BOABDIL, REY DEL SULTANATO DE GRANADA: ¿VÍCTIMA DE SU DESTINO O SICARIO DE LOS REYES CATÓLICOS?
Retrato de Boabdil prisionero, con argolla en su cuello. Colección de pinturas de los Marqueses de Ayamonte (Madrid)
Puede que para algunos observadores sagaces resulte extraño a primera vista que un monarca como Boabdil, elevado a mito por los escritores románticos del siglo XIX en sus crónicas sobre la Alhambra, fuera vilipendiado por sus súbditos y apoyado por sus enemigos naturales: los Reyes Católicos. Contemplado bajo el aspecto de visir de las mil y una noches, seguramente consecuencia de obras literarias como los cuentos y leyendas de Washington Irving (consultar Biblioteca Virtual de Andalucía), o como rey poeta protagonista de los últimos tiempos de la dinastía nazarí, en escasas ocasiones se ha intentado una aproximación a los aspectos más oscuros de su personalidad.
Descrito como un ser débil, pusilánime, sometido a la voluntad de su viril madre Aixa, aparece exculpado ante la historia de traiciones e intrigas, justificadas casi siempre por el complicado destino que le tocó vivir. Hecho prisionero en varias ocasiones, se sometió fácilmente a las exigencias pedidas para sus respectivos rescates, incluyendo la entrega de su hijo como rehén y el vasallaje de Granada a los Reyes Católicos. No se cuestiona su identidad como gobernante o estratega militar, seguramente porque en ambos casos sus fracasos fueron notables. Bastante menos se critica el escaso empeño que pusiera en defender la fe y cultura de su pueblo frente a las presiones y antagonismos castellano-aragoneses. Careció absolutamente del sentido de estado en lo que se refiere a mantener la unidad del Reino.
Boabdil (Abu Abd Allah Muhammad ben Alí al-Hasan az-Zughbî) era hijo del visir del Reino de Granada Muley Hacen (Abu al-Hasan Ali ben Saad). Fue apodado El Chico y El Desdichado para diferenciarlo de su tío, también llamado Boabdil, El Valiente (Abu Abd Allah Muhammad Ibn Said az-Zaghall). La diferenciación de ambos nombres, además de sus respectivos apodos era, en el primer caso, el nombre de Alí; en el segundo, Said, hermano de Muley Hacen. Conocido por los cristianos como El Zagal o El Valiente, se ganó el sobrenombre en la batalla de la Axarquía, donde infringió una importante derrota a los cristianos. Boabdil El Chico luchó contra su padre y contra su tío para hacerse con el trono de Granada con el propósito de entregarlo posteriormente a Isabel y Fernando, según había pactado con los Reyes Católicos al ser capturado en la batalla de Lucena (1483). Muchas referencias historiográficas culpan de esta dudosa actitud a su madre, la sultana Aixa, a la que describen como mujer varonil, intrigante, despechada, cruel y vengativa.
Boabdil encabezó distintas sublevaciones que provocaron enfrentamientos civiles. Intrigó y lucho durante todo su reinado contra su padre Muley Hacen, su tío El Zagal y los Reyes Católicos. Obra de José Segrelles.
Aixa, también conocida como Fátima por los musulmanes, esposa de Muley Hacen y madre de Boabdil, fue relegada en la corte a un segundo plano por la esclava cristiana Isabel de Solís, favorita del sultán, que convertida al Islam, pasó a llamarse Zoraya o Zoraida. Desde ese mismo momento la sultana combatió con todas las fuerzas y medios a su alcance para destronar a su esposo y hacer rey a su hijo con la esperanza de que éste le devolviera su lugar en la corte. Protegió a ultranza a Boabdil contra sus enemigos, ya que en distintas ocasiones corrió el peligro de ser asesinado por su propio padre, que mandó ejecutar a varios de sus hermanos para facilitar el acceso al trono a los hijos tenidos con Isabel de Solís. Los atentados que sufrió y sus repetidas encarcelaciones han servido como argumento para disculpar las reiteradas traiciones que hizo a los suyos. Por otra parte, a Aixa se la ha hecho responsable de las felonías que podrían atribuírsele a su vástago, quedando éste exento de acciones calificadas de execrables por sus súbditos, siendo estas contrarias a los intereses de su pueblo.
El Zagal detiene a Boabdil en la Alhambra, que se escuda tras su madre Aixa. Obra de José Segrelles.
En bastantes crónicas literarias que refieren las bondades del monarca, las sombras se convierten en luces. La debilidad de carácter se atribuye a su espíritu de poeta; su indecisión, a la fuerte influencia que su madre ejercía sobre él; sus reiteradas traiciones, a su visión preclara de estadista que preveía el inexorable final del Reyno de Granada. Para muchos investigadores, su incompetencia como gobernante se justifica por la falta de interés que sentía por reinar. Eso, a pesar de que pasara toda su vida conspirando por ascender al trono. Si bien no se le puede acusar de cobardía, pues participó en diversos combates contra los cristianos, contra su padre y contra su tío El Zagal, tampoco se puede negar que prefería emplear su tiempo en ejercicios galantes, de caza y cetrería. Este gusto por el buen vivir no le era ajeno a su padre, del que seguramente heredó ciertas costumbres mundanas. Incluso después de la traumática entrega de Granada en enero de 1492, Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos y encargado de seguir los movimientos de Boabdil en su feudo alpujarreño, escribía a sus monarcas en el mes de octubre de ese mismo año:
"El rey Muley Babdali y sus criados andan continuamente a caza con galgos y azores, y allá está agora en el campo de Dalias y en Verja, aunque su casa tiene en Andarax; y dicen que estará allá por todo el mes."
Ajuar de Boabdil mostrado en la exposición El poder de la Alhambra (Palacio de Carlos V, Granada 2014)
Es posible que Boabdil entendiera que la Guerra de Granada era una lucha perdida. Los últimos soberanos nazaritas libraron todas las batallas esperando indefinidamente la ayuda que habría de llegarles desde el norte africano, de sus hermanos en el Islam. Puede que Boabdil entendieran, ya en los últimos momentos de la contienda, que Muhammad al-Sayjel, rey de Fez, no se indispondría con el Papa enviando tropas a la península, ya que el Pontífice tenía prisionero a su hermano, lo que le permitía a él mantenerse en el trono. Ni que los pueblos islámicos de Berbería les enviarían el auxilio tantas veces solicitado, ocupados como estaban en sus luchas internas y enfrentados con Portugal.
Pero las claves de ese análisis de la realidad que les rodeaba también estuvo al alcance de su padre Muley Hacen y su tío, El Zagal, así como a la de todos los nobles musulmanes que participaron, hasta el último momento, en la contienda. La diferencia es que Boabdil vendió su reino tras ser hecho prisionero en la batalla de Lucena (Córdoba, 1483) y El Zagal mantuvo la dignidad de la corona, recibida por su hermano que abdicó en él (1485), hasta que la situación se planteo como insostenible. Solamente cuando ____ entregó Almería a cambio de tierras y fortuna negoció con los Reyes Católicos
Otras acciones de ética dudosa protagonizadas por El Desdichado tuvieron lugar en su participación en la sublevación del Albaycín (1486) apoyando la estrategia de Fernando el Católico que pretendía debilitar la unidad política conseguida en Granada con la abdicación de Muley Hacen a favor de su hermano, Abu Abd Allah Muhammad Ibn Said az-Zaghal (Muhammed XIII).
Mapa de Berbería de Gerardo Mercator (1630)
Una vez más los alfaquíes, como ya hicieran en el reinado de su padre, le piden que reflexione sobre el daño que está haciendo a Granada y al Islam suscitando tales cismas. Igualmente le instan a que acate lo que el sultán en su abdicación y el pueblo en su aceptación habían determinado, renunciando a sus derechos dinásticos. Venderá sin problemas tales derechos a cambio de tierras en Granada (Guadix y Baza) y Almería (Comarca de los Vélez y Vera). Cuando en un acto de confianza, delegaron en él la defensa de Baza, ciudad de incuestionable valor estratégico, fue fácilmente derrotado (1486) y hecho prisionero. Nuevo pacto con los enemigos cristianos y nueva puesta en libertad. Parece evidente que Boabdil era un valioso instrumento al servicio de los Reyes Católicos.
Resulta difícil pensar que el protagonista no fuera consciente de esta circunstancia. Por si quedaran dudas sobre la reiterada actitud de Boabdil, cabe recordar el sitio de Málaga ese mismo año. Se negó a intervenir en su defensa, a pesar de la dureza del ataque cristiano y que entre las tropas musulmanas participaban unidades venidas desde el norte de África. Su actuación no fue ejemplo que incentivara enviar nuevas ayudas. Había prometido a Fernando no levantar armas contra él, convertido en su aliado, y en esta ocasión sí cumplió su palabra. Algo parecido sucedió con el ataque cristiano a Lorca, donde resistieron heroicamente Baza y Guadix, cayendo de forma inmediata las tierras de Almanzora y Filabres. El Zagal tomaría la ofensiva consiguiendo una exitosa revancha cuando ya todo estaba perdido.
Los alfaquíes intervendrán para pedirle a Boabdil que deje de actuar como instrumento de los cristianos. Hasday Ibn Shaprut en la Corte de Abderramán III. Obra de Dionis Baixeras (1885) Universidad de Barcelona
La Historia ha sido muy generosa en la conservación de su memoria. Se sabe por distintas fuentes de la época que gustaba de cacerías y refinamientos mundanos, que decapitó a varios de sus alcaides y alfaquíes para congraciarse con los reyes cristianos, informando a Isabel de Castilla a través de explícitas cartas sobre tales ejecuciones. Firmó pactos secretos con sus enemigos traicionando la confianza de sus vasallos y cediendo a su hijo como rehén, ignorando los sentimientos y la opinión de su esposa Morayma. Engrosó su patrimonio personal vendiendo la Alhambra y sus palacios a los reyes cristianos por 30.000 castellanos de oro. Que sepamos, pocas veces se tachó a Boabdil de servil y acomodaticio en las crónicas castellanas. Más bien se le tildó de persona razonable con presta disposición para las negociaciones.
Escena del vasallaje de Alhamar al rey Fernando III el Santo. Caballeros nazaritas. Capilla de Santa Catalina (Catedral de Burgos) Fuente: caballerosyarte.blogspot.com.es
Todo lo contrario sucede en los testimonios que nos han dejado los documentos árabes. En ellos queda de manifiesto el poco aprecio que sentían nobles y vasallos por el llamado Rey Chico, y así los dejaron reflejado un notable grupo de alfaquíes de la corte nazarí. Hasta tal punto se empeñan en restarle carácter peyorativo a este alias en la historiografía cristiana, que intentan describirlo como un ser alto, rubio y de rostro afable. Tal es el caso de Julio Quesas-Cañaveral, que en su tesis doctoral lo describe como rubio, de mediana estatura, más bien alto y esbelto, de porte majestuoso y bravo en las batallas. Todo lo contrario sucedía con su tío El Zagal (El Valiente), respetado por los suyos como guerrero valeroso y gobernante incorruptible, calificado por sus enemigos como intransigente en las negociaciones y cruel e inflexible en las batallas. Sólo hacia el final de la guerra se vio obligado a firmar las condiciones para su rendición.
Camilo Álvarez de Morales, en su libro Muley Hacén, El Zagal y Boabdil: Los últimos reyes de Granada publicado por Editorial Comares (Granada, 2000) nos recuerda que estudios realizados de los ropajes y armaduras de Boabdil conservados en el Mueso del Ejército indican que debió tener una estatura entre un metro sesenta y un metro sesenta y cinco. Por las descripciones que hace Ibn al-Jatib de sus antecesores, más bien debió ser moreno, de tez blanca y poco agraciado en sus facciones. De hecho, su madre era descrita como mujer de aspecto hombruno, en tanto que su padre nunca fue definido como hombre de aspecto gentil, como sucediera, por ejemplo, en el caso de Fernando el Católico.
Para completar el posible perfil humano de Boabdil referiremos una leyenda recogida en algunas fuentes musulmanas marroquíes. Cuando El Zagal asumió su irreversible derrota por los Reyes Católicos, aunque negoció tierras y prebendas para rendir sus armas, le resultó insoportable el vasallaje a sus vencedores. Vendió sus propiedades, compartiéndolas generosamente con su cuñada Zoraida, y buscó refugio en Fez con todos sus bienes y muchos de sus seguidores. En esa ciudad, y según los relatos árabes, el emir, para afianzar su alianza con su amigo Boabdil, lo encerró en una mazmorra, lo despojó de su patrimonio y mandó que le quemaran los ojos. Todo esto sin que su regio sobrino hiciera nada por impedirlo.
Dibujo del denostado El Zagal según el imaginario popular cristiano.
Ciego e indigente, acabaría sus días pidiendo limosna con un letrero en el que podía leerse: Este es el desventurado rey de los andaluces. Recientemente se ha encontrado una tumba en Tremencén que se ha creído pudiera ser la suya. Otros investigadores piensan que pertenece a su sobrino, el Rey Chico. Si tales acontecimientos sobre la suerte que corrió El Zagal, ciertos o falsos, resultaron creíbles, no debieron estar muy distanciados de lo que pudiera haber sido el modus operandi de Boabdil El Desdichado.
Inclemente en las ejecuciones referidas a la pena de muerte, muchas de ellas dictadas para complacencia de los reyes cristianos, cuesta trabajo imaginar a Boabdil como un individuo llorón, derramando lágrimas ante las palabras que, según la tradición popular, le dijera su madre cuando miró por última vez la ciudad de Granada: Llora como mujer por lo que no has sabido defender como un hombre. De hecho, esta escena parece que jamás se produjo. Para algunos investigadores fue el alcalde de Guadix, Antonio de Guevara el que imaginó la anécdota para ilustrar el viaje que la emperatriz Isabel de Portugal hizo a Granada (año 1526), poco después de contraer nupcias con Carlos V.
Otros cronistas creen que se trata de una leyenda morisca, ya que en realidad parece que antes de la entrega de la ciudad toda su familia, incluso Aixa, ya había partido hacia el castillo de Mondújar. Aunque la anécdota del suceso se recoge en fuentes cristianas (Mármol y Carvajal), nada de ella se dice en las fuentes árabes que trataron el tema de la guerra de Granada. Siempre se le describe como títere de su progenitora y pocas veces se contempla la posibilidad de que fuera un colaborador necesario, que compartía ideas, acciones, responsabilidad e intenciones con la vilipendiada sultana.
Salida de la familia de Boabdil de la Alhambra obra del pintor Manuel Gómez Moreno.
La historia de la sucesión de los últimos monarcas nazaríes ha tenido como patrón secuencias de intrigas y asesinatos que se repiten. El padre de Muley Hacen, el sultán Saad mata a su hermano para hacerse con el poder. Muley Hacen, a su vez, destrona a su padre y Boabdil sigue la misma pauta de conducta que sus antecesores con su progenitor, Muley Hacen. El Zagal es acusado de matar a sus sobrinos y luchará contra su hermano en los primeros años de su gobierno. Boabdil actuó, ni más ni menos, como todos y cada uno de los miembros de su familia tal y como venían haciendo durante siglos. En esas luchas por el poder, los castellano-aragoneses no le iban a la zaga, que asesinatos en el seno de la familia real y entre los nobles de influencia, tales hechos estuvieron a la orden del día, tanto por medio de las armas como por envenenamientos. Lo mismo sucedía en otras cortes musulmanas de Berbería, en las europeas, incluso en el seno del mismo Vaticano con Papas como Inocencio VIII o Alejandro VI (Rodrigo Borgia).
Cuadro El suspiro del moro pintado por Pradilla (1892) según la leyenda del exilio de Boabdil.
Boabdil, cuyo nombre dinástico fue el de Muhammad XII, se comportó con las mismas pautas de conducta que prevalecían en su tiempo. Sin embargo, en su caso, las acciones que en las mismas circunstancias son duramente criticadas en otros, en él se diluyen y desaparecen por obra y gracia de una visión romántica. Un repaso por los acontecimientos más notables de su biografía y algunos de los documentos que consensuó y firmó con sus enemigos pueden ayudarnos a una aproximación de algunos aspectos de su verdadera identidad. Antes de transcribir algunos de esos documentos, haremos un recorrido sobre los que fueron antecesores de Boabdil, en un intento de aproximación a lo que pudo ser el contexto cotidiano en el que se inscribe su biografía.
ASPECTOS POLÍTICOS Y FAMILIARES DE LOS ANTECESORES DE BOABDIL.
La tradición conspirativa, tan arraigada en las cortes europeas de la época, alcanzó su máximo exponente en el caso de los últimos reyes de la dinastía nazarí. Sin duda contribuyó a ello la enraizada tradición de clanes familiares, que se reforzaban o debilitaban en función de sus cambiantes intereses particulares. Boaddil o Abu Abd Allah Mohammed ben Alí al-Hassan al-Zuguybi (El Desdichado), también nombrado Muhammad XII, fue hijo de Muley Hacen y la sultana Aixa. Fueron sus abuelos los sultanes Abu Nars Saad Ciriza por parte de padre y Muhammad ben Sad al-Aysan (El Zurdo) o Muhammad IX por parte de madre. Ambos antecesores ordenaron y sufrieron destierros y asesinatos en el seno de sus respectivas familias para conseguir su acceso al trono. Las distintas dinastías musulmanas, en las que tanto se ha resaltado su sangrienta trayectoria, no fueron muy diferentes de élites en el poder durante el imperio romano o en las cortes visigodas.
وَ لاَ غـَالِـبٌ إلاَ اللـَّه (Wa lā gāliba illā-llāh - Sólo Alá es vencedor), lema de la dinastía nazarí. Retrato de distintos reyes nazaríes en el techo de la Sala de los Reyes de la Alhambra.
Esta visión particularista y fragmentaria del sultanato nazarí, ajena a los intereses generales del reino, era absolutamente antagónica con la idea de unidad territorial que emanaba de los monarcas cristianos del norte. Con la muerte de Yusuf III en el año 1417 se inician una serie de episodios sangrientos por la lucha del solio musulmán en la península. Le sucederá, a la edad de ocho años, su hijo Muhammad VIII en un momento en el que la familia de los Abencerrajes alcanzará gran influencia en la corte, en detrimento de su clan rival, la familia de los Bannigas. El apoyo de unos y otros era decisivo en la elección de los sultanes de Granada. El visir de Yusuf III, Alí al-Amin, gobernará hasta la mayoría de edad del príncipe.
Los Abencerrajes se sublevarán contra él y pondrán en el trono a Muhammad IX o Muhammad ben Nars al-Aysa (El Zurdo). Muhammad VIII, con el apoyo de Ridwan Bannigas, se impone como legitimo heredero pero perderá definitivamente la batalla frente al caudillo Yusuf Ibn al-Sarray que instaura definitivamente al usurpador. El hijo de Yusuf III fue encerrado y ejecutado en el castillo de Salobreña (1429). En este momento histórico puede decirse que la influencia de los Abencerrajes triunfó sobre la de los Bannigas, aliados estos últimos con los intereses castellanos.
Ante este retroceso en su influencia sobre Granada, Juan II reanuda las hostilidades, tomando por asalto la ciudad de Jimena de la Frontera, hecho que provoca que Muhammad IX ordene sin dilación la ejecución de Muhammad VIII (1431) para evitar posible sublevaciones. Ridwan Bannigas, no dándose por vencido, pronto vuelve a la carga proponiendo como nuevo candidato a su cuñado Yusuf Ibn al-Mawl o Yusuf IV, nieto de Muhammad VI, conocido por los cristianos con el nombre de Abenalmao, el Abenamar del romance. Pidió para ello el apoyo del rey castellano, que se lo ofreció a cambio de que, una vez jurado sultán, le rindiera vasallaje.
Sala de los Abencerrajes y Patio de los Leones de la Alhambra de Granada. Según la leyenda, en ella se produjo la matanza de los principales miembros de la familia de los Abencerrrajes. Foto: Rafael Señan González.
Muerto el abencerraje Yusuf Ibn al-Sarray y ante el avance de sus enemigos musulmanes y castellanos, Muhammad IX se refugió en Almería. Las ciudades de Granada quedaron divididas entre los partidarios de Yusuf IV y Muhammad IX, entre el poder de los Bannigas y los Abencerrajes. Cuando los alfaquíes se enteraron del acuerdo humillante al que había llegado Yusuf con Juan II, comprometiéndose a servidumbre e impuestos, volvieron a entronizar a Muhammad IX. Tras la batalla que se produjo en la Vega granadina, Yusuf fue derrotado y hecho prisionero, ordenándose su ejecución por degüello en el año 1432. El efímero Yusuf IV, de filia a los Bannigas, fue padre de Esquivila, esposa de Abu Abd Allāh Muhammad Ibn Said, El Zagal, tío de Boabdil y cuñada de Muley Hacen.
Cuadro con la recreación de La matanza de los Abencerrajes, obra de Mariano Fortuny.
En 1445 se inicia una guerra civil en Granada que enfrentaba a Muhammad IX con sus sobrinos Muhammad X El Cojo y Abu al-Hajjaj Yusuf, Yusuf V. Muhammad X reinará unos meses y tendrá que ceder el mando a Yusuf V que apenas durará otros seis en el poder. Tres años después, Muhammad IX vuelve a ser designado sultán de Granada y ordena ejecutar a Muhammad X, como ya había hecho anteriormente con otros candidatos de los Bannigas, Muhammad VIII y Yusuf IV. Finalmente fue sucedido por Muhammad XI, de nombre Abu Abd Allah Muhammad Ibn Muhammad, El Chiquito, hijo de Muhammad VIII El Chico del bando de los Bannigas y que el difunto sultán había ordenado asesinar.
Muhammad XI, de reinado turbulento, persiguió con obstinación y crueldad a los Abencerrajes que habían apoyado a su predecesor en el trono, Muhammad IX, el asesino de su padre. A él se le atribuye la leyenda de la matanza que se produjo en una de las salas contiguas al Patio de los Leones de la Alhambra, conocida actualmente como Sala de los Abencerrajes. No pasó mucho tiempo para que las víctimas fueran vengadas, pues poco después (1454) fue designado sultán Abu Nars Saad (o Said), padre de Muley Hacen y abuelo de Boabdil, el mismo año que murió Juan II, con el apoyo de la familia de los ejecutados. Muhammad XI murió estrangulado en el año 1455 en su refugio de Las Alpujarras, por un enviado de Abu Nars Saad. Otros autores afirman que fue muerto en una emboscada por Muley Hacen, hijo de Abu Nars Saad, quedando así conseguida la unidad del reino.
Abencerrajes, obra de José Villegas Cordero. Según la tradición, la sangre tiñó de rojo el agua de las fuentes del Patio de los Leones.
Abu Nars Saad o Muley Zad, Ciriza para los cristianos al castellanizar el nombre Sidi Said, hermano de Muhammad V, fue respaldado por los Abencerrajes, a pesar de haber vivido durante muchos años en la corte de Juan II. La complejidad del gobierno de al-Andalus durante esos años reflejaba el siguiente panorama: Granada, Guadix, Gibraltar, Almería y Málaga estaban bajo el dominio de Muhammad XI; Ronda y Archidona obedecían a Abu Nars; Illora y Moclín eran feudo de Muhammad IX, El Zurdo. Aprovechando esta situación de dispersión entre las fuerzas moras granadinas, Enrique IV, sucesor de Juan II, con la ayuda económica del Papado, reinició las hostilidades contra el reino de Granada.
Caballero nazarí en el palacio del Partal en la Alhambra de Granada.
Ciriza, ahogado por las presiones a las que era sometido por parte de su otrora valedores, los Abencerrajes, quiso darles un escarmiento para dejar de manifiesto quien regía verdaderamente los destinos del reino: sentenció la ejecución de su propio visir, Mafarriy y a Yusuf, otro miembro de esta poderosa familia (1462). Según la tradición, la sangre tiño de rojo el agua de las fuentes del Patio de los Leones. Los que pudieron escapar a Málaga, sublevaron a Yusuf V, que moriría un año más tarde, volviendo a recuperar el trono. Abu Nars Saad será derrocado por su hijo Muley Hacen padre de Boabdil, ayudado por los abencerrajes. Muley Hacen será expulsado igualmente del trono por su hijo Boabdil, apoyado por los mismos que encumbraron a su progenitor.
Sucesión de asesinatos en el seno familiar entre padres e hijos, entre tíos y sobrinos. Pactos de conveniencia entre moros y cristianos con guerras intestinas entre hermanos en la fe. Anteposición de intereses particulares a los del reino con clara falta de visión de las cuestiones de estado. Tal era el panorama que se vivía en esas fechas en el sultanato nazarí que parecía vivir ajeno a lo que sucedía en política internacional, fuera de sus fronteras. Cuando los reinos cristianos de la península se preparaban para entrar en el Renacimiento, los pueblos islámicos seguían todavía obedeciendo a patrones de comportamiento ancestrales.
Patio de los Leones en el palacio de Muhammad V en la ciudad palatina de la Alhambra de Granada. Postal antigua en la que puede verse la cúpula semiesférica, anterior a la actual, con cubierta a cuatro aguas.
BOABDIL A TRAVÉS DE ALGUNOS DOCUMENTOS DE SU TIEMPO.
Reconocido como sultán en algunos lugares del reino y para afianzar su prestigio entre aquellos seguidores que lo habían apoyado, Boabdil intentó emular la gloria que su padre y su tío alcanzaran con la victoria de la Axarquía. Con este propósito se puso como objetivo la conquista de la ciudad de Lucena. Fue informado de que estaba mal defendida y que a su mando estaba Diego Fernández de Córdoba, de diecinueve años de edad. Además, se daba la circunstancia de que éste, en ese momento estaba fuera de la fortaleza. Esos factores la señalaron como plaza ideal para consolidar su éxito. Creyendo contar con la ventaja del factor sorpresa, se encaminó hacia el lugar al frente de setecientos jinetes y nueve mil infantes. Sin embargo, la traición de un súbdito granadino que informó de los proyectos de Boabdil a los habitantes de Lucena, hizo que éstos le esperaran pertrechados y preparados para rechazar el ataque.
Torre octogonal de la fortaleza de Porcuna (Jaén) en la que estuvo encerrado Boabdil. Fuente: Junta de Andalucía.
También fue avisado el Conde de Cabra, que acudió en ayuda de los sitiados. El ejército moro sufrió considerables pérdidas, encontrándose entre sus víctimas el respetado Alí al-Attar (Aliatar), alcaide y heroico defensor de Loja, padre de Morayma, esposa de Boabdil. El mismo Rey Chico fue hecho prisionero en el arroyo Martín Gonzalo por un peón del ejército cristiano llamado Martín Hurtado. Fue llevado con otros caballeros de la nobleza nazarí al castillo del Moral en Lucena y trasladado posteriormente a la fortaleza de Porcuna. Su captura fue reconocida al Conde de Cabra, que a partir de ese momento aludirá a este suceso en su escudo incluyendo en él a Boabdil encadenado.
El acontecimiento dio mayor realce a la victoria cristiana y devolvió el trono a su padre Muley Hacen. Las condiciones que el real prisionero aceptó para su liberación son para muchos historiadores las más humillantes firmadas por cualquier líder musulmán en la península. En ellas intervino de forma decisiva, su madre la sultana Aixa. Muley Hacen intentó pagar el rescate de su hijo pero Aixa, sabiendo el destino que le deparaba a Boabdil en poder de su padre, intervino en las negociaciones, consensuando con su hijo las condiciones para su liberación.
Pagarían a sus muy católicas majestades doce mil doblones de oro, dejarían como rehén al hijo de Boabdil, el príncipe Ahmad y se comprometieron a luchar contra Muley Hacen con el apoyo militar de los monarcas cristianos. Cuando se supo en Granada, los alfaquíes de la corte, incitados por el viejo soberano, proclamaron una fatwa (1483) contra Boabdil, en la que era prácticamente acusado de traición. Quedó recogida en la compilación de documentos realizada por Abu al-Abbas Ahmad Ibn Yahya al-Wansharisi (1430-1508). Fechada en octubre de 1483, la interpelación a los ulemas se hizo en los siguientes términos:
El sultán Muley Hacen pidió a los ulemas la condena pública por los pactos de Boabdil
Señor mío —Dios esté satisfecho de vos y mantenga el provecho que de vos saca— ¿Cual es vuestra respuesta tocante a esta cuestión?:
Una facción de alcaides y caballeros de al-Andalus se volvieron atrás del juramento de fidelidad prestado a nuestro señor Abu al-Hasan —Dios le defienda— ; se desligaron de su obediencia y llevaron a cabo la proclamación de su hijo, habiendo además invitado también a las gentes que le reconocieran por soberano y encontrando ayuda por parte de cuantos Dios Altísimo ha querido, hasta que acaecida la rota de Lucena en la que perdieron la vida buen número de ellos, fue hecho prisionero el propio príncipe, y los que lograron salvar la vida se exiliaron de la capital y buscaron refugio cerca del señor de Castilla —Dios le aniquile—, pidiendo ayuda, acogiéndose a los lazos de su protección, y conviniendo con él condiciones a las que han quedado obligados.
El cristiano les ha prometido, en conveniencia con dicho príncipe, salir con él a tierras musulmanas, y ha firmado un tratado de paz con los territorios que le prestan obediencia, viéndose claramente los propósitos que abriga el infiel —Dios el arruine—, al hacer lo que hizo.
Dignaos dar vuestro dictamen en lo tocante a la conducta de estos musulmanes y en primer lugar, si ésta puede encontrar respaldo en la ley divina, o si se trata, por el contrario de pura y simple rebeldía contra Dios y de desobediencia a Dios y a su Enviado. Y en caso de que Dios disponga que abandonen las tierras cristianas, obstinados como están en su ardor por provocar la guerra civil y la disensión, si le es lícito a cualquier musulmán ayudarles en su intento y colaborar con él, y si es lícito a los habitantes de cualquier ciudad o castillo darles cobijo, y cual es la sentencia divina contra quienes lo hagan, les ayuden, se adhieran a su causa o se pongan de su parte, de corazón o con dichos y hechos.
Hacednos una declaración que baste para iluminar con su luz y guiar con su orientación, y Dios haga durar en vosotros vuestra baraka, ensalce vuestro rango entre los grandes ulemas, y sean sobre vosotros la noble paz, la misericordia y las bendiciones de Dios.
Alfaquíes musulmanes ante el visir.
La respuesta fue expresada como transcribimos a continuación:
En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso. Dios bendiga y salve a nuestro señor Mahoma y a sus familiares.
Dictamen emitido por los señores ulemas, ilustres y sapientísimos, guías del género humano, lámparas en las tinieblas, en la sublime corte, Granada —Dios la guarde—, con la cuestión planteada arriba:
(Relación de los ulemas que hacen el escrito) El muftí Abu Abd Allah al-Mawwaq, el cadí mayor Abu Abd Allah Muhammad ibn al-Azraq, el muftí Abu al-Hasan Ali ibn Dawud, el muftí Abu Abd Allah Muhammad al-Yadala, el imán Abu Abd Allah Muhammad al-Fajjar, el shayj y hayy Abu al-Hasan Ali al-Qalasadi, el shayj Abu Hamid ibn al-Hasan, el cadí Abu Abd Allah Muhammad ibn Sarhuna, el imán Abu Abd Allah Muhammad al-Masaddali, el imán Abu Muhammad Abd Allah al-Zulayyi, el imán Abu Abd Allah Muhammad al-Haddam, el maestro y hayy Abu Yafar Ahmad ibn Abd al-Yalil, el maestro Abu Abd Allah Muhammad ibn Fath, el cadí Abu Abd Allah Muhammad ibn Abd al-Barr, el maestro Abu Yafar Ahmad al-Baqanni.
Allah haga durar la baraka de todos ellos y mantenga en su grado el rango de sabios que tienen.
La violación del juramento de fidelidad prestado a nuestro señor Abu al-Hasan —Dios le guarde—, por parte de las gentes responsables, y el haber llevado a cabo la proclamación de su hijo, no encuentran el menor respaldo en la ley de Dios, ni tienen más calificación que la del puro y simple pecado y abandono de la debida a Dios y su Enviado —Dios lo bendiga y lo salve—, en razón de los muchos perjuicios y que degradan a Dios: la escisión del Islam en este país abandonado a sus propios medios; la división de su poder, después de haber estado unido; encender el fuego de la guerra civil y, por su causa, sembrar la enemistad y el odio en los corazones de los musulmanes y corromper la concordia.
De esto dijo el Enviado de Dios —Dios lo bendiga y lo salve—,"No es otra cosa que la muerte", por lo que significa: destrucción de los musulmanes, incitación al enemigo infiel a extirpar de raíz la flor y nata de los creyentes y violar sus cosas más sagradas, todo lo cual está declarado ilícito en el Libro de Dios, en la Zuna de su Enviado —Dios lo bendiga y lo salve—, y en la opinión unánime de los ulemas, aparte otros peligros evidentes, ya que apoyándose en los infieles y pedirles ayuda cae con toda evidencia de la amenaza contenida en las palabras del Dios Altísimo: "¡Oh creyentes! No toméis como amigos a los judíos y a los cristianos, porque unos son amigos de los otros. Aquel de entre vosotros que los tome por amigos se convertirá en uno de ellos. Dios no es guía de la gente injusta". Y en estas otras palabras: "Aquel de vosotros que lo hiciere, se apartará del camino llano".
Haber prestado juramento de fidelidad al príncipe prisionero es obstinarse en los pecados y hechos ilícitos a que nos hemos referido e insistir en los crímenes y maldades que ya han perpetrado. Todo aquel que les de amparo o les ayude de palabra o de obra, presta ayuda a la rebeldía contra Dios Altísimo y se pone en contra de la Zuna de su Profeta. Y todo aquel que se complazca en lo que hacen, o desee su victoria, tiene el deseo de rebelarse contra Dios en la tierra con la más grave de las rebeldías. Esta es la cualificación en tanto persistan en tal conducta.
Ahora bien, si vuelven a Dios y renuncian a la disensión y a la rebeldía en que se encuentran, los musulmanes tienen el deber de aceptarlos, porque Dios Altísimo dice: "Quien después de haber cometido injusticia vuelve a Dios y se enmienda, también Dios se vuelve a él". A Dios pedimos para que nos inspire el recto camino que debemos seguir, nos libre de la maldad de nuestras almas y afiance con bien nuestra concordia. Él, que puede hacerlo, nos valga en ello. Trascripción hecha de la traducción de Don Fernando de la Granja Santa María.
Con esta proclama Muley Hacen pretendía neutralizar políticamente a su hijo y a sus seguidores. Liberado Boabdil, decidió instalarse en Guadix y Almería, de donde fue expulsado por El Zagal, obligándolo a refugiarse en tierras castellanas. Ante los ojos de los musulmanes, El Desdichado había alcanzado las más altas cotas de ignominia. Sólo podría gobernar en al-Andalus bajo protección de los cristianos y judíos, enemigos del Islam. Prisionero el heredero de Boabdil en la corte de los Reyes Católicos, asesinado el heredero de Muley Hacen, Yufuf, en Almería, el viejo y enfermo Muley abdicó en su hermano El Zagal (1485). Según informa Camilo Álvarez de Morales, Muley Hacen, y no Boabdil, fue el último rey de Granada, ya que los que le sucedieron nunca llegaron a gobernar sobre todo el territorio.
Esta fatwa fue ampliamente divulgada por todos los rincones de Granada así como el perdón para todos aquellos que le habían sido fieles. Hernando del Pulgar escribirá al respecto:
E en ese tienpo, los moros estauan en obidiençia del rey viejo, sabido que el rey moro era libre, que avía demandado al Rey gente para facer guerra a los lugares que le estauan rebeldes, conçibieron grand odio contra él, porque creyan que metería cristianos en su tierra para les facer guerra. E por esta causa fue aborregido de todos los moros, no fue bien reçebido por aquellos que avían sido en su parçialidat, e de quien ésperaua ayuda.
Regreso de una batalla con cautivos cristianos con cepos en sus manos. Pintura en el palacio del Partal en la Alhambra de Granada.
Solamente al principio de su sultanato, El Zagal se enfrentó a su hermano por el trono cuando éste derrocó al padre de ambos, Abu Nars Saad Ciriza. Fracasado en su intento, desde ese momento se mantuvieron juntos por la unidad del reino, si bien con importantes enfrentamientos internos. Sin embargo eso no les llevó a asumir el papel de aliados de sus enemigos naturales, los cristianos, como sucediera en el caso de Boabdil, que se ofreció como vasallo de los Reyes Católicos más por salvaguardar sus propios intereses personales de supervivencia que por obtener ventajas políticas que beneficiaran a su pueblo.
Atuendo de distintos personajes musulmanes de época nazarí.
Incluso en los últimos tiempos de su reinado, cuando El Zagal aún tenía esperanza en la victoria, pensó en los hijos de su hermano tenidos con Isabel de Solís, Zoraida, como sus posibles herederos y jamás en su sobrino. Así parece demostrado en la generosidad que manifestó en sus acuerdos con los Reyes Católicos a la hora de repartir los beneficios obtenidos de la venta de sus feudos. Durante toda su vida Muhammad XIII El Zagal ofreció constante resistencia al dominio cristiano. Por el contrario, Muhammad XII, Boabdil, dio tales muestras de sumisión y dependencia que fueron calificadas en su tiempo de traición y posteriormente, de humillante servilismo. En noviembre de 1488 escribía una carta a los Reyes Católicos, en la que después de agradecer los regalos que éstos le enviaban, les manifiesta:
En justa correspondencia (a los regalos recibidos) nosotros prestos estamos a vuestro servicio; nuestro pueblo y nuestra vida se sacrificarán en vuestro honor y no cesarán de serviros á no ser por la muerte.
Un año antes (1487) enviaba otra epístola á la señora Reyna engandescida, magnyfica, ylustre, en la que notificaba a Isabel la decapitación de varios alcaides que se oponían con duras críticas a su política colaboracionista. Dejaba bien de manifiesto a quién entendía él que debía lealtad y vasallaje. Decía en ella, entre otras cosas:
Lo que conviene faser saber a vuestro alto estado es, quel día que escreuí, se levantó granada en nuestra ayuda (...) y entramos en ello y asentamos nuestro exército en ello (...) E sepa vuestro alto estado que nos matamos de nuestros enemigos cuatro mayores de nuestros alcaydes. Capitulaciones, p.169. Doc. VIII
En el sitio de Vélez Blanco, cuando la derrota de Boabdil era inminente, éste pide y recibe ayuda de los monarcas cristianos en la guerra contra El Zagal. Como su tío estaba ganando las mejores plazas de Almería, a instancias del rey Fernando, abandona el lugar y se dirige a Granada, dejando a su suerte a los últimos resistentes moros. Esta huída en desbandada, sin más preocupación que salvarse a sí mismo, ya tenía precedentes. Algunos cronistas relatan que dejó en absoluta indefensión a su hermano Yusuf ante el avance de El Zagal y como consecuencia, poco después fue asesinado el joven príncipe que había tomado bajo su protección.
Rodeado de personajes intrigantes, de familiares asesinos y de una aristocracia de fidelidades cambiantes, sobrevivir en la corte de Granada era sumamente difícil. Es posible que orientara sus acciones a derrotar primero a su padre y luego a su tío con la idea de, una vez recuperado el trono, iniciar su propia reconquista sobre territorios cristianos. De no ser así es difícil entender que presentara batalla a los Reyes Católicos cuando Málaga y Almería habían caído y El Zagal había rendido Guadix. A tenor de los resultados, parece evidente que hizo un análisis erróneo de los acontecimientos político-sociales, tanto peninsulares como internacionales.
Azulejería representando la toma de la ciudad de Almería. Copia pintada por Pedro Navia según original de Enrique Orce- Plaza de España de Sevilla. Fuente: aznalfarache.blogspot.com.es
¿Qué sentido pudo tener la resistencia a rendir la Alhambra en la estrategia de Boabdil? Él ya había pactado con los Reyes Católicos el título de duque con una importante dotación de bienes y tierras. La excusa que puso para negar la entrega de Granada es que en la ciudad se había concentrado un importante contingente de refugiados dispuestos a luchar hasta el final. Sin embargo, también pudo estar en su pensamiento la idea de que en esas últimas refriegas perecieran los elementos rebeldes que, en definitiva, lo seguían viendo como un traidor y hubieran aceptado como sultanes a los hijos de Muley Hacen y su favorita Isabel de Solís. La reina Isabel se encargaría de acabar con las esperanzas de los candidatos, imponiéndoles el bautizo y ordenando que recibieran educación bajo formas y costumbres castellanas.
Dicho de otra manera: la resistencia a ultranza podría pretender el exterminio total de los elementos peligrosos del reino nazarí. Eso facilitaría el posterior gobierno de los conquistadores. Aquellos que afirman que la ciudad de Granada y la misma Alhambra se salvaron gracias a la disposición negociadora de Boabdil habría que recordarles que, de haber querido los nuevos soberanos, la Alhambra y la ciudad que la acogía hubieran podido ser destruidas. De hecho, parte de ella se transformó en el palacio de Carlos V. Poco pareció importarle prolongar la agonía de su pueblo en un esfuerzo inútil de reconquistar el sultanato. Más bien podría interpretarse esta actitud como una interesada maniobra para obtener mayores beneficios personales. Permitió que se produjeran las exhaustivas talas en la Vega realizadas por los ejércitos cristianos, los reiterados incendios de casas y cosechas, así como la vida de las familias granadinas que sufrieron, hasta el final, los despropósitos del que ni siquiera pudo llegar a ser el último rey de Granada.
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