GENERAL
CRISTIANO
¿Como mis bravos soldado
os miro con desaliento
sin vergüenza de que el mundo
se asombre de vuestro miedo?
¿No veis flotar la bandera
del alevoso aganero
sobre ese hermoso castillo
que hace poco era nuestro?
¿Dejaremos en sus manos
ese grandioso trofeo
que nos daba la esperanza
de poseer este pueblo?
Pensad que aquí nos mandó
el alto y pesado cetro
de Isabel y de Fernando
con el nombre de guerreros
Confió en nuestra bravura
y en la fe de caballeros
que jurasteis en Granada
delante del mundo entero.
No desmentidlo, soldados,
que el que falta al juramento
ni promete con valor
ni puede llamarse bueno.
La sangre no vale nada
delante de los cristianos
que merece el que abandona
santas empresas del cielo.
Santa es las nuestra, soldados
porque este hermoso terreno
es una parte de España
es la integridad del Reino.
Paterna será la patria
de vuestros hijos y nietos
y la patria tiene un grito
que siempre debe ser fiero.
Alzad la frente, soldados.
Mirad el hermoso suelo
que nos quiere arrebatar
el indolente aganero.
En la invencible Alpujarra
la tierra de los guerreros
de las altivas montañas
y de los valles amenos.
Es Paterna, cuya frente
ciñen las nubes del cielo
y mojan sus verdes faldas
e infinitos arroyuelos.
Aquí vive la salud
en esos claros veneros
que hace más rica la sangre
con su esencia de hierro.
Aquí arrullan las palomas
y cuando emprende su vuelo
dejan mecerse las flores
entre los brazos del viento.
Las rocas y los peñascos
con sus vaporosos ecos
dan el grito del torrente
que se despeña a lo lejos.
Todo es grande como Dios
que en un momento supremo
hizo esta bella Alpujarra
con tan esmerado empeño
que del anillo del mundo
son la llama de estos pueblos.
Ya veis si en santa la causa
que a vuestra fe recomiendo
pero es más grande, más santa
la causa de estos momentos.
Esos hijos de Mahoma
que a nada tienen respeto
nos han robado también
la Virgen de los Remedios.
Nuestro amparo, nuestra dicha,
nuestro más dulce consuelo,
el cariño de nuestros hijos,
la fe de nuestros abuelos.
La que tiene por corona
las estrellas de los cielos
y está vestida de Sol
con la luna por asiento.
La Predilecta del Padre
del Santo Espíritu eterno
la Solicitada Esposa,
la Madre Pura del Verbo.
La profanarán por fin, cristianos.
Se reirán los sarracenos
de su virginal pureza
SOLDADOS
CRISTIANOS
Eso no. Vamos a ellos.
Del grupo de soldados sarracenos
uno de ellos (Emisario moro) se desplaza a la parte baja de la
Plaza hasta encontrarse con el General Cristiano. Una vez frente a
él, le dice:
EMBAJADOR
MORO
No merecéis mi saludo
que los torpes y cobardes
abandonasteis el castillo
sin una gota de sangre.
GENERAL
CRISTIANO
Moro, si de paz la enseña
de tu campamento traes
no te permito más tiempo
ese grosero lenguaje.
Si es embajada, te escucho.
Pero si de vencedor alarde
quieres hacer con insultos,
también sabré castigarte.
EMBAJADOR
MORO
De embajada de paz vengo.
Templa, cristiano, el coraje
que lo que vengo a decir
os puede ser agradable.
GENERAL
CRISTIANO
Habla cuanto quieras, moro.
EMBAJADOR
MORO
Quizás te pese que hable.
GENERAL
CRISTIANO
Quizás te irás pesaroso
de tu orgulloso mensaje.
EMBAJADOR
MORO
Cristiano, jamás en paz
tu linaje y mi linaje
se encontraron siete siglos.
Una reyerta salvaje
os habrá hecho comprender
de lo que somos capaces.
Desde el pobre Guadalete
hasta el mismo Roncesvalles
palmo a palmo lo ganamos
con ríos de vuestra sangre.
Se vendieron vuestros condes
como espías miserables
y se huyeron vuestros reyes
del fragor de los combates.
Y vuestras bellas mujeres
las vimos abandonarse
a los amores ardientes
del feroz abencerraje.
GENERAL
CRISTIANO
Moro, por Dios, no prosigas
diciendo más disparates
o acaba pronto que ya tengo
sed de replicarte.
EMBAJADOR
MORO
Pues deja un poco, cristiano
que aún no he dicho mi mensaje.
Aben-Abóo, nuestro rey,
el muy soberbio, el muy grande,
con sus valientes monfíes
vence ya por todas partes.
Si no os socorre Granada,
en los espesos breñales
de la gigante Alpujarra
moriréis a nuestros alfanjes.
Cadiar y Valor son nuestros.
Laroles, al baluarte
de esta parte de la Sierra
se ha rendido por el hambre.
De Paterna en el castillo
azota orgulloso el aíre
la brillante Media Luna
y los vistosos turbantes.
¿Qué os queda, por fin, cristiano?
Hasta vuestra Dulce Madre
la Virgen de los Remedios
es trofeo miserable.
Por eso vengo a vosotros
a proponeros galante
una rendición honrosa
que os evitará más sangre.
GENERAL
CRISTIANO
¿Nosotros rendirnos, moro?
¿Desmentir tantos afanes
y tantas pruebas de valor
como dieron nuestros padres?
Covadonga se hundiría
en escombros miserables
y gritarían deshonor
las olas de nuestros mares.
Solamente la traición
os introdujo, cobardes,
en la España de Sagunto
y debes avergonzarte.
Después recuerda Lepanto,
donde vino a sepultarse
toda vuestra falsa gloria
para jamás levantarse.
Innumerables victorias,
hechos de armas inmortales
te deben acreditar
que no tememos a nadie.
Todos aquí nos creemos,
como otros tantos pulgares,
capaces de abordar solos
empresas que ni soñáis.
Las crestas de estas montañas
y las flores de estos valles
nunca la planta enemiga
las ha pisado de balde.
Esa bandera que azota
y tremola de miedo al aire
no es la enseña del valor,
es una traición cobarde.
Nosotros rendimos
a la Reina de los Ángeles
el culto que le debemos
ese castillo asaltáis.
Son esas vuestras hazañas
con tan débiles señales
de fuerza y de valor
la rendición provocáis.
Risa me da del orgullo
con que esa bandera traes.
No te tremoles, por Dios
que la vergüenza la abate
Vuélvete, moro, al castillo,
que en verdadero combate
sobra valor a estos bravos
para volver a tomarlo.
Dirigiéndose a sus tropas:
¿No es esto verdad, cristianos?
¡Que responda vuestra sangre!
SOLDADOS
CRISTIANOS
¡Guerra!¡Guerra al enemigo!
GENERAL
CRISTIANO
Dirigiéndose al emisario moro:
¡Guerra sin tregua! Ya sabes.
EMBAJADOR
MORO
En el campo nos veremos.
GENERAL
CRISTIANO
Yo me encargo de buscarte.
EMBAJADOR
MORO
Alá te guarde cristiano.
GENERAL
CRISTIANO
Dios te defienda y te guarde.
El Embajador Moro, subiendo a lo
alto de la Plaza se dirige al General Moro diciendo:
EMBAJADOR
MORO
Es altivo el español
y de furias exasperadas
dice que por la traición
nuestras armas han triunfado.
Guerra quiere a todo trance.
Nuestro exterminio ha jurado
con que aprestar nuestras fuerzas
y no rendirles el campo.
Que los hijos de Mahoma
en los desiertos criados
hagan patente a Paterna
su terrible desengaño
de recobrar el castillo
y su Virgen muy amada.
SEGUNDA PARTE DE LAS RELACIONES
Estando los moros en posesión del
castillo, el General Cristiano manda allí a su Embajador con el
siguiente mensaje:
GENERAL
CRISTIANO
Ve al castillo, embajador
su rendición a intimidar
No tienes que desplegar
ni un alarde de valor.
Di a ese Muza que es valiente
su irremediable abandono.
Que se rinda y le perdono
la vida y la de su gente.
No le insultes, aunque en vano
se ría de tu presencia.
Hay una gran diferencia
entre un moro y un cristiano.
La Virgen guíe tu valor
e ilustre tu pensamiento.
No vuelvas al campamento
sin nobleza y sin honor.
Parte el Embajador Cristiano hacia
el castillo de los moros y al llegar, dirigiéndose al General Moro,
dice:
EMBAJADOR
CRISTIANO
Dios te guarde, noble moro.
En este castillo en vano
guardáis el mejor tesoro
que adora el pueblo cristiano.
Inútiles serán los medios
que en su defensa presento.
Piden de aquel campamento
la Virgen de los Remedios.
GENERAL
MORO
No creas, cristiano, en sueños.
De esa fortaleza armada
somos nosotros los dueños
y la tenemos cerrada.
Cerrada por mil valientes
que la sabrán defender.
Antes la verán arder
que en poder de vuestra gente.
EMBAJADOR
CRISTIANO
Siento moro que tan dura
recibas esta embajada.
Si quieres la mano armada,
la tendrás. Yo te lo juro.
Pero cumplo mi deber
de revelarte primero
lo que tú debes saber.
Granada, la ciudad bella
por quien Boabdil suspira,
hasta con desprecio mira
al traidor Abén Humeya.
Sangre real por su corazón circula
y de ella blasona
pero busca una corona
en la negra rebelión.
Y en desesperada liza
elige la altiva Sierra
para provocar las guerras
con la gente advenediza.
Su plan infame vacila
y cuando este grito lanzo
coronan a Aben Abóo
en las vegas de Narila.
Así sus locos afanes
tuvieran por resultado
morir de un pino colgado
por sus mismos capitanes.
Y Abén Abóo, la esperanza
que vuestro valor abona,
has
perdido la corona
sin realizar su venganza
GENERAL
MORO
Cristiano ¿Será verdad
la muerte de Abén Humeya?
EMBAJADOR
CRISTIANO
Oye lo que dicen de ella.
Oye por curiosidad.
Existe una cueva impura
donde dicen los pastores
que sus súbditos traidores
le dieron la sepultura.
Y se les eriza el bello
cuando el rayo de la luna
sobre su sombra importuna,
con el vil dogal al cuello.
Todo el que lo ve se aterra
porque su sombra es tan leve
que sin desflorar la nieve
cruza el alto de la Sierra.
Allí sus huestes escasas,
perdido todo el valor,
han ido a esconder su horror
bajo el techo de sus casas.
Esta es la verdad eterna
que te relato sin saña.
Piensa que, de toda España,
sólo te queda Paterna.
No esgrimas, moro atrevido,
tu sangrienta cimitarra,
ni temas que la Alpujarra
sirva a los moros de nido.
Vuelve al África ardiente
sin mengua de tu alma entera.
No faltará una palmera
que brinde sombra a tu frente.
Allí templarás tus penas
del desierto en sus ardores.
No pueden gustar las flores
al hijo de las arenas.
Y si tu pecho desgarra
tenaz y agudo el tormento,
vente a respirar el viento
de la risueña Alpujarra.
GENERAL
MORO
¡Por Alá calla, insensato!
No aceleres mi agonía
que es chica mi fantasía
para abarcar tu relato.
No te perdono la calma
ni la manera fatal
con que has clavado el puñal
en el fondo de mi alma.
Mis reyes y mis amores,
mis sueños y mi alegría
se han marchitado en un día
para brotar mis dolores.
Siente mi alma un desmayo
que no puedes calcular.
Hasta me atreví a soñar
ser un segundo Pelayo
Desde Asturias a Granada
lanzó del valor la furia.
Yo conquistaría Asturias
desde mi Sierra Nevada.
Y en Granada la gentil
buscaba un florido espacio
para un soberbio palacio
entre el Darro y el Genil.
Y como absoluta dueña
de tanta bella ilusión
tenía en mi corazón
una linda alpujarreña.
Sueños de gloria, volad
de mi acalorada frente.
Corazón, lucha valiente
contra la fatalidad.
EMBAJADOR
CRISTIANO
¿Qué prefieres, imprudente?
Cuando aviva la razón,
sólo la resignación
señala al hombre valiente.
Y según yo te contemplo,
si entregas la fortaleza
más que parecer bajeza,
fuera de valor ejemplo.
Paterna te debería
la sangre de sus hermanos.
GENERAL
MORO
Tus empeños serán vanos.
Contra la decisión mía
quizás la batalla pierdas
y las circunstancias en la lucha.
Pero ten calma y escucha
de mi país un recuerdo.
En el África encendida
cuando al león acorralan,
ruge y lucha hasta que exhala
el aliento de la vida.
Yo soy africano,
hijo del ancho desierto
y prefiero quedar muerto
a rendirme a ti, cristiano.
En mi corazón de moro
siento que si me entregara
como vil me despreciara
la alpujarreña que adoro.
Que las altivas mujeres
antes de sentir amor
calculan por el valor
la extensión de sus placeres.
Alá que este trance quiso
desde la misma creación
ante mi vil redención
me cerraría el Paraíso.
No, cristiano. Que la llama
del valor que arde en mi pecho
tenga al menos el derecho
de un recuerdo de la fama.
¿Qué es una vida sin gloria
para un caudillo de honor,
ni qué pruebas de valor
cuando es fácil la victoria?
Anda al campamento tuyo
y prueba que eres valiente.
Quizás puedas con mi gente
domar tu feroz orgullo.
EMBAJADOR
CRISTIANO
No es orgullo lo que el pecho
de un cristino ha de sentir
sangre aún, que tenga derecho
Que la caridad cristiana
de la religión señora,
dice que aún siendo la sangre mora
la tratemos como hermana.
Manda perdonar la ofensa,
pero al injusto agresor
quiere proponerle el valor
que da la propia defensa.
¿Y qué será más injusta
que tener la Virgen Pura
donde no estará segura
de la agarena malicia.
Juzgad que este pensamiento
que torturáis inhumanos
no enardece a los cristianos
del lejano campamento.
Los verás venir, terribles
alentando en esa idea.
Seguro que en la pelea
eso los hará invencibles.
Y si no hubiera una valla
de error en tu fantasía
verás venir a María
dirigiendo la batalla.
Ríndete, moro, esta tarde
GENERAL
MORO
Es imposible a los dos.
EMBAJADOR
CRISTIANO
Pues queda moro con Dios.
GENERAL
MORO
Cristiano, que Alá te guarde.
Se marcha el Embajador Cristiano a
la parte baja de la plaza, y le dicen al General Cristiano:
EMBAJADOR
CRISTIANO
Inútil fue mi embajada
y al volver al campamento
me acompaña el sentimiento
de no haber servido de nada.
Ni la caridad ni el ruego,
ni la justicia ofendida,
ni el aprecio de la vida,
ni los horrores del fuego.
Su altiva cerviz no doma
ni el grito de la conciencia
de los hijos de Mahoma.
GENERAL
CRISTIANO
Fatales y carniceras gentes
que a nada se abaten
y al provocar el combate
muestran instintos de fieras.
Y ¡Vive Dios! que se nota
en esa altivez violenta
algo de injuria y de afrenta
por las pasadas derrotas.
Soldados, sólo desprecio
merece un guerrero alarde
que si no llamo cobarde,
lo califico de necio.
Sin embargo, en mi sentir,
antes de jugarse la vida
debe mi voz conmovida
enseñaros a morir.
Debo aún, sin ser fecundo,
enriqueceros la memoria
con tantos días de gloria
como habéis prestado al mundo.
A esta orbe, que anchurosa
su haz no abarcaba tanto
como exigía un Lepanto
y las Navas de Tolosa.
Y al ver estrecho el recinto
de la altiva España
han ido a buscar hazaña
a otros mundos distintos.
Y mientras sienten las de aquel
mar el santo orgullo
de saludar con su arrullo
las banderas españolas.
No oscurece tanto el brillo,
ni mengua tanta fortuna
que aún flote la media luna
sobre ese debí castillo.
Ni a la Virgen grato le es
ni se aviene a su grandeza
de tener sobre su cabeza
lo que Dios puso a sus pies.
Brilló para España un día
en que purgar dio probada
su fe, llevando a Granada
en triunfo el Ave María.
Fue un arranque temerario
jurar solo a un pueblo infiel
que clavaría el cartel
en la puerta del Sagrario.
Y esa misma Virgen presa
y robada a nuestro culto
no es el más grosero insulto
a nuestra fe y entereza.
Vamos por ella, que el templo
su imagen santa reclama.
Si os falta del valor la llama,
tomad de mi amor ejemplo.
Comienza la batalla entre moros y
cristianos. Finalmente aparece el General Moro con bandera de
parlamento y dice:
GENERAL
MORO
Cesar las escenas crueles
y escuchad, bravos cristianos
como se abren los arcanos
aún a las almas infieles.
No se rinde a nuestros bríos
ni siente al luchar desmayo
el que ha cruzado a caballo
tintos de sangre los ríos.
Es la fuerza encantadora
de cierta visión divina
la que seduce y fascina
mi mente batalladora.
He visto, lleno de anhelo,
entre la sangre y el humo,
una mujer que presumo
haber bajado del cielo.
La he visto pura y graciosa
en el pecho del cristiano
dejar, con su propia mano,
invisible alguna cosa.
Entonces era invencible
al que su diestra tocaba
y la alta visión volaba
a una región invisible.
Pedida a mi amor reacio
entre un millón de querubes
hubiera roto las nubes
que achicaban el espacio.
Más del insultado brillo
un ángel lleno de unción
dijo: La hermosa visión
la tenéis en el castillo.
Miré tantas maravillas
Torna mi alma cristiana
y aclamo por Soberana
a esta Virgen de rodillas.
Bendito sean los medios
que nos fueron ofrecidos.
Protege a tus convertidos
Virgen de los Remedios.
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