el nuevo factotum del Estado resultaba ser un sevillano: hablamos de Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares (arriba). Y si él era andaluz, los andaluces habían de ser los preferidos. Y como quiera que Pacheco también era andaluz y cacique, óptimamente relacionado, utilizaría a sus amigos, como el poeta Francisco de Rioja o el sumiller de cortina de Palacio don Juan de Fonseca y Figueroa, para proporcionar el salto de Velázquez a la corte.
Velázquez, pintor de la Corte
Pero su suegro, Pacheco, no se da por vencido y, por medio de su amigo Juan de Fonseca, logra que en la primavera de 1623, el Conde-Duque de Olivares emita una orden llamando a Velázquez para el soñado fin de retratar al rey. En agosto de ese mismo año, ya está en Madrid, acompañado esta vez sí de Pacheco, que no quería perderse el primer escalón de la brillante carrera de Velázquez: el primer retrato a Felipe IV, terminado el 30 de agosto de 1623. Y causó tal admiración que se ordenó, para lo sucesivo, que ningún otro pintor retratara al rey Felipe. Tres órdenes, de 6, 28 y 30 de octubre de 1623 traen a Velázquez su categoría de pintor real, con seis ducados de haber mensual más el pago de las pinturas que fuera realizando.
Su primer viaje a Italia
El viaje a Italia, posiblemente recomendado por Rubens, era una necesidad en la formación de un artista europeo del siglo XVII. Durero es uno de los primeros genios en esa peregrinación a las fuentes del arte clásico, donde se habían formado no sólo "semidioses" como Rafael, Leonardo o Miguel Ángel, sino también El Greco, Navarrete o Roelas.
Parece ser que una vez recuperado se aburrió de Roma marchándose a Nápoles, donde retrataría a la reina de Hungría, doña María de Austria. Allí conoció y trató con José de Ribera, abanderado de la pintura española en Italia.
Regreso a la corte madrileña
A principios de
1631, Velázquez estaba de nuevo en Madrid. Fue muy bien recibido ya que era,
con gran diferencia, el mejor retratista de la Corte. Además, Felipe IV
estaba impaciente ya que, durante su ausencia, había nacido su primer hijo
varón, fruto de su matrimonio con Isabel de Borbón. Hablamos del príncipe
Baltasar Carlos, que ya necesitaba los servicios de un pintor de cámara.
Se observa cómo, desde su regreso, su pintura ha cambiado: su estilo cobra mayor soltura, buscando efectos espaciales y cromáticos. Su pintura ahora es más libre, más luminosa, más moderna.
Segundo viaje a Italia
Soñada por él la Italia que conoció en 1629, ahora se le presenta a Velázquez la oportunidad de trasladarse de nuevo a aquel país. Pero si entonces iba con la ilusión de contrastar, de aprender lo que le faltaba en su repertorio, ahora, como maestro, lleva entre manos misiones oficiales, como las de adquirir obras de arte, estudiar el funcionamiento de las academias de Bellas Artes y retratar a Su Santidad, Inocencio X. Será algo así como artista-embajador, igual que su amigo Rubens.
De Génova pasan a
Milán, luego a Padua y, el 21 de abril, a Venecia, donde Velázquez comienza
sus adquisiciones de pinturas de Veronés y Tintoretto. Seguidamente a
Bolonia, Módena, Parma, Florencia y, finalmente, Roma, donde estarán esta
vez de paso para continuar hasta Nápoles, donde adquiriría un buen número de
esculturas y donde se reencontraría con Ribera. Luego, regresaría a Roma,
donde permanecerá más de un año. Allí retratará al Papa Inocencio X -que
hacía cinco años había sucedido a Urbino VIII- y a su amigo y servidor Juan
de Pareja (arriba). También es posible que de Roma trajese pintada una de
sus mejores piezas y de la pintura española del siglo XVII: La Venus del
espejo (abajo).
Pero lejos de su voluntad, el monarca español le requirió de nuevo en Madrid. Así, pasó a Módena y luego a Génova, donde se embarcó para llegar a Barcelona en el mes de junio de 1651. Esta vez, ya, para no volver a salir de España.
Últimos años de Velázquez
Al año de llegar a Madrid, Velázquez es nombrado aposentador, cargo que juraría el 8 de marzo de 1652. Ello le obligaba a la ornamentación de los salones, a la instalación de las residencias reales y a la administración de sus obras de arquitectura.
Su actividad pictórica después del regreso de Italia no fue muy abundante: entre 1651 y 1654 tan sólo pinta cuatro retratos de la infanta María Teresa (arriba). A partir de esta fecha, dan comienzo varios retratos de la infanta Margarita. Pero las obras más importantes de este último periodo y quizá de toda su carrera, son Las Meninas (abajo) y Las hilanderas.
Hacia 1660 comienza la ejecución de otro retrato de la infanta Margarita, pero la muerte le llegó el 6 de agosto de 1660 y se encargó de terminarlo su yerno Juan Bautista del Mazo. Pero antes de que la enfermedad que padecía dejara su huella mortal, Velázquez consiguió uno se sus más peleados sueños: el 28 de noviembre de 1659 había sido investido Caballero de Santiago. Ahora yacía en paz.
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