Henry Norman Bethune nació en
Gravenhurst (Ontario, Canadá) el día 3
de Marzo de 1890 el seno de una familia canadiense de origen
escocés. Estudió en el colegio de Owen Sound donde se graduó en
1907. Se matriculó en la Universidad de Toronto (1909), pero
interrumpió sus estudios de biología (1911) para dedicarse a impartir clases como
voluntario a inmigrantes y mineros en campamentos de trabajadores
situados al norte de esa región.
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Norman Bethune
en
1905 |
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Bethune
en el
campamento para inmigrantes |
Cuando
estalló la Primera Guerra Mundial (1914) volvió a dejar sus estudios de
medicina para alistarse como camillero en
LA Royal Canadian Army Medical Corps,
siendo herido en el frente de Ypres (Bélgica). Una vez recuperado, vuelve a su país natal donde
terminará su carrera, obteniendo el título de médico en 1916. Casi
de forma inmediata se alista como cirujano (con el grado de
teniente) en la Royal Navy (1917), ejerciendo en el hospital Chatham
localizado al sur de Londres. En Europa formó parte del
Servicio de Ambulancias del Cuerpo Expedicionario Canadiense (1915).
Terminada la contienda, permanece en la
capital inglesa ejerciendo en el Hospital Great Ormond Street,
especializado en patologías infantiles. Posteriormente se traslada a
Edimburgo en cuyo Royal College of Surgeons obtiene reconocimientos
de especialización profesional. En el año 1923 contrae matrimonio
con Frances Cambell Penney, pero el matrimonio apenas durará unos
años, debido
a la fuerte diferencia de sus caracteres.
Como consecuencia de su esfuerzo en
el trabajo (creció con el miedo a terminar su vida como un ser
mediocre) y el contacto con sus pacientes, en el año 1926 contrajo
la tuberculosis recibiendo tratamiento en el sanatorio Calydor (Gravenhurst).
Posteriormente se sometió a un severo tratamiento en el hospital Trudeau (Lago Saranac, Nueva York) ya que se temía por su
vida. Creyéndose próximo a la muerte, solicitó el divorcio a su
esposa para volver a su país de origen.
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Norman con la
toga de Doctor |
Durante su convalecencia se interesó por
las enfermedades pulmonares, consiguiendo especializarse en
neuro-psico-inmunología. Él mismo se sometió a sus propios
descubrimientos, llegando a pedir a sus colegas que le practicaran
una arriesgada intervención quirúrgica, a la que éstos se negaron.
No obstante, y tras mucha insistencia, accedieron consiguiéndose su
total recuperación. Inmediatamente volvió a ponerse en contacto con
su ex-esposa, solicitándola de nuevo en matrimonio (1929); la pareja
terminará divorciándose definitivamente en 1933.
Superada su enfermedad Henry Norman se
traslada a Montreal (1928) ejerciendo durante cinco años en el Royal
Victoria Hospital como primer ayudante del doctor Edward Archibald,
renombrado especialista en patologías pulmonares. Su manera de
entender la práctica de la medicina provocó enconados
enfrentamientos con sus colegas, viéndose obligado a trasladarse,
como director del Servicio de Cirugía Torácica, al hospital del
Sagrado Corazón en Cartierville, (1933). Durante su permanencia en
este centro sanitario fue elegido en dos ocasiones para formar parte
del Comité Ejecutivo de la Asociación Americana de Cirugía Torácica.
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Norman Bethune
con el equipo médico |
En el periodo de tiempo que estuvo en el
Royal Victoria Hospital escribió varios artículos especializados y
desarrolló técnicas quirúrgicas personales para las que llegó a
crear su propio instrumental. En su profesión llegó a ser un médico de
notables logros y públicos reconocimientos. Modificó y creó
nuevo material quirúrgico, modernizó y adaptó con nuevas técnicas el
transporte de las unidades sanguíneas y publicó diferentes artículos
en revistas científicas especializadas.
Preocupado y comprometido
con las causas sociales, llegó a proponer al gobierno canadiense que
se creara una red de asistencia sanitaria gratuita para los más
desfavorecidos y en la que tuvieran derecho a medicinas y
tratamiento todas las clases sociales. Practicando su propia teoría,
fundó una clínica bajo esas condiciones y una escuela en la que se
impartía enseñanza a los hijos de los trabajadores.
Bethune con el uniforme de la
Royal Canadian Army Medical Corps y de la
Royal Navy
Norman y su esposa Frances Cambell
Bethune y su Unidad Móvil
de Transfusión Sanguínea (1936).
Con este equipo actuaba en el frente.
Contaba con cinco unidades que podían
atender unas cien transfusiones/día |
INSTRUMENTAL
IDEADO POR NORMAN BETHUNE
Una curiosa fotografía de Norman
Bethune fumando.
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Progresivamente irá interesándose por
los problemas socioeconómicos de la enfermedad, así como por el de
los estamentos sociales más pobres que las padecían. Eso le llevaría
a serios enfrentamientos con sus compañeros de profesión y a una
forma de vida vinculada al compromiso con movimientos políticos
populares. Durante la Gran Depresión, tomó una actitud de crítica
abierta contra el poder, que negaba la asistencia sanitaria a
aquellos que no podían costeársela y atendió de forma gratuita a los
pobres que se la solicitaban.
"La tuberculosis causa más muertes por
falta de dinero que por falta de resistencia a la
enfermedad: el pobre muere porque no puede pagarse la
vida."
H.N.Bethune |
Formó parte del Grupo de Montreal
en el que se integraban profesionales de la medicina que postulaban
por la socialización de la misma. En el año 1935 se afilió al
partido comunista canadiense, en el que le ofrecieron el cargo de
presidente. Oferta que declinaría por disentir de muchos de sus
planteamientos teóricos y políticos. Ese mismo año viajó hasta la
Unión Soviética para aprender de la experiencia que allí habían
obtenido tras la revolución, en la práctica de la medicina popular.
Norman Bethune en el frente del Jarama (Madrid)
Cuando en España estalla la revolución
contra la monarquía de Alfonso XIII, Norman Bethune deja su puesto
en el Hospital del Sagrado Corazón de Montreal y se alista
voluntario en las Brigadas Internacionales integrado en el
Batallón Mackenzie-Papineau. Esta Unidad participó con un
contingente de 1448 brigaditas, de los que 721 murieron en defensa
de la República, convirtiéndose así en el segundo país (Francia será
el primero) en ciudadanos aportados a la causa española. Norman
formará parte de la Unidad Médica de Canadá vinculado al Socorro
Rojo Internacional.
A pesar de la manifiesta generosidad de
su actitud, el gobierno de la república española puso muchas
dificultades al desempeño de su obra humanitaria, negándose a
potenciar su tarea en el avance de socializar la sanidad pública.
Consciente de que una de las causas más frecuentes de muerte en el
campo de batalla eran las hemorragias masivas y la pérdida de sangre
en heridas no necesariamente graves, Bethune concibió la idea de
realizar las transfusiones en el mismo campo de batalla. Para esa
misión creó la primera unidad móvil de transfusiones sanguíneas
formando un equipo de ambulancias con capacidad de intervención de
unas cien operaciones cada una de ellas. Este modelo servirá
posteriormente para la creación de las M.A.S.H. (Móvile Army
Surgical Hospital).
Bethune con una enfermera en la ambulancia
adaptada para transfusiones sanguíneas. Subiendo a pacientes.
Una vez más, abordó a título personal,
la organización y financiación del proyecto. Adaptó una furgoneta
Ford con material sanitario, dotándola de frigorífico, cámara de
esterilización, apósitos y el instrumental necesario para intervenir
en campaña. Era la primera vez en el mundo que algo así se ponía en
práctica. Recorrió con ella el frente de Madrid, Valencia y
Barcelona. En el mes de febrero de 1937 se trasladó desde Valencia
hasta Málaga para ayudar a la población civil que huía de la
represión fascista. Fue testigo excepcional de uno de los episodios
más dramáticos y crueles de la guerra civil española: la masacre y
asesinato de miles de refugiados en la carretera que une Málaga con
Almería. Durante tres días permanecieron él y sus ayudantes (Hazen
Sise y Thomas Worsley) trasladando de heridos hasta la capital
almeriense, sobre todo niños. Según nos dejará escrito, llegó a
transportar en su ambulancia a más de treinta personas por viaje.
Norman Bethune (derecha) y su equipo sanitario.
El equipo de transfusiones carga
la nevera con las dosis de sangre para las intervenciones.
Tras la toma de Málaga por los militares
sublevados, aterrorizados por los partes de guerra y las locuciones
radiofónicas que el general Queipo emitía desde Radio Sevilla, el 7
de febrero de 1937 una numerosa caravana formada por unas ochenta
mil o cien mil personas huyen en la única dirección posible: la
capital de Almería. Formada en su mayoría por heridos, mujeres,
niños y ancianos, son perseguidos por las tropas moras, italianas y
bombardeados sin compasión por la aviación alemana. Desde el mar, la
armada fascista jugaba a hacer blanco sobre un objetivo sobre el que
les resultaba un juego acertar. Caminando formando una dramática
columna, fueron masacrados sin el mínimo atisbo de humanidad hacia
sus víctimas.
Fragmentos de algunos discursos de
Queipo de Llano
Queipo de Llano ante los micrófonos de
Radio Sevilla.
"Nuestros valientes Legionarios y
Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que
significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus
mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas
comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora
por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no
milicianos maricones. No se van a librar por mucho que
berreen y pataleen.
Mañana vamos a tomar Peñaflor. Vayan las mujeres de los
"rojos" preparando sus mantones de luto.
Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza
inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del
Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar
como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer
coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así,
quedaréis exentos de toda responsabilidad.
Al Arahal fue enviada una columna formada por elementos
del Tercio y de Regulares, que han hecho allí una razzia
espantosa."
(...)
"¿Qué haré? Pues imponer un durísimo
castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña.
Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se
tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O
me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré".
(...)
"Ya conocerán mi sistema: Por cada uno de
orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo
menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se
librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si
hace falta, y si están muertos los volveré a matar"
(...)
“A los tres cuartos
de hora, un parte de
nuestra aviación me
comunicaba que
grandes masas huían
a todo correr hacia
Motril. Para
acompañarles en su
huida y hacerles
correr más aprisa,
enviamos a nuestra
aviación, que los
bombardeó”
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Norman Bethune no olvidará jamás ese episodio. Quedó tan fuertemente impresionado por lo que presenció esos días, que a lo largo de toda su vida no dejará de repetir que "Llevaba el dolor de España en su corazón". No pudo llegar desde Valencia hasta Málaga como se había propuesto, porque en dirección contraria a la que él iba se encontró con una multitud dantesca de fugitivos reflejando en sus rostros el hambre, el cansancio y la muerte. Escribirá una crónica de aquellos sucesos bajo el título "El crimen de la carretera de Málaga-Almería" que se ilustrará con las fotos que hicieron él y su ayudante Hazen Sise.
"España es una herida en mi corazón. Una
herida que nunca cicatrizará. El dolor permanecerá
siempre conmigo, recordándome siempre las cosas
que he visto."
H. N. Bethune
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En junio de 1937 regresó a Canadá,
cuando su gobierno adoptó la política de "no intervención",
retirando las unidades brigadistas. Sin embargo, se dedicó a
publicitar y dar conferencias sobre los crímenes que había
presenciado durante su estancia en España, recaudando fondos y
voluntarios para luchar contra el fascismo de Franco. Un año después
se marchará a China en ayuda a las tropas de Mao Tse-tung tras la
invasión japonesa (Segunda Guerra Chino-japonesa). En el año 1939,
atendiendo a uno de sus pacientes en una operación de urgencia, se
produjo una herida en un dedo que le produjo una infección
generalizada, muriendo de sepsis el 12 de noviembre de ese
mismo año.
Durante su estancia en España escribió
algunas poesías. Esta fue publicada en Canadá en julio de 1937.
Y esta noche misma luna pálida,
Que monta en voz tan baja, clara y alta,
El espejo de nuestra pálida y turbada mirada
Eleva a un cielo frío de Canadá.
Por encima de las tropas españolas destrozado
Ayer por la noche se levantó bajo y salvaje y rojo,
Reflexionando en su escudo iluminado
La sangre salpicadas rostros de los muertos.
Para ese disco pálido elevamos nuestros puños apretados,
Y a los muertos sin nombre renovar nuestros votos,
"Compañeras y compañeros,
que lucharon por la libertad y el mundo futuro,
Que murió por nosotros, le recuerdo.
Cuando terminó la guerra, gran parte de
la burguesía política de la República en el exilio ignoraba su
nombre. El Partido Comunista de España apenas habló de él,
seguramente por estar Norman más cerca del misticismo anarquista en
su defensa de los parias, que de la rígida ortodoxia del partido.
Sin embargo, en China recibió el reconocimiento durante su estancia
allí. Tras su muerte, el presidente Mao Tse-tung publicó un
ensayo ("En memoria de Norman Bethune") alabando su entrega a la
causa de los pobres. Fue lectura obligatoria en la formación de los
jóvenes revolucionarios. Hospitales y escuelas llevan su nombre. Fue
enterrado con honores en el Cementerio de Mártires
Revolucionarios. En la España de la democracia, apenas cuenta con
algunos artículos en publicaciones especializadas y una calle con
nombre compartido en Málaga: Paseo de los Canadienses. En Almayate
(Málaga) un centro de Cruz Roja también lleva su nombre.
Fragmento
del libro de Norman Bethune
"EL CRIMEN DE LA
CARRETERA DE MÁLAGA - ALMERÍA"
"La evacuación
masiva de la población civil de Málaga comenzó el
domingo día 7. Un contingente de 25.000 tropas alemanas,
italianas y moras entraron en la ciudad el lunes día 8
por la mañana; tanques, submarinos, barcos de guerra,
aviones, todos a la vez, para aplastar a las defensas de
la ciudad mantenidas por un pequeño y heroico grupo de
tropas españolas sin experiencia militar, tanques, ni
aviones que los defendieran.
El temor ante la llegada del violento
"tercio" moro inicia el éxodo.
Los así llamados
"nacionalistas" entraron en lo que prácticamente era una
ciudad desierta, del mismo modo que habían hecho en cada
pueblo y ciudad asediada en España.
Así que imagínense
a 150.000 hombres, mujeres y niños disponiéndose a
marcharse en búsqueda de seguridad hacia una ciudad
situada o más de 100 millas a pie. Hay una única
carretera que pueden tomar. No hay ninguna otra manera
de escapar.
Más de 150.000 personas emprenden la
marcha hacia Almería.
Esta carretera,
limítrofe por un lado, con las altas montañas de Sierra
Nevada, y por el otro, con el mar está construida sobre
la ladera de unos acantilados y sube y baja a más de 500
pies por encima del nivel del mar. La ciudad que deben
alcanzar es Almería, y está a más de doscientos
kilómetros más allá. Un joven fuerte y sano puede
caminar a pie unos 40 o 50 kilómetros diarios. El viaje
a que estas mujeres, ancianos y niños debían enfrentarse
les llevará a 5 días y 5 noches de camino, al menos.
La mayoría de los refugiados eran
heridos, ancianos, mujeres y niños.
No encontrarán
alimentos en los pueblos, ni trenes, ni autobuses para
transportarlos. Ellos debían caminar y a medida que iban
andando se tambaleaban y tropezaban con los pies llenos
de rajas y de heridas de ir por el pedernal y el
ardiente asfalto de la carretera, los fascistas los
bombardeaban desde el aire y les disparaban desde los
barcos de guerra.
Ahora lo que
quiero contarles es lo que yo mismo vi de esta penosa
marcha, la más grande y terrible evacuación de una
ciudad en los tiempos actuales. Llegamos a Almería a las
cinco del día 10 con un camión refrigerado, cargado de
sangre almacenada desde Barcelona. Nuestra intención era
continuar hacia Málaga para poner transfusiones de
sangre a los heridos. En Almería, oímos por vez primera
que Málaga había caído y fuimos advertidos de no ir más
lejos ya que nadie sabía ahora donde estaba la línea del
frente enemigo, pero todos estaban seguros de que la
ciudad de Motril había caído también.
Entre el mar y la montaña, la
carretera de Málaga-Almería fue una trampa mortal.
Pensamos que era
importante continuar y descubrir como se desarrollaba
la evacuación de los heridos. Salimos por la tarde a las
seis por la carretera de Málaga y a unas cuantas millas
más allá nos encontramos con la cabeza de la lamentable
procesión. Aquí estaban los más fuertes con todas sus
pertenencias sobre los burros, las mulas y los caballos.
Los pasamos, y cuanto más lejos íbamos, aún más penosa a
la vista, se hacían los espectáculos.
Según Norman Bethune, más de cinco mil
niños desarrapados y hambrientos iban en la caravana.
Miles de niños,
contamos unos cinco mil de menos de diez años, y al
menos, mil de ellos iban descalzos y, muchos de ellos
cubiertos con una sola prenda. Estos iban recolgados de
los hombros de sus madres o agarradas a sus manos. Aquí
habla un padre que iba tambaleándose con dos niños, uno
de un año y otro de dos años, sobre sus espaldas, además
de estar cargando cazos y sartenes, junto con alguna
valorada pertenencia.
A pesar de la ayuda solidaria, los más
débiles murieron de agotamiento.
El incesante
torrente de gente llegó a ser tan denso, que apenas
podíamos forzar el coche entre medio. A ochenta y ocho
kilómetros de Almería nos suplicaron que no fuésemos más
lejos, ya que los fascistas estaban justo detrás.
Por entonces
habíamos pasado al lado de tantas mujeres y niños
afligidos que pensamos que lo mejor era volver y
comenzar a poner a salvo los peores casos. Era difícil
elegir cuales llevarse, nuestro coche era asediado por
una multitud de madres frenéticas y padres que con los
brazos extendidos sujetaban hacia nosotros sus hijos,
tenían los ojos y la cara hinchada y congestionada tras
cuatro días bajo el sol y el polvo.
Junto a un cadáver, una madre intenta
alimentar a su hijo moribundo.
"Llévense a este"'; "miren este
niño'; "este está herido". Los niños envueltos de brazos
y piernas con harapos ensangrentados, sin zapatos, con
los pies hinchados aumentados de dos veces su tamaño,
lloraban desconsoladamente de dolor, hambre y
agotamiento. Doscientos kilómetros de miseria.
Imagínense, cuatro días y cuatro noches, escondiéndose
de día entre las colinas ya que los bárbaros fascistas
los perseguían con aviones, caminaban de noche agrupadas
en un sólido torrente, hombres, mujeres, niños, mulos,
burros, cabras gritando los nombres de sus familiares
desaparecidos, perdidos entre la multitud.
La ambulancia de Bethune prestó ayuda
a los más necesitados.
¿Cómo podíamos
elegir entre llevarnos a un niño muriéndose de
disentería o entre una madre que nos contemplaba
silenciosamente con los ojos hundidos llevando contra su
pecho a un niño nacido en la carretera hacía dos días?.
Ella había parado de caminar durante diez horas
solamente. Aquí había una mujer de sesenta años incapaz
de seguir arrastrándose para dar un paso más, sus
gigantescas piernas hinchadas con úlceras y varices
sangrando dentro de sus rotas sandalias de trapo. Muchas
ancianas abandonaban simplemente esta lucha, se tendían
a los lados de la carretera y esperaban la muerte.
Exhaustos y desesperados, esperaban la
muerte en las cunetas
Decidimos vaciar
la ambulancia de todo su valioso contenido para crear
espacio libre, y llevarnos primero a los niños y a las
madres, pero luego la separación entre padre e hijo,
marido y mujer se hizo demasiado cruel para poder
soportarla. Acabamos por llevarnos a las familias con
mayor número de hijos pequeños, y a los niños solitarios
de los que había centenares, sin padres.
Llevábamos a
treinta o cuarenta personas en cada viaje durante tres
días sucesivos a Almería, al Hospital del Socorro Rojo
Internacional, donde recibían cuidados médicos, comida y
ropa.
El equipo de Norman Bethune fue
testigo de la masacre fascista.
La inagotable
devoción de Hazen Sise y de Thomas Worsley, conductor
del camión, salvó muchas vidas. Se alternaban para
conducir día y noche, ida y vuelta, durmiendo en medio
de la carretera entre viaje y viaje, sin comida, excepto
pan seco y naranjas.
Y ahora viene la barbarie final. No contentos con
bombardear y ametrallar a esta procesión de campesinos
indefensos, a lo largo de esta larga carretera, en la
tarde del día 12 cuando el pequeño puerto de Almería
estaba repleto de refugiados, habiendo aumentado en
población el doble, cuando unas cuarenta mil personas
exhaustas alcanzaron un puerto de lo que ellos pensaban
que era seguridad, fuimos masivamente bombardeados por
aviones fascistas alemanes e italianos.
Buque "Admirante Cervera"
Su marinería, junto a la del
"Canarias" jugaba a hacer
blanco en los refugiados.
La sirena dio la
alarma 30 segundos antes de que cayera la primera bomba.
Estos aviones no hacían esfuerzo alguno por alcanzar los
barcos de guerra del Gobierno que estaban en el puerto,
ni por bombardear las barricadas. Estos lanzaron
deliberadamente diez grandes bombas en el centro mismo
de la ciudad, donde en la calle principal, dormían
apiñados sobre la calzada, de tal forma que apenas si
podía pasar algún coche, los exhaustos refugiados.
Ya en Almería, siguieron siendo
bombardeados en las calles
Después de que
hubiesen pasado los aviones recogí en mis brazos a tres
niños muertos de la calzada, justo enfrente del Comité
Provincial para la Evacuación de refugiados donde habían
estado esperando en una larga cola a que les dieran una
taza de leche y un puñado de pan seco, era el único
alimento que algunos tomaban durante días.
Secuencia de la película "Bethune"
La calle parecía
una verdadera carnicería, llena de muertos y de
moribundos, alumbrada solamente por el resplandor
anaranjado de los edificios en llamas. En la oscuridad,
los lamentos de los niños heridos, los chillidos de las
madres agonizantes, las maldiciones de los hombres, iban
elevándose en un solo grito masivo, alcanzando un tono
de intolerable intensidad.
Almería acogió solidariamente a los
refugiados.
Uno mismo sentía su
cuerpo tan pesado como el de los muertos, pero vacío y
hueco, y uno sentía su cerebro arder con una intensa luz
de odio. Aquella noche fueron asesinadas cincuenta
personas de entre la población civil y unas 50 personas
mas fueron heridas. Hubo dos soldados muertos.
Ahora bien, ¿cuál
era el crimen que esta indefensa población civil había
cometido para ser asesinados de este modo tan
sangriento? Su único crimen era que habían votado para
elegir un Gobierno de personas encargadas de la más
moderada mitigación de la abrumadora carga de siglos de
codicia capitalista.
La cuestión había
sido ya abordada, ¿por qué no se habían quedado en
Málaga esperando la entrada de los fascistas? Sabían lo que les
pasaría.
Sabían lo que iba
a ocurrirles a sus hombres y mujeres, lo mismo que les
había pasado a tantos otros en las demás ciudades
apresadas. Todo varón entre 15 y 60 años que no pudiera
demostrar que no había sido forzado a ayudar al
Gobierno, sería inmediatamente fusilado. Y es el
conocimiento de todos estos hechos lo que concentró a
dos tercios de toda la población española en una cuarta
del país y lo que aún sostuvo la República".
La Caravana de la Muerte
Dr. Norman Bethune
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